ASTILLERO Ť Julio Hernández López
El sábado reciente, los tres principales candidatos presidenciales tuvieron oportunidad de hacer por sí mismos sus principales retratos. No ha sido frecuente que las agendas de Labastida, Fox y Cárdenas les permitan asomarse de una manera tan transparente a asuntos sustanciales de la vida pública, como sucedió en esta ocasión con los banqueros reunidos en convención anual en Acapulco.
Gracias, siñores banqueros
Allí, en resumidas cuentas (como es de suponerse que deben acostumbrar los barones de la banca), Vicente Fox se mostró como el socio cómodo del futuro: a nombre de todos los mexicanos les dio las gracias a los banqueros por seguir siendo tan ricos y prósperos a pesar de que el pueblo en general cada vez es más miserable; el guanajuatense no escatimó tiempo ni adjetivos para colocarse inequívocamente del lado de los hombres controladores de los grandes capitales nacionales. Tal alineamiento, en realidad, no debería asombrar a nadie, pues Fox es por definición ideológica, y por intereses personales y familiares, un cruzado del Fobaproa ahora llamado IPAB.
Cabe recordar también que, como es cada vez más evidente, el abanderado del partido blanquiazul sufre una metamorfosis verbal ante cada público que visita, de tal manera que, convertido en camaleón ideológico, le ha sido posible describirse como hombre de centro-izquierda en la importante entrevista que Elena Gallegos y Juan Manuel Venegas le hicieron en La Jornada, y trocar sin rubor alguno tales presuntas prendas avanzadas por sombrero de bombín y traje de levita al hablar ante banqueros.
(No está de más tener muy en cuenta esos coqueteos de Fox con la administración zedillista ųes decir, salinistaų en el sentido de conservar ''a algunos'' de los actuales responsables de la política económica. Con señas, el sábado hizo creer en Acapulco que no se refiere a José Angel Gurría ni a Guillermo Ortiz, pero llámense de una u de otra forma quienes fuesen en su eventual gabinete panista los responsables de las tareas económicas, desde ahora el empresario del calzado ha advertido con claridad que seguirá, en ese terreno, con más de lo mismo, lo que confirma que, en el fondo, las propuestas económicas del PAN y el PRI difieren nada más en asuntos menores, como los de los nombres y los apellidos)
Cárdenas: palabras incómodas
Una postura distinta fue la que asumió Cuauhtémoc Cárdenas y, desde luego, otros los resultados medibles en cuanto a la opinión de esos banqueros. El candidato perredista no fue a la convención del Princess de Acapulco a hacer relaciones públicas ni a llenar de miel los oídos de muchos de quienes cargan sobre sus espaldas la responsabilidad histórica de haber permitido (en el caso de los funcionarios) y de haber acometido (en el caso de los banqueros) el terrible saqueo de los recursos públicos mexicanos llamado Fobaproa y convertido luego en IPAB.
Cárdenas llamó a las cosas por su nombre y pronunció uno de sus discursos más definitorios, con entereza y fuerza no desprovistas de matices de cortesía, aun a pesar de las muy indicativas faltas de consideración que él mismo había recibido antes de comenzar a hablar (guaruras privados pidiéndole identificación, pretensiones de dejarle pasar al recinto de la convención sólo a él y no a sus acompañantes, reporteros entre ellos; retraso que hizo al michoacano esperar pacientemente a que otro orador terminara su turno).
La postura de Cárdenas no le ganó, obviamente, la simpatía de los grandes beneficiados del Fobaproa, del salinismo, del zedillismo. El hecho de citar la soga en la casa de los ahorcadores provocó, como era de esperarse, graves desasosiegos en esa élite acostumbrada a ser tratada con timoratos guantes de seda. El mayor de los aplausos, como era natural, se lo llevó Vicente Fox Quesada. Francisco Labastida Ochoa fue recibido en términos grises, medianos. Y el candidato no deseado fue, sin duda alguna, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Uno de los banqueros que mejor demuestran el tipo de éxito que produce la actividad bancaria vinculada a los favores del poder público, se convirtió, inclusive, en un crítico inmediato del discurso del ex jefe de Gobierno del Distrito Federal. Le dijo ese banquero, Roberto Hernández, principal accionista de Banamex, a Cárdenas, que su discurso había sido de mal gusto (Mario Villanueva Madrid ha dicho desde su voz de prófugo que debe parte de su desgracia a las intrigas de Hernández con el presidente Ernesto Zedillo, de quien es gran amigo y compañero de buceo).
