BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
Del gozo al pozo
Desde marzo de 1991 la economía estadunidense goza de su fase de expansión más larga al menos de los últimos 50 años. Esta expansión es muy particular debido a que presenta las siguientes características: a) el PIB ha crecido en un tercio; b) las fuentes de ese crecimiento se encuentran en el dinamismo de los sectores de alta tecnología; c) ha habido una corrección fiscal que nadie hubiese imaginado, ya que de un déficit enorme se pasó a un superávit en unos cuantos años; d) no sólo ha habido una drástica caída del desempleo, sino que se han generado nuevos puestos para quienes se pensaba que eran inempleables (discapacitados, desempleados por largo tiempo, gente no calificada, retirados, etcétera); e) ha habido un despegue importante del valor de las acciones tecnológicas (índice Nasdaq); f) parte importante del consumo de las familias depende de los rendimientos de las acciones de la bolsa de valores.
Si algo ha interesado sistemáticamente a los economistas desde el siglo XVIII no sólo es encontrar las fuentes del crecimiento económico, sino también cómo prevenir las recesiones y, más aún las depresiones. A partir de ello se han elaborado diversas teorías que han encontrado que las trayectorias de expansión nunca han sido lineales, sino que han seguido patrones cíclicos, caracterizados por fases de crecimiento, auge (cima), recesión, recuperación, crecimiento, y así sucesivamente.
Lo importante de estas regularidades es que se ha encontrado que a las fases de auge, les siguen irremediablemente las depresiones, por lo que desde la gran crisis del 29-33, los economistas y los gobiernos han tratado de prolongar lo más posible las cimas, así como atenuar las depresiones. Para ello han elaborado una serie de instrumentos de política económica.
De acuerdo con las teoría de los ciclos, a la actual fase de expansión deberá corresponderle más temprano que tarde la recesión. Sin embargo, la gran preocupación ahora es que hay datos que hacen pensar en que una recesión tendría consecuencias muy graves debido a que: a) hay una evidente falta de coordinación en los sistemas cambiarios de todos los países; b) el crecimiento económico se ha concentrado en los sectores de alta tecnología, mientras que el resto (que es la mayoría del sistema) ha tenido crecimientos modestos; c) se ha creado una burbuja especulativa en los mercados accionarios, particularmente en los títulos de alta tecnología; d) se ha duplicado la proporción del empleo temporal y de alta flexibilidad; e) los ingresos familiares dependen en gran proporción de los rendimientos de las acciones bursátiles, en específico, 54 por ciento de sus ingresos financieros provienen de la bolsa de valores, comparado con 28 por ciento que representaba en 1989; f) ha aumentado la inequidad social; g) la sociedad estadunidense (consumidores y empresas) se ha endeudado notablemente, por lo que una caída del producto conduciría a una insolvencia generalizada y, probablemente, a una crisis financiera parecida a la ocurrida en México después de 1994.
Por otro lado, varios economistas de ese país encuentran similitudes entre la coyuntura previa al crack del 29 y la actual, por lo que vienen alertando a las autoridades económicas, principalmente a las monetarias, de que hagan su trabajo con la mayor cautela para evitar un descalabro de graves magnitudes. Por ahora no hay que perder de vista varios hechos que determinarán en breve el rumbo de la economía mundial: a) la elección presidencial en EU; b) las cifras de inflación, producción y déficit externo de EU; c) la reunión de la Reserva Federal del 21 marzo; d) la elección del presidente del FMI. Estos cuatro, pero en especial los tres últimos factores, influirán mucho en el comportamiento de las bolsas de valores de todo el mundo y en la dinámica de crecimiento para los próximos años.