La Jornada sábado 18 de marzo de 2000

Jorge Alberto Manrique
Elvira Gascón, dibujante

A la memoria de Fernando Benítez

Recuerdo, como muchacho, los dibujos a tinta, sus héroes y sus heroínas, los dioses hermosos, los caballos, los yelmos; en sus desnudos que hiere sobre el papel la pluma: sólo la línea, sutil, sinuosa, nerviosa, como un arabesco.

La armonía de los cuerpos, si se trata de idilios, o de batallas, pero siempre la poesía. ƑSe puede hacer poesía con la línea? Esto fue lo que hacía Elvira Gascón: poesía con dibujo.

Más tarde, Elvira -yo estaba todavía en la prepa de San Ildefonso- hizo la ilustración de la Ilíada en la paráfrasis de Alfonso Reyes, en la edición del Fondo de Cultura Económica. Entonces dibujó en su tierno dolor, el llanto de Aquiles por la muerte de Patroclo, en su amor y su rabia, y el sino terrible; esgrafió la mancha en tinta china o con sanguina; hasta la muerte de Héctor, el héroe y el triste cadáver.

Los dibujos de Elvira Gascón deben mucho a los vasos del siglo V aC. Es entonces cuando se origina la cerámica, en el barrio de Cerámicos, en Atenas. Es el despertar del humanismo, desde la batalla de Manega hasta la muerte de Pericles, es decir, de la construcción del Partenón, de Esquilo hasta Sófocles y Eurípides, desde Mirón hasta Fidias. Elvira debe mucho al clásico y su línea y su poesía.

Una vez, estaba yo en casa de Elvira y vi la fotografía de su hija, una muchacha hermosa, de perfil, como un medallón antiguo. ƑCómo pudiste tener una hija tan bella?, le pregunté. Y me respondió: ''Por tanto practicar las formas clásicas, fue que mis hijos salieron hermosos". Recuerdo que el médico y crítico Romano Mancini, escribiendo cerca de 1630, recomendaba que en los aposentos donde los señores yazgan, en la cama o en un diván, en la siesta, es donde debe haber más cuadros con desnudos, porque así el amor les engendrará hijos más bellos. Elvira Gascón estaba de acuerdo con estas recomendaciones.

Fernando Benítez dirigía el suplemento México en la Cultura, de Novedades, donde publicaban Reyes, Carlos Pellicer; donde Paul Westheim, el crítico, en el periódico y las conferencias de la prepa, me enseñó, aunque no hablaba español, mediante la pluma de Mariana Frenk en sus traducciones. Allí Octavio Paz publicó su discurso de ingreso a la Academia Mexicana, y allí empezó el éxito de Fuentes con La región más transparente del aire. Entonces fue cuando, casi semana a semana, Elvira Gascón entregaría sus dibujos a línea. Recuerdo, junto al discurso de Paz, la imagen, casi en aire, de un joven hermoso, coronado de laureles.

Luego también, todavía era estudiante, se me otorgó el Premio de Crítica, con un artículo sobre Juan Soriano; Westheim pagaba, México en la Cultura aparecía y Elvira dibujaba.

En 1972 le pedí un dibujo para conmemorar la muerte de Lázaro Cárdenas, para la portada de la revista de la Universidad.

Elvira Gascón estudió en la Academia de San Fernando. Vino exiliada a México en 1938 y muy pronto se hizo ilustradora del Fondo de Cultura Económica y de México en la Cultura. Pintaba e hizo esmaltes. Pero creo que su línea fina y ágil se recordará para siempre.

En la Casa del Lago, en Chapultepec, se rinde un homenaje a Elvira Gascón, recientemente desaparecida, con los soberbios dibujos que hizo en 1982, donde recrea el habla de los poetas Cavafis y Cayetano Cantú. Triple celebración al poeta, a Homero y a la poetisa de la línea, Elvira Gascón.