* Yuriria Iturriaga *
París, la política urbanística
La alcaldía de París será anfitriona de la cumbre de alcaldes del mundo a la cual asiste Rosario Robles Berlanga, jefa de Gobierno del Distrito Federal, entre otros ediles de 37 ciudades, como Atenas, Berlín, Bruselas, Budapest, Lisboa, Madrid, Pekín, Buenos Aires, Río de Janeiro, San Francisco, Washington, Estocolmo, Estambul y Beirut, y el tema que tratarán será la calidad de vida de los citadinos.
París es tal vez la ciudad más autorizada para proponer este encuentro, en parte por la continuidad de las políticas urbanísticas que sus autoridades han preservado, permitiendo que cada época dejara su huella en el conjunto.
En el siglo III (a.C.) grupos celtas llamados parisii se instalan en la hoy llamada isla de la ciudad, estos pacíficos pescadores son conquistados por los romanos de Julio César en el año 52 a.C., y un siglo después ya se conoce Lutecia como una importante ciudad galo-romana del imperio. En el año 280, los hunos se apoderan de la ciudad y la conservan hasta el año 451, cuando Santa Genoveva, patrona de París, impide que Atila la destruya.
En 508, el primer rey de los francos, Clovis, la hace su capital, y aunque ésta decae durante el imperio de Carlomagno, quien escoge Aix-la-Chapelle como su sede, se podría decir que a partir del siglo X, con el advenimiento de los Capetos, París se construye ininterrumpidamente: calles y puentes sobre el río, murallas alrededor y palacios, y sobre la antigua basílica romana, la catedral de Notre Dame, construida entre 1163 y 1345.
En 1253 se funda una de las más antiguas universidades del mundo occidental: La Sorbona. Ni las sucesivas guerras, previas a la unificación del Estado absoluto, ni los sitios impuestos por los ingleses durante la guerra de cien años, ni la revolución de 1728, ni los conflictos mundiales del siglo XX lograron destruir esta ciudad única.
Más bien al contrario; cada periodo le dejó parte de su actual belleza. Aunque, sin duda, la armonización de los testimonios históricos en términos urbanísticos se debió a la labor del barón de Haussman, entre 1852 y 1870.
Las estrategias urbanísticas de Haussman tuvieron una visión totalizadora: terminales ferroviarias en cinco puntos cardinales para evitar que el tren atravesara la ciudad; un mercado de perecederos enclavado en el corazón de las antiguas cofradías artesanales; avenidas y bulevares uniendo las 20 nuevas demarcaciones administrativas; grandes bosques al este y al oeste, así como parques sembrados cuidadosamente en cada barrio, así como las monumentales obras de desagüe de aguas negras y de lluvia y el ingenioso sistema para subir agua del río con el objeto de lavar las calles, sistema que sigue en uso.
Ciertamente, el encanto de París para el extranjero sigue estando, sobre todo, en su pasado, genialmente preservado e integrado a la vida y los servicios contemporáneos. Pero lo que resulta aún más interesante son las soluciones que sus autoridades han encontrado para responder a las exigencias de la modernidad (y la postmodernidad) sin destruir el marco de la ciudad luz.