La Jornada domingo 27 de febrero de 2000

José Antonio Rojas Nieto
El precio correcto del petróleo

Esta semana, acaso con un poco más de calma que las anteriores, en todo el mundo ųsí, en todo el mundoų se discutió cuál es o cuál debiera ser el precio correcto del petróleo en estos momentos. Y lo más probable es que en las próximas cuatro semanas se profundice la discusión, entre otras cosas, por la violenta presión que ejercen los grandes consumidores ųcomo Estados Unidos, la Unión Europea y Japónų sobre productores ųArabia Saudita, México y Venezuela, preferentementeų para que suspendan su acuerdo de control de producción y amplíen de tal forma sus plataformas de ventas que frenen el alza de precios que, a decir de esos grandes consumidores, elevará inflación, tasas de interés y, muy seguramente, provocará una retracción económica internacional. Hay opiniones encontradas; lo cierto es que se experimenta ya una dinámica recuperación estructural y estacional de la demanda, que frente a una oferta controlada y unos bajos inventarios tiende a aumentar las cotizaciones. Precisamente por ello, en estos días también es posible encontrar artículos en revistas especializadas, orientados a esa discusión: the right price fos oil, rezan en inglés los titulares de notas y comentarios que debaten sobre el llamado precio correcto del crudo.

En el marco de este debate, conviene recordar dos artículos muy sugerentes. Uno de ellos, escrito en junio de 1987 por un ingeniero petrolero mexicano con el ánimo de analizar los efectos de la tremenda baja de precios registrada en 1986 (Rodríguez de la G., Víctor Omar, Las implicaciones en las reservas de hidrocarburos en América Latina, en Revista Interamericana de Planificación) enfatiza en los graves problemas que implica una disminución de precios como la registrada en aquellos años. Una cotización incorrecta o inadecuada del crudo ųsugiere Víctor Omarų desalienta las inversiones en exploración, expulsa miles de yacimientos del mercado, retrasa la utilización de las técnicas de recuperación mejorada, requeridas para aumentar reservas y producción; asimismo, retrasa la utilización del carbón y del uranio y conduce a una sobreexplotación del crudo, genera graves rezagos en el desarrollo de petróleo sintético y de nuevas fuentes de energía, promueve la profundización en el dispendio y la utilización ineficiente del crudo y sus derivados y, en consecuencia, incrementa artificialmente la demanda, deteriora el manejo de los inventarios y profundiza las pugnas por los decrecientes recursos que ofrece la comercialización mundial de petróleo barato. Otro artículo, escrito por dos geólogos de prestigio y experiencia internacionales (Colin J. Campbell y Jean H. Laherrère, The end of cheap oil, Scientific American, March 1998) asegura que estamos a punto de abandonar una época de petróleo barato (Cheap Oil) y que un precio bajo aceleraría esta tendencia e inhibiría la búsqueda de alternativas, la que en muchas ocasiones es frenada también por la manipulación de las estadísticas sobre reservas y producción de crudo en el mundo, que permiten pensar ųno sin muchas dudas y cuestionamientosų que a un nivel de precios, como el registrado entre 1988 y 1997 (23 dólares en el caso del crudo importado por las refinerías de Estados Unidos y casi 25 dólares en el caso del West Texas Intermediate de referencia), queda petróleo para unos 30 o 35 años, siempre y cuando el incremento anual del consumo se vea compensado con nuevas reservas.

Estos comentarios para sugerir ųcomo sin duda lo hacen nuestros autores de referenciaų, que no es sencillo decir cuál es el precio correcto, aunque siempre habría que tener una visión de largo plazo, menos para ignorar las urgencias o presiones del momento, y más para enfrentarlas con una perspectiva más amplia e integral. Viendo exclusivamente el corto plazo, para los grandes consumidores como Estados Unidos, la Unión Europea, el Japón y los países del sudeste asiático, el precio actual es muy alto, pues su demanda crecerá de manera importante si, como se indica en las estimaciones más generalizadas, este año crecen 3.9 por ciento, 3.5 por ciento, 0.8 por ciento y 5.5 por ciento. Así, el crecimiento sostenido en el caso estadunidense, el mayor dinamismo en el caso europeo, el lento restablecimiento en el caso de Japón y la indudable e impresionante recuperación en el caso de países como Corea, Indonesia, Malasia, Hong Kong y Tailandia, junto con las expectativas de un mayor crecimiento en América Latina conducen a un incremento absoluto en la demanda superior a los 3 millones de barriles en relación con el periodo en que se produjeron los recortes impulsados por Arabia Saudita, México y Venezuela, aunque apenas dos millones por encima del consumo de 1999. Pero viendo el mediano y largo plazos, todavía estamos en la franja del precio medio registrada después de la caída del 86 y ųque no se nos olvide a pesar de que, efectivamente mucho ha cambiado el mundo desde entonces, apenas al 40 por ciento del precio del crudo obtenido en 1980 y 1981, y todavía con mucha necesidad de la diversificación energética, del uso eficiente y del ahorro, y con la urgencia de abatir las emisiones de bióxido de azufre y óxidos de nitrógeno, principales subproductos de la combustión de los refinados del petróleo.

Una vez más, hay que decir que no es mucho pedir a organismos y funcionarios gubernamentales encargados de atender el asunto del petróleo que lo hagan con una visión nacionalista, lo que en estos momentos significa enfrentar los problemas del corto plazo y la presión para elevar producción e incrementar exportaciones, en el marco de una visión de largo plazo y de una estrategia energética integral; con una perspectiva que respete a los productores con los que se han establecido acuerdos que han resultado correctos y justos, incluso para los mismos consumidores. Se trata de una visión que, en el caso del petróleo, deberá fortalecer a Pemex y consolidarlo como una empresa seria y responsable que no actúa como veleta manipulable frente a cualquier vendaval. De veras que no es mucho pedir.