La Jornada domingo 19 de marzo de 2000

Néstor de Buen
Perder

Dicho con pena, pero apegándose a los hechos, lo que es esta temporada no hemos visto desde la izquierda muchas cosas positivas. Desde la izquierda y, por supuesto, desde otros puntos de vista, como ser universitario de la UNAM y creer que nuestro equipo de futbol aún es capaz de ganar un partido.

Es cierto que en Chile triunfó el candidato socialista. Pero su victoria, nada fácil y no muy amplia, se vio casi borrada por el regreso del hijo pródigo (el hijo pródigo, como dice la Biblia, era un verdadero desgraciado, un poco menos que el general, aunque, al parecer, arrepentido, que no es el caso de Pinochet). Por los rumbos de Texas aún celebran el triunfo espectacular del joven Bush, que de llegar a la presidencia no dudamos que radicalizaría el conservadurismo de su señor padre. En Austria, repitiendo viejas historias, renace el nazismo con Haider, al cual parecerían aplicables fonéticamente los viejos ladridos del "Heil Hitler", no tan distantes en su expresión verbal. Y por los acá, las posibilidades, que son reales, de que mi buen amigo Vicente Fox siga subiendo no pueden dejar de desconocerse. Aunque yo sigo confiado en Cuauhtémoc y su costumbre de empezar despacio el maratón.

Pero el disgusto mayor, que más o menos era previsible, pero nunca en la medida en que se produjo, se lo debo a los éxitos del señor Aznar, hoy de fotografía radiante y, dicen, rodeado de un eufórico conjunto en su noche triunfal que en las calles de Génova, en Madrid, oficinas del PP, no deben haber olvidado levantar sus bracitos derechos en prueba espectacular de su júbilo fascista.

Un atenuante que se empieza a manejar es que el PSOE fue derrotado por el Partido Abstencionista y no por el PP. Es posible, pero no me satisface la explicación. Porque si la gente no fue a votar con el entusiasmo desbordado con que lo hizo en 1982, es que el júbilo ha desaparecido. ƑPor qué razón? Yo me lo pregunto, pero por supuesto no tengo respuestas.

Me gustaría, sin embargo, intentar algunas.

Para mi gusto, la primera y fundamental sería que como todos los partidos socialdemócratas de estos tiempos, el PSOE ha sido bastante conservador. Ya mi admirado amigo Felipe González había eliminado las referencias marxistas a los estatutos del partido, y a partir de entonces, los desencuentros con su propia organización sindical, la Unión General de Trabajadores (UGT), que dirigía Nicolás Redondo, empezaron a ser notables. La UGT firmó el Acuerdo Económico y Social (AES) el 9 de octubre de 1984 de muy mala gana, en plena práctica de colocar los techos salariales por debajo del índice de inflación. Y Comisiones Obreras (CCOO) ni siquiera lo signó, aunque, curiosamente, lo acató. No le costó poco esfuerzo a Felipe González convencer a la UGT, que siempre había sido la rama sindical del PSOE. Pienso que ya no lo es.

Ese conservadurismo ha generado indiferencia, y esa puede ser, entre otras razones, la que ha provocado que los votos favorables se hayan quedado en casa y no hayan viajado a las urnas.

En mi artículo anterior mencionaba que la riqueza evidente de España había hecho más conservadores a los españoles que tendrían miedo (menos que justificado) de que un gobierno socialista pudiera darles empujones. Es posible.

Tampoco es algo sin importancia el cambio de jinete a medio camino. Borrell pintaba muy bien a partir de haberle ganado a Almunia, ya secretario general del partido, la elección para candidato a la presidencia de gobierno. Pero se atravesó una de esas corrupciones, que tanto han fastidiado a los socialistas, a cargo de viejos colaboradores de Borrell, y éste prefirió declinar. La reaparición de Almunia, por eliminación, no dejó a nadie contento.

Es evidente que el PP tiene méritos propios y que no ha ganado porque el PSOE ha perdido, si es que se entiende el galimatías, sino por esos méritos. Pero se asoman por ahí cuestiones que pueden radicalizar su derechismo, y eso puede ser peligroso, pese a los entusiasmos. Lo primero: la entrega a los favoritos de las empresas principales del Estado con derechos de monopolio. Lo segundo, cancelar una ley migratoria generosa y convertirla en represiva, como ya se ha anunciado. Lo tercero, entre otras muchas cosas, que el déficit exterior de España se ha multiplicado por nueve en 1999, y eso es serio. Y por si faltaba algo, el entusiasmo aplaudidor de las altas jerarquías de la Iglesia española, que siempre ha sido repugnantemente conservadora. šNo me defiendas, compadre!

El PSOE tiene una larga tarea por delante. Ojalá encuentre un guía que sepa conducirlo. Y mientras tanto, a ver si la UNAM gana por lo menos en el futbol.