La Jornada domingo 19 de marzo de 2000

Rolando Cordera
Vidas paralelas

Más que de una hipótesis ominosa se trata ya de una evidencia: el país vive vidas paralelas que no se tocan pero definen todas juntas un laberinto que puede, sin más, volverse remolino. Para alevantarnos a todos sin escape.

Nadie puede darse el lujo de escoger su propia línea y hacer como si en ella pudiera vivirse la vida. No se puede, por ejemplo, "escoger" la paralela electoral y aprestarse a vivir la normalidad que tanto presume el Presidente, en el exterior. Entre otras cosas, porque ahí está, a la vuelta de la esquina, el nudo de Las Cañadas chiapanecas, para no hablar de los morteros y las granadas en plena capital, los asaltos a la razón de las hordas antiuniversitarias, todavía condonados por antiguos héroes y heroínas de peleas pasadas, o los zarpazos concertados del crimen organizado. Ahí está todo esto, junto a las urnas transparentes y la tinta indeleble, para recordarnos a diario que lo normal se cruza todo el tiempo con la patológico, que hoy cubre vastas zonas mentales de nuestra geografía económica y política.

Por si hiciese falta, también vive dentro de esta pretendida normalidad un lenguaje agresivo y nada festivo, como lo pretenden algunos, que ha hecho del intercambio político electoral un lamentable concurso de majaderías, pésimo humor y acusaciones calumniosas que degradan una y otra vez la idea misma de cualquier orden jurídico, hasta el nuestro tan deteriorado.

Tampoco podemos tomar la dirección marcada por la paralela de la recuperación económica y del tan vapuleado prestigio financiero internacional de México. No, al menos, si lo que se busca al hacer esta opción es incorporarse a los festejos de la "nueva economía" que en Estados Unidos trae de cabeza hasta al señor Greenspan.

El "grado de inversión" que recientemente le fue otorgado a México por la calificadora Moody, para citar un caso, es una nota que México comparte ahora con El Salvador o Barbados, y que es inferior a la que portan Chile o Uruguay desde hace tiempo. Ser pagador más o menos seguro es útil en este mundo vuelto un globo, donde todo se sabe y los inversionistas se mueven como rebaño a la voz de újule, pero el šyees que se oyó en la Bolsa o el šJesús! del secretario de Hacienda no parecen tener suficiente piso; mucho menos las severas instrucciones presidenciales a sus colaboradores, autónomos o no, para que sin pausa salgan al paso de la inundación de los dólares que nos puede llegar...en medio de tanta sequía.

Vivir la vida que nos prometen Moody o Standard and Poor's que, por cierto, todavía nos tiene por debajo de Colombia, El Salvador o Trinidad y Tobago, más que una ilusión puede ser el principio de otra frustración, si se atiende al triste estado de la banca mexicana, la fragilidad fiscal del Estado o la renuencia sistemática de la economía en su conjunto a superar la trampa del empleo inseguro, peor pagado y siempre sujeto a una volatilidad que por desgracia nadie en estas regiones del sur del globo ha superado.

Evitar el maleficio sexenal supone algo más que un sortilegio prendido todavía de los ya célebres alfileres de Pedro Aspe ("dejaste la economía prendida de alfileres, Pedro". ƑY por qué se los quitaron? Fin de la historia).

Volver convergentes en vez de divergentes estas paralelas, debería ser el gran servicio de la nueva política democrática a una ciudadanía que se ha mostrado paciente y leal con sus políticos. Lo malo es que a éstos no les cae este veinte. Prefieren vivir en la última, letal, de las paralelas que cruzan hoy el territorio físico y humano de México: la que marcan la televisión y los publicistas y que los lleva a creer que ya son, por fin, políticos al estilo americano. Triste negocio éste de portarse bien para ser bien recibido.