JUEVES 16 DE MARZO DE 2000

* Astillero *

* Julio Hernández López *

Los dos peores fantasmas posibles se le han aparecido al labastidismo en el momento menos oportuno.

El primer fantasma ha sido jalado a escena por el líder nacional panista, Luis Felipe Bravo Mena, cuya apariencia apacible no se compadeció de las versiones que culpan al candidato priísta del crecimiento del narcotráfico en Sinaloa, cuando éste fue gobernador.

La segunda aparición espectral ha sido convocada por las pugnas internas del propio PRI, específicamente las que en Tabasco han hecho adelantar el proceso de elección de candidato a gobernador, con lo que se ha acelerado, también, el riesgo de la división entre madracistas y labastidistas antes del delicado 2 de julio.

Se dice de Labastida...

No presentó el dirigente Bravo Mena ninguna prueba para acreditar que Francisco Labastida Ochoa hubiese pactado con el narcotráfico cuando fue gobernador de Sinaloa.

Se apoyó, para hacer esa acusación tan grave, en los díceres abundantes que sobre el punto pasean por las calles y los cafés sinaloenses. Ciertamente, es terriblemente difícil poder documentar una acusación así, siendo como es de eficaz la red de complicidades entre el poder político y las bandas de traficantes de drogas.

Por ello, Bravo Mena atribuyó la fuente de sus señalamientos a un ente etéreo: ''...es lo que la gente dice, es el ambiente de opinión pública, sin que se pueda obtener expediente probado...''. Ciertamente, en Sinaloa hay una amplia franja ciudadana que no cree en los desplantes retadores de Labastida contra el narcotráfico, y que de manera abierta asegura que desde que Francisco era gobernador, hasta la fecha, los gobernadores han debido pactar con el verdadero poder de aquellas tierras como es el narcotráfico.

Se dice del PAN, de El jefe Diego...

Pero el dirigente panista ha establecido un antecedente que de manera inmediata se le puede revertir.

Al apoyarse en dichos, en ambientes de opinión pública carentes de pruebas, Bravo Mena deja el camino libre para que a él, a su partido y a personajes tan polémicos como, por ejemplo, El jefe Diego, se les aplique una medicina igualmente desagradable. No son sólo abundantes e insistentes, sino que, en este caso, además documentadas las versiones que ligan al panismo con el salinismo, a la familia Fox con los beneficiarios del Fobaproa y al jefe Diego con negocios oscuros (Punta Diamante, Banco Anáhuac y la clínica donde operaron a El señor de los cielos, para no ir tan lejos).

El poder oculto

Mas no son tales los principales riesgos que se han corrido en este lance declarativo del dirigente formal del panismo. El peligro más preocupante es la invocación pública de la sombra más densa que tiene hoy el proceso político en curso: el narcotráfico, ese poder tenebroso que está en el primer lugar de las sospechas sobre la autoría intelectual del asesinato de Luis Donaldo Colosio (no sólo las bandas en sí y por sí mismas, sino sobre todo sus intereses entremezclados con campañas, con políticos, con financiamientos, con sobornos); el poder oculto, cuyo asomo de cabeza podría descarrilar el proceso electoral en curso y meter de nuevo a México en un remolino para el que acaso ya no haya las reservas institucionales que en 1994 permitieron sortear ese primer asalto.

Y es que, ahora aguijoneado por Bravo Mena, Labastida se ha vuelto a meter de manera peligrosa entre las patas de los caballos del narcotráfico. Ya lo había hecho años atrás, cuando dejó de ser gobernador y fue amenazado por la banda de los Arellano Félix (Labastida dice que fue hostigado por perseguirlos, y sus adversarios dicen que por causas menos heroicas, pero lo cierto es que el sinaloense debió salir del país rumbo a Lisboa, no con las poses envalentonadas con las que ahora lo narra, sino todo lo contrario, a causa del acoso del poder real de aquellas tierras del triángulo dorado).

ƑDemandará Labastida a Bravo

Mena, o será otra frase electoral?

