La Jornada martes 7 de marzo de 2000

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

A pesar de que el segmento más conocido de su directiva sigue en la cárcel, el Consejo General de Huelga (CGH) está cada día más activo. Este domingo reciente hubo, por ejemplo, una arriesgada incursión de decenas de jóvenes que pretendieron expresar sus demandas mediante mantas extendidas en las tribunas del estadio universitario en el que volvía a jugar el equipo profesional de futbol llamado Pumas. Ayer, además, fue tomado el edificio de la rectoría, en un lance cuya duración y consecuencias son todavía desconocidos.

El activismo renovado de quienes mantuvieron a la UNAM en paro durante más de nueve meses (y que fueron desalojados mediante acción policiaca un mes atrás, cumplido este domingo en que los Pumas volvieron a jugar en CU) muestra la firmeza de sus convicciones y una solidaridad compartible con sus compañeros presos.

Más allá de la visión que se tenga sobre el problema universitario, y de la actitud específica que se asuma en ese conflicto, ha sido evidente el abuso de la fuerza del Estado contra los directivos del paro mencionado: acusaciones estridentes y exageradas, como la de terrorismo (sustentada deplorablemente por el procurador Jorge Madrazo a partir de la presunta detección de unas cuantas bombas molotov) han exhibido la desproporción gubernamental volcada contra disidentes políticos; procesos judiciales amañados también han sido instruidos con toda la intención política de, primero, desmoralizar y descabezar al movimiento y, segundo, de mantener bajo amago a los líderes libres, pretendiendo desvanecer sus intentos de reorganización y su vuelta a la actividad pública.

Sin embargo, y a pesar de la validez y vigencia de sus reclamos centrales (gratuidad de la enseñanza universitaria y libertad a los presos políticos) el movimiento del CGH ha entrado en una dinámica de aislamiento todavía peor que la que ya se observaba en las semanas previas a la irrupción policiaca en CU. Pueden explorarse varias hipótesis para tratar de explicar el fenómeno (una de ellas, la conjura de medios oficialistas y conservadores, más las tretas mediatizadoras de las autoridades universitarias; otra, los errores de la franja denominada ultra y sus vaivenes radicales que en algunas ocasiones han lindado con los intereses gubernamentales), pero lo cierto es que hoy el movimiento favorable al paro universitario ha sido rebasado por el hecho real y objetivo de que la estructura de la UNAM ha recuperado su marcha y pareciera muy difícil hacer hoy que esa dinámica se suspenda mediante una acción política que tenga consenso y simpatía mayoritarias.

Ya han sido varios los indicios de debilidad, y acaso impopularidad, que deberían llamar a reflexión a los directivos de este movimiento para buscar métodos de lucha distintos a los que hoy de nuevo plantean.

Algunas marchas de reducida presencia, algunos actos muy deslucidos, y rechiflas como la de este domingo en CU, podrían alertar a una piel sensible sobre la declinante eficacia de los planes tradicionales de lucha (merece unos renglones el asunto del estadio universitario, donde la policía privada volvió a actuar por encima de la ley y de la tolerancia obligada en un territorio de natural discusión de las ideas, así fuese ese territorio en especial un campo de futbol en cuyas tribunas con toda naturalidad suelen desplegarse mantas alusivas a los tópicos polémicos de ese deporte, a veces con agresivas leyendas dirigidas a comentaristas, entrenadores, jugadores y empresas de televisión, leyendas cuyos términos en más de una ocasión habrían significado por su simple redacción la caída en los presupuestos de acción penal por los delitos de insultos y de difamación de honor).

