La Jornada miércoles 15 de marzo de 2000

Ana María Aragonés
Un mes después

AUN MES DE LA ENTRADA de la Policía Federal Preventiva en la UNAM, la situación no puede ser más triste, a pesar de las declaraciones de las autoridades, quienes de manera reiterada afirman que las actividades académicas prácticamente se han normalizado y que vamos hacia la realización de un congreso universitario, que resolverá los grandes problemas que enfrenta la universidad. La aseveración es bastante cuestionable, pues se mantiene un tejido social desgarrado tanto por la afrenta infligida con la entrada de la policía militar, como por la detención de los paristas, lo cual impide afirmar que hay normalidad académica; a esto se suma la insensibilidad de las autoridades ante el dolor de los padres de familia, a quienes se les exige "la salida del campus universitario o sus hijos se quedarán en la cárcel". La pretendida "reconciliación" casi exigida por las autoridades como artículo de fe, resulta imposible ante estos acontecimientos.

ƑQué sentimientos nos produce a profesores y estudiantes volver a vernos en las aulas? A pesar de impartir nuestras clases "bajo protesta hasta que los estudiantes presos salgan libres", nos sentimos francamente mal, como si fuéramos esquiroles. Por su parte, los estudiantes también se sienten afectados y tristes, pues se dan cuenta que la "solución" que se dio ha sido y será, de ahora en adelante, la estrategia a seguir para dirimir las diferencias, es decir, el no diálogo y la cárcel. El congreso universitario, sin duda un logro del movimiento, no está ni mucho menos a la vuelta de la esquina, ya que el clima que se está generalizando no es el propicio para su realización.

La UNAM no puede iniciar su proceso de transformación, si antes no se recupera la confianza entre los universitarios reparando el daño infringido a los estudiantes. Deben salir sin condiciones de la cárcel y se debe volver a la mesa de negociaciones, respetando los acuerdos del 10 de diciembre, que en esencia establecían el diálogo como única vía para la solución del conflicto universitario (por lo tanto no a la represión), y el CGH como el único interlocutor para la discusión de los seis puntos del pliego petitorio. Debe quedar claro que haber encarcelado a los paristas de ninguna manera invalida dichos acuerdos y, por lo tanto, no exime a las autoridades de cumplir lo pactado.

De cambiar tan graves condiciones, los universitarios estaremos dispuestos a discutir los grandes problemas de la universidad bajo un diálogo respetuoso y tolerante, y a dirimir nuestras diferencias a partir del ejercicio de la razón y de la inteligencia; y no como pretenden hacerlo algunos "juristas reconocidos", verdaderos incendiarios que deben escapar por las coladeras de la universidad. Los estudiantes en libertad tendrán que llevar a cabo su propia reflexión y autocrítica reincorporándose al diálogo y como participantes activos en el congreso universitario. Las autoridades deben reconocer que, por más que lo intenten, no podrán borrar del mapa al CGH, y que la transformación cabal de la UNAM pasa por su inclusión. Este puede ser el camino para superar el ambiente de crispación que se vive actualmente.

Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos que podamos hacer internamente, los universitarios tenemos que estar muy alertas, pues penden sobre la Universidad Nacional Autónoma de México las decisiones del gobierno federal que está dispuesto a impedir esta transformación.

Acaba de decretar una nueva reducción del presupuesto asignado a educación, que afectará de manera directa a la universidad en rubros tales como investigación y difusión. Se pone en marcha el mismo detonante de la huelga de abril de 1999. ƑEs la puntilla para desaparecer a la institución?

ƑSeguirá el rector Juan Ramón de la Fuente asimilando los golpes sin chistar?