MIERCOLES 8 DE MARZO DE 2000

Ť La sombra del apostador es su segunda novela


Si la literatura tiene un futuro, sería en el hibridaje: Vásconez

Ť ''Partí de la oscuridad, con voces que me acosaban'', señala

Arturo Jiménez Ť Narrador riguroso y relativamente tardío, Javier Vásconez acaba de concluir su segunda novela de largo aliento, La sombra del apostador, y de salvarse de un colapso nervioso luego de dos años de enfebrecida escritura.

Vásconez, nacido en Quito en 1946 y quien ayer ofreció una charla organizada por la Editorial Alfaguara y la Casa Refugio Citlaltépetl de la colonia Condesa, cuenta:

''Esta novela surgió a partir de una serie de imágenes fotográficas antiguas en blanco y negro. Es una historia que nació de manera fragmentada, lo que me produjo durante mucho tiempo agobio y una angustia increíble, porque no sabía cómo contar todas estas visiones y recuerdos, relacionados con el mundo de la hípica."

También como imágenes, agrega, tuvo la idea de una niña encerrada en una casa llena de perfumes. Y otra más: la de un hombre con un caballo en un dormitorio, que partió de una fotografía que Vásconez había visto. ''Y a partir de ahí comencé a narrar esta historia".

Uno de los desafíos que tuvo al escribir, indica, ''fue haber partido de la absoluta oscuridad, desde la incomprensión de la novela misma, con voces que iban, venían y me acosaban y haber llegado, se podría decir gozozamente, hacia la luz. En el momento en que terminé la novela sentí que empezaba a ver la luz.

''Y eso fue un desafío muy especial en relación conmigo mismo. Cosa que no me ocurrió con la novela El viajero de Praga, en la que el personaje del doctor Kronz me iba guiando y parecía un gran compañero que me hablaba al oído y me contaba lo que tenía que escribir."

Sin embargo, pondera: ''Los personajes de La sombra del apostador (Alfaguara) parecía que estaban invocándome a que escribiera sobre ellos, pero no sabía cómo darle unidad a la novela, hasta que tuve la suerte de acordarme del narrador J. Vásconez, que no soy yo y que ya ha aparecido en mis cuentos 'Un extraño en el puerto' y 'Café Concert'''.

-Pareciera que los personajes están marcados por un destino trágico.

-Eso señalan algunos críticos. En esta novela hay muchos apostadores: yo, el coronel, el jockey Aníbal Ibarra y Roldán, el asesino. Todos parecería que están apostando por algo. Esto quizá es lo que da la impresión de que la novela está montada a la manera de una tragedia, pero no era exactamente esa mi intención. Mi apuesta fue anunciar desde el primer capítulo todo lo que ocurrirá en el resto de la narración y, sin embargo, tener el placer de contarla o de hipnotizar a quien la lea, a pesar de estar anunciado todo.

Un Quito literario

''Se puede decir que la línea estructural de la novela es una carrera y un premio que se va a jugar en la ciudad de Quito", dice Vásconez y agrega que ''de manera paralela, hay dos historias de amor: del narrador J. Vásconez con una mujer que se llama Sofía, que parece estar permanentemente siendo inventada mediante la palabra y el deseo y el anhelo; y la otra es entre el asesino, Roldán, y Lena."

vascones-javier-2-jpg Aclara que La sombra del apostador no es una novela policiaca, aunque sí toma algunos elementos secundarios de ese género. ''Es una narración en donde sobre todo se cuenta la historia de una ciudad andina, mitad real, mitad imaginaria, que es Quito. Es una ciudad lluviosa, que he venido inventando en mis relatos anteriores".

-Este aspecto suyo de construir una ciudad literaria sobre una ciudad real pasa actualmente en México con, por ejemplo, el escritor Hugo Valdés, quien recrea Monterrey. Y eso lo hicieron Proust, Faulkner y otros.

-Y Rulfo, con Comala. Siempre he dicho que las ciudades sólo existen a partir de que se vuelven literarias. Las urbes que han sido tocadas por los escritores, parecería que son más reales que las verdaderas: el Dublín de Joyce, el París de Proust, Santa María de Onetti, y Yoknapatawpha, de Faulkner, pasan a ser más reales y más importantes e interesantes que las metrópolis reales.

''Las ciudades son simplemente un lugar, muchas veces sin demasiado interés ni importancia hasta que un escritor se apropia de ellas o las reinventa. Y entonces adquieren un relieve especial. Esto es lo que hago con Quito.

''Por ejemplo, hay una serie de elementos que no existen en Quito. No hay allí un hipódromo desde hace rato. Hubo uno, hace muchísimos años. Incluso, en el rubro topográfico la ciudad, en esta novela y en otras anteriores mías, tiene elementos que no existen.''

''La apuesta para mí fue hacerlo con una urbe andina. Se ha escrito sobre metrópolis del Caribe, del Río de la Plata, europeas, pero no sobre una ciudad andina: su naturaleza, su clima, sus volcanes. Nadie lo había intentado."

Narrador al borde de un colapso nervioso

-En cuanto a los géneros, la novela se revela como híbrida, pues aparte de lo policiaco, lo amoroso, lo hípico y lo urbano, aparecen incluso elementos de crónica.

-Así es. El futuro de la literatura, o más bien, si la literatura todavía tiene un futuro, será en el hibridaje. Y es a partir de este mestizaje de géneros y formas que he ido construyendo, durante veinte años de escritura, mis cuentos y novelas.

-Escribes tanto novela como cuento, incluso en éste recibiste un premio, Ƒen cuál te sientes más a tus anchas?

-Me siento cómodo en ambos. Es un asunto de estado de ánimo. Cuando empecé La sombra del apostador, fue como si yo hubiera sido parte de la carrera misma, como si fuese el jockey Aníbal Ibarra, montado sobre el caballo, intentando ganar la carrera.

''Fue una escritura muy intensa, con mucha entrega, en la que a veces trabajaba hasta nueve o diez horas al día, durante dos años. Y al terminar esta novela casi tuve un pequeño colapso nervioso.

''No creo que hubiera podido jamás en ese momento escribir un cuento. El cuento requiere menor tiempo, por supuesto, y escribirlo con la misma pasión e intensidad, pero como máximo toma dos semanas o tres. Además, tiene un elemento de fábula. Es como si el cuento se apropiara de ti y no puedes dejar de escribirlo.

"En una novela, por más que se apropien de ti visiones, personajes y situaciones, hay una verdadera obligación de construirla. Entiendo la novela como un género esencialmente abierto y de libertad. La novela es generosa, y el cuento es un poco más tiránico, se impone de una manera y en el momento en que te salgas de ese esquema, corres el riesgo de que se te descalabre."