Ahora, descompuestas sus palabras y su actitud, Labastida ha revirado con aires retadores a la acusación sin pruebas del panista, y ha amenazado gelatinosamente a éste con reaccionar "de la manera más obvia" a esa acusación, que juzga difamatoria. Es de suponerse que tal reacción "más obvia" sería la de pedir la acción judicial contra Bravo Mena, cosa que estaría por verse.

Bandeja de plata para una provocación

Pero lo más grave es que Labastida ha señalado directamente a los Arellano Félix como la banda que le amenazó en Sinaloa. Inclusive, aceptó que corre evidentes riesgos de sufrir atentados, aunque en un tono que no correspondería a quien aspire sensatamente a jefaturar el gobierno de un país tan infiltrado por el narco, aseguró que no tiene miedo, pues tal palabra no la conoce, y "a mí ya me curaron de espanto".

No está de más recordar el daño que a la nación han hecho las incursiones violentas de los narcotraficantes en la política nacional. Tampoco está de más señalar que, al enfrentar directamente, por su nombre, a una de las bandas más peligrosas del país, el candidato priísta abre un flanco por el cual puede recibir ataques de gran magnitud, tanto de los propios capos señalados como de otros personajes interesados en crear confusión y a quienes se coloca en bandeja de plata la posibilidad de acusar a otros, a los Arellano, de acciones de origen distinto.

Resurge el pleito Labastida-Madrazo

El segundo fantasma adverso al PRI se ha materializado en Tabasco. Por más que pretendieron mantener la apariencia de una operación cicatriz que ha resultado más falsa que los 10 millones de votos (ja, ja, ja) del 7 de noviembre, Roberto Madrazo y Francisco Labastida han debido adelantar la resolución del duelo soterrado que hasta ahora han sostenido. El primero ha impulsado de manera abierta a uno de sus pupilos más destacados, Manuel Andrade, diputado local y coordinador del Congreso estatal, para que sea candidato a gobernador. El segundo ha opuesto a una figura nacional, el diputado Arturo Núñez, quien ha sido maltratado y obstaculizado de diversas maneras por el gobernador tabasqueño.

La idea original, que Labastida había expresado en público durante su visita a Villahermosa de semanas atrás, era que la elección interna se realizara hasta después del 2 de julio. El candidato presidencial pretendía de esta manera amarrarle las manos a Madrazo, obligarlo a entregarle buenos resultados en la elección constitucional y dejar para después de ese 2 de julio el desenlace de esa lucha superlibre.

Pero, obviamente, para un conocedor de los tiempos y las maniobras priístas, como es Madrazo, tal estratagema era inaceptable. Por ello se ha negado a dar un apoyo real a la campaña labastidista (que en Tabasco es meramente simbólica) y preparaba, según distinguidos priístas, una especie de madruguete, con apoyos masivos a favor de su delfín Andrade.

Senadurías por gubernatura

Por ello se adelantaron los tiempos, y se emitió una convocatoria pensada para condicionar la entrega de candidaturas a senador al grupo madracista, a cambio de la solución del caso tabasqueño en favor de Núñez.

Véanse las fechas, que no son producto del azar: el viernes próximo se registrarán las precandidaturas a gobernador de Tabasco; el sábado se abrirá el registro de precandidatos a senadores en todo el país; el domingo 19 se darán los dictámenes preliminares de Tabasco, en lo gubernamental, y de los senadores de todo el país. Ese mismo domingo, para que no haya margen de pataleo, arrancarían las campañas internas de los precandidatos a gobernador de Tabasco. En ese escenario, Madrazo deberá decidir si se la juega por mantener su cacicazgo en Tabasco, al costo que sea, o negocia candidaturas para unos seis o siete miembros de esa corriente (entre los que podría ir el propio Madrazo). Si no se resuelve bien este litigio, chispas podrían salir de las filas de los priístas, a tres meses y medio de las elecciones, justamente cuando Fox amenaza cada vez más al PRI.

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