José Cueli
El desenfado de Eloy Cavazos
Eloy Cavazos, con un mohín simpático, de pícaro, muestra sus ojos vivaces y enseña la mejor de sus sonrisas, antes de bullir por el ruedo, dar cova y hacerse el loco a la hora de torear.
Y sigue el mismo, pueril y alegre, infantilmente pícaro e ingenuamente desenfadado, a la cabeza de la torería mexican. Dueño de recursos, mañas y ratonerías es, por supuesto, un conocedor de la lidia; el sentido de la distancia frente a los toros; y el cómo llegarle a los aficionados en los tendidos que, después de tantos años, todo le consienten y le aplauden lo bien que los sabe torear.
Porque eso sí, en cuestión de torear al público, Eloy es quizá la máxima figura de la torería mundial. Lo cual, si bien se mira, no es poca cosa. El público sale encantado con el regiomontano, después de verle repetir, el mismo número de siempre.
Pegar medios pases a destajo con el pico de la muleta, despidiendo al toro lo más lejos posible de él, en un sabroso baile zalamero entre pase y pase ųpero, eso síų con la mejor de las sonrisas al tendido. Una vez con la afición en un puño la alegría se le clarifica, las pupilas se le tornan sagaces y parece escudriñar algo dentro de él. Entonces, como si adivinase el cambio verificado, se sintiera propicio a aceptar el deber que pesa sobre él, de defender las fuerzas de la torería mexicana. Ya vidente y evocador de imágenes y fantasías en los tendidos.
Y es que Eloy, aparte de todo, es un hombre muy listo y además equilibrado. Sencillo y humilde, no se le han subido los humos a la cabeza y es tema de actualidad en el mundillo taurino. Su sui generis modo de actuar se ha discutido siempre y no ha sido vencido por el tiempo.
Para algunos fue el triunfador de la lamentable temporada invernal. šMal andamos en la fiesta brava!