Ni fu ni fa: más bien, tras el retrato de Colosio
Francisco Labastida, por su parte, pasó por esa asamblea bancaria de la misma manera como hasta ahora se ha conducido: en la medianía (y no propiamente en la juarista), con frases hechas, con refritos del programa de gobierno en curso y con una obsesión por la sonrisa más que por el análisis crítico y a fondo. La respuesta de sus escuchas fue parecida: asumieron su condición de candidato oficial, le brindaron la atención del caso pero no se apasionaron con él ni le aplaudieron con la fuerza brindada a la intervención de Fox; tampoco le criticaron como a Cárdenas.
Es posible que el propio Labastida hubiese hecho su mejor retrato no en Acapulco, como sus otros dos adversarios, sino en la ciudad de México, en el acto conmemorativo de la fundación del partido hoy en el poder, que en su nacimiento fue llamado Partido Nacional Revolucionario (PNR).
Teniendo el pasado sábado a su alcance una natural oportunidad de crecimiento político, de deslinde y de autonomía, el sinaloense prefirió simplemente guarecerse bajo el retrato ya tan manoseado de Luis Donaldo Colosio, en lugar de asumir, en todo caso, actitudes (así hubiesen sido sólo discursivas) como las tomadas seis años atrás por el sonorense, quien entonces trazó con un discurso memorable (por sus consecuencias) la raya del alejamiento necesario respecto del maximato salinista que pretendía serle impuesto por varias vías (entre otras las de aquel Manuel Camacho que era instrumento de las maquinaciones de Los Pinos, con la esperanza de un relevo que le favoreciera)
Labastida, con un escenario que le dejaron intencionalmente devastado (ni Presidente ni gobernadores), escenificó una notable fuga en media hora: durante ese tiempo, el candidato rehuyó cualesquier toma de posturas llamativas, cualquier definición importante. Para la campaña priísta, al parecer, todo cuanto habrá de venir consiste en encontrar la mejor forma de hacer pasar el tiempo y de esperar que el pueblo acuda a las urnas conforme a los instructivos desprendibles de las encuestas de opinión que el mismo PRI ha encargado y en las que aparecen ese partido, y su candidato, como obligados triunfadores.
Astillas: Bien bonito que lo ha dicho el señor obispo Onésimo Cepeda: democracia no quiere decir necesariamente derrotar al PRI. Tiene razón el alto jefe católico: México lleva más de 70 años viviendo en una ejemplarísima democracia en la que siempre ha ganado el tricolor... Mientras tanto, el nuncio apostólico saliente, Justo Mullor, dijo ayer en la Basílica de Guadalupe que los sacerdotes deben dejar de lado lujos y elegancias para ser verdaderos defensores de los pobres, de los necesitados, de los humillados. Sin palos de golf ni cubiertos de plata escuchaba ese discurso el citado obispo Onésimo, y también otros personajes de alcurnia y amistades elevadas como Emilio Berlié, quien ha cubierto una peculiar ruta espiritual, de Tijuana a Mérida, centros ambos donde su cartel como sacerdote ha aumentado considerablemente... Ya que esta columna se ha confesado y está en espera de su hostia, aprovecha el viaje para decir a sus lectores que el nuevo nuncio apostólico, Leonardo Sandri, estará en México a fines de abril o a principios de mayo. El nuevo representante papal se alinea políticamente con quien es considerado el jefe real de la Iglesia católica, el cardenal Angelo Sodano, quien ejerce el poder ante el declive físico de Juan Pablo II. Sandri es un argentino conciliador y cuidadoso que viene de Venezuela, donde también era nuncio. Como mera referencia, vale saber que le gusta el futbol y que no se niega a dar misa en ceremonias muy especiales, digamos de las élites sociales y económicas...
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