La Jornada martes 29 de febrero de 2000

Orlando Delgado Shelley
Fox y Labastida, en medio del Fobaproa

A nte el crecimiento en las preferencias de voto para Fox, el candidato del PRI denunció que las empresas de la familia del candidato panista estaban en el Fobaproa. La denuncia, hecha con el propósito evidente de desprestigiar a Fox y empezar a disminuirlo en la carrera presidencial, implícitamente deja ver que estar en el Fobaproa es señal inequívoca de deshonestidad y de manejos fraudulentos, lo que no necesariamente es cierto.

Labastida, al tomar la decisión de meter al Fobaproa en la campaña electoral, sabe bien que con créditos que fueron a parar a este fondo se financiaron las campañas de Madrazo y de Zedillo, de modo que espera que esta información sea utilizada para responder a sus ataques. Pero también sabe que varios de los principales dirigentes panistas están involucrados en empresas cuyos créditos cayeron en cartera vencida y fueron enviados por los bancos acreedores al Fobaproa; además, fueron miembros de los consejos de administración de algunos bancos con operaciones fraudulentas e incluso participaron en los comités técnicos de los fideicomisos que transfirieron recursos al PRI.

Labastida está seguro que en la guerra de denuncias que pudiera desatarse, quien más perdería sería Fox y que él podría salir fortalecido. La razón de esto se funda en una apreciación sobre el carácter estratégico de la denuncia hecha y sobre los deslindes que, de cualquier manera, tendría que hacer con el funcionamiento tradicional del partido oficial y la tozudez en la aplicación de la propuesta de liberalización general de la economía. En cuanto a lo primero, es evidente que en el manejo de la idea del nuevo PRI puede utilizarse como elemento propagandístico el reconocimiento de que prácticas como las usadas por Cabal y Madrazo son absolutamente inaceptables e incluso deben denunciarse; con ello, pese a la operación cicatriz, se golpea al gobernador tabasqueño y se refuerza la idea de que no se defenderá lo indefendible.

En cuando al deslinde con la aplicación de la ortodoxia neoliberal, Labastida lo ha venido planteando con mucha cautela y podría ser una buena oportunidad reconocer que en el manejo operativo del Fobaproa se cometieron excesos que debieran haberse evitado. La crítica, en consecuencia, recaería sobre el equipo económico de la primera etapa del gobierno zedillista, es decir: Ortiz, Sidahoui, Fernández, Arrigunaga y sus colaboradores, responsables directos del funcionamiento del comité técnico del Fobaproa y de su enorme discrecionalidad.

Evidentemente, toda la discusión en torno a los responsables de la operación y a las empresas que están en el Fobaproa daría la razón al PRD. Esto, para los estrategas de Labastida, es un costo menor dada la situación en las preferencias electorales de la candidatura de Cárdenas. Podría operar una carambola de tres bandas: se golpea a Fox, provocando una baja en las encuestas; se da la razón a Cárdenas y al PRD, por lo que aumentan su penetración; Labastida y el "nuevo" PRI ampliarían la diferencia respecto a su más cercano competidor.

La estrategia es ciertamente audaz y parte de la idea de que es necesario obtener la mayoría absoluta en el Legislativo para poder llevar a cabo las transformaciones que el proyecto neoliberal plantea, como la privatización de la industria eléctrica y de la educación superior. Para lograrlo, se requiere una votación en donde la diferencia entre el primero y el segundo lugar sea lo suficientemente amplia, lo que garantizaría que con la cláusula de gobernabilidad se llegara a 251 diputados, por lo menos.

El tema, por ello, no es si Labastida es mariqueta, sino si su estrategia funciona. El PRD debería aprovechar para concentrar sus baterías en el sistema que permitió que se diera un atraco como el del Fobaproa y que con Labastida permanecería incólume; para el PAN, éste podría ser su Waterloo.