Persistir, pues, en tácticas como la de la toma de rectoría, pudiesen ser en última instancia formas ineficaces y más desgastantes, acaso desesperadas, con las que se pretendiese retomar una dinámica y un escenario que ya cambiaron. En torno a diferentes momentos climáticos de este movimiento se han tejido varias teorías de complot que en su momento han acabado en el cesto de la basura (memorable será siempre la de quien había sido el controlador de los centros de espionaje gubernamental, en su calidad de secretario de Gobernación y que luego, ya como candidato presidencial del PRI, afirmó que el CGH estaba infiltrado por el EPR y otras organizaciones armadas de las cuales ni siquiera una sola pista confirmativa se encontró la madrugada de la irrupción de la policía militarizada en CU). Por ello resultaría irresponsable tejer una nueva hipótesis turbia en cuanto a los objetivos finales de esta nueva acometida de un segmento del CGH. Lo único cierto es que, si no manejan esta nueva acción con cuidado y pulcritud, los ocupantes de la rectoría podrían estar acelerando el proceso de definición mayoritaria en su contra y la marginación perdurable de su movimiento.

El 1-2 de Monreal y Sánchez Anaya

El PRD está pagando una parte de los costos de su pragmatismo político: con tal de ganar posiciones a como dé lugar, ha entregado en diversas ocasiones candidaturas a personajes que han usado al partido del sol azteca como mero vehículo de transporte de sus aspiraciones electorales inmediatas. La transición ideológica de esos nuevos perredistas se dio en horas, y su conversión se debió inequívocamente a situaciones tácticas: negada que les fue la oportunidad de ser candidatos priístas a algún puesto, entonces renegaron de su anterior matriz y se pasaron al primer taxi que por enfrente les pasó.

Hoy, dos de esos priístas que dejaron su partido en cuestión de horas para convertirse en candidatos perredistas a gobernadores, y ganar esos cargos, empujan de diversas maneras la idea de que Cuauhtémoc Cárdenas decline a su candidatura presidencial a favor de Vicente Fox. Ninguno de ellos lo ha hecho de manera explícita, mencionando nombres y apellidos pero, teniendo a la vista los resultados generalizados de las encuestas públicas sobre la materia, no hace ninguna falta personalizar: al convocar a alianzas, y al hablar de voto opositor útil, se están refiriendo sin ninguna sombra de duda a la delantera demoscópica que Fox lleva sobre Cárdenas y a la necesidad totalmente pragmática de que el primero sea beneficiado por el segundo para, de esa forma, llegar al poder a cualquier costo, por encima de lo que sea, el poder por el poder.

Ya el zacatecano Ricardo Monreal, que es uno de los dos gobernadores en mención, ha disminuido el tono de su propuesta aliancista, sobre todo luego de las ríspidas respuestas del propio Cárdenas y de las exhortaciones de los directivos perredistas, sobre todo de Amalia García, para dejar el tema por la paz. Sin embargo, al estilo del 1-2 ciclista, el rezago de Monreal ha servido para que retome la delantera en esa acometida por la declinación el gobernador de Tlaxcala, Alfonso Sánchez Anaya, quien ha expresado su apoyo a la idea de promover el voto útil opositor justamente cuando Vicente Fox ha estado en esa pequeña entidad.

Podrían provenir de genuinos y respetables ejercicios de reflexión muchas de esas preocupaciones sobre las alianzas opositoras de facto. Pero, lo que hoy no es posible ocultar es que tales opiniones, y la insistente recuperación del tema, está siendo utilizada de manera estratégica por una alianza de poder, la que forman el salinismo (mediante sus voceros, personales y periodísticos) y el oficialismo labastidista-zedillista. Salinas, y los personajes del hoy que quiere ser mañana, buscan concentrar la contienda electoral en dos opciones que les son totalmente aceptables y compatibles: la de Labastida y la de Fox. En ese bipartidismo neoliberal no tiene cabida la propuesta de Cárdenas. Por ello se le pretende arrollar y arrinconar, mucho más a partir de planteamientos como el hecho en Acapulco frente a los banqueros. A estas alturas no es posible jugar al demócrata ingenuo: ni las alianzas ni el voto útil pueden formar parte de un proyecto sensato de cambio político y económico. Podrían, tales devaneos, servir para que algunos gobernadores mantengan sus aspiraciones de ser secretarios de Estado, líderes del futuro o esposos de senadoras, pero no pueden formar parte de un proyecto nacionalista y honesto.

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