La Jornada sábado 18 de marzo de 2000

José Luis Manzo
El peor negocio petrolero del mundo

El doble juego del gobierno estadunidense está a la vista de todos. Por un lado, el secretario de Energía de ese país, Bill Richardson, niega públicamente que él o el presidente Clinton estén presionando para que Méxco y otros paí-ses productores incrementen sus exportaciones de petróleo para provocar que bajen los precios, aunque en privado tales presiones sean descarnadas y brutales. Incluso, aunque formalmente se anuncia que no habrá sanciones contra los países productores que se niegan a incrementar la oferta de crudo, tal anuncio es en sí una amenaza velada de que lo que se niega con tanto énfasis es precisamente lo que puede suceder (La Jornada, 15 de marzo, 2000) que Jesse Helms y los principales representantes del poder legislativo de ese país también amenazan veladamente a México, al "instalarlo" a incrementar sus exportaciones petroleras, mientras que para el resto de los países productores las amenazas son claras y directas.

Aun cuando ambos lo nieguen, el gobierno estadunidense presiona al de México para que juegue del lado de sus intereses y no del lado de los productores. En el artículo anterior presentamos a los lectores de La Jornada información estadística que demuestra claramente la falsedad de los argumentos con los que pretende justificarse esta decisión.

A partir de la expropiación petrolera en 1938, México ha vivido dos grandes etapas. Entre 1938 y 1976, la industria petrolera mexicana fue manejada con visión de largo aliento, buscando el beneficio de la nación. El petróleo se extraía para ser transformado industrialmente en el país y generar combustibles y materias primas petroquímicas que deman-daba una economía en crecimiento. Los ingresos generados por el petróleo se destinaron a la construcción de escuelas, caminos, hospitales y otras obras de infraestructura.

Sin embargo, a partir de 1997 con López Portillo, México ha desandado el camino para volver a los tiempos en que el petróleo era explotado irracionalmente por las compañías extranjeras. Hemos vuelto al pasado. Los perjuicios que antes causaron las compañías extranjeras, ahora provienen de la propia mano del gobierno mexicano. El gobierno del presidente Lázaro Cárdenas nos defendió de los intereses externos; el gobierno actual nos pone a merced de ellos.

Si el gobierno de Zedillo cede a las presiones estaduniden- ses, México continuará realizando el peor negocio petrolero del mundo, cuyos rasgos centrales son los siguientes:

1) Los hidrocarburos se extraen en forma acelerada, a un ritmo superior al técnicamente recomendado, lo que acorta la vida de los yacimientos al perderse para siempre una parte de las reservas; provoca graves daños al medio ambiente y genera costos ambientales que no son incluidos en el costo del petróleo ni en la contabilidad petrolera.

2) El petróleo se exporta como materia prima, a un precio que va de los 10 a los 25 dólares por barril, en lugar de transformarlo localmente en petrolíferos y petroquímicos, cuyo valor puede ser incluso 50 veces superior.

3) Si exportar petróleo en su estado natural es un mal negocio, resulta todavía peor malbaratarlo. México ha contribuido a saturar el mercado petrolero internacional y a deprimir los precios. Por cada barril exportado, hoy obte-nemos la tercera parte de los ingresos que recibimos durante el auge petrolero.

4) Al convertirse en monoexportador de petróleo crudo, Pemex abandonó su vocación industrial. No se invierte para ampliar la capacidad de producción en refinerías y en plantas petroquímicas. Por eso hoy exportamos petróleo crudo barato e importamos gasolina y petroquímicos caros.

México debe abandonar esta política petrolera que tanto daño nos ha causado. Debemos sustituir paulatinamente el petróleo por fuentes alternas de energía, para usarlo cada vez menos como combustible y cada vez más para elaborar materias primas industriales.

El verdadero negocio petrolero no es para el país que lo extrae y lo exporta en su estado natural, sino para el país que lo transforma industrialmente en su territorio, y elabora productos de mayor valor agregado, genera empleos y estimula la planta productiva local.

No corre prisa acabarse el petróleo. Es falso que los países que tienen reservas petroleras están sentados en una mina de oro que si no explotan ahora perderán su oportunidad histórica. Aun cuando el petróleo fuese sustituido por fuentes alternas de energía, cosa que se ve muy lejos todavía por la apatía que muestran todos los gobiernos y grandes empresas del mundo, su precio no caerá a bajos niveles, porque será demandado y utilizado crecientemente en la petroquímica. Si el siglo XX fue de la gasolina, el siglo XXI será el siglo de la petroquímica.

Es primordial preservar un recurso que no es renovable y que será cada vez más escaso. La quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón) ha generado grandes cantidades de dióxido de carbono. Seguir haciéndolo de manera irresponsable agravará el efecto invernadero y el calentamiento global, lo que pone en riesgo el equilibrio ecológico del planeta y la propia sobrevivencia del ser humano. Disponer de grandes cantidades de petróleo a precios bajos, como desean los países consumidores, sólo estimulará el derroche de petróleo y atrasará aún más el desarrollo de fuentes alternas de energía. Los mexicanos debemos tenerlo presente este 18 de marzo.

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