JUEVES 23 DE MARZO DE 2000
* Carlos Marichal *
El tratado con Europa: más allá de la economía
Durante varios años se ha estado negociando un acuerdo con la comunidad europea, que es más amplio que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). Las razones de las demoras consistieron en parte importante en la insistencia de los europeos por incluir un capítulo político que da una importancia central a la meta de alcanzar una plena democracia en México.
Ello abrió un fuerte debate y obligó a los funcionarios de las diferentes secretarías del gobierno que estaban negociando con Europa a plantearse una serie de problemas y demandas que no se habían considerado en las negociaciones con Estados Unidos y Canadá.
El resultado ha sido positivo. En vez de un simple tratado de libre comercio lo que se ratifica ahora es un Acuerdo de Asociación Económica, Dialogo Político y Cooperación Económica entre la Unión Europea y México. En efecto, es un documento sumamente original que sienta precedentes para muchos otros países del Tercer Mundo que deseen un mayor acercamiento al mayor bloque comercial del mundo que es la comunidad europea. Pero para México ofrece dos ventanas a futuro sumamente importantes, una de tipo económica y otra de tipo político.
En primer lugar, el acercamiento a Europa es significativo porque puede reducir la extrema dependencia comercial que tiene México de Estados Unidos. Más del 80 por ciento de las exportaciones e importaciones actualmente se concentran con el país vecino del norte, una proporción mayor que la de cualquier otra nación. Ello implica que dependemos de manera extraordinaria de las fluctuaciones de la economía estadunidense y explica porqué hoy en día la prensa y los medios financieros están tan pendientes de los movimientos de las tasas de interés que marca el Federal Reserve Bank. Un incremento de uno por ciento de la tasa puede implicar una baja fuerte en la demanda de productos mexicanos y, por consiguiente, una caída muy perjudicial en las exportaciones.
Para evitar una dependencia comercial y financiera tan absoluta como la que rige hoy en día, lo más conveniente para la economía nacional es, por consiguiente, alcanzar un mayor grado de diversificación comercial. Todavía hoy en día el comercio con Europa no es muy dinámico (el rubro más importante es el de las exportaciones petroleras) pero en un futuro próximo ello puede y deber cambiar, logrando oportunidades para un aumento de las exportaciones transatlánticas del país. Por otra parte, en la medida que aumente no sólo el comercio sino también las inversiones europeas (que ya son muy considerables en muchas ramas de la industria, comercio y banca) podrá disminuir gradualmente la dependencia financiera de México con respecto a Wall Street y Washington.
Es importante notar --como lo hace Manuel López Blanco, embajador de la Unión Europea-- que se ha hecho un esfuerzo considerable por establecer reglas de origen en el tratado comercial que aseguren que los productos mexicanos enviados a Europa tengan mayor contenido local, lo que beneficiará a las industrias intermedias mexicanas y no solamente a las maquiladoras.
Ello, evidentemente, ha provocado numerosos conflictos, especialmente con empresas controladas por capitales estadunidenses, pero eso era inevitable y saludable. Para Estados Unidos el modelo maquilador es idóneo pero para México --a la larga-- éste no ofrece el mejor camino hacia la recomposición de las cadenas productivas industriales.
Otra faceta innovadora del acuerdo con Europa es que incluye una serie de cláusulas referentes al diálogo político entre ambas partes, con ofrecimiento de programas de cooperación. Estos consistirán esencialmente en apoyos financieros tanto para el comercio como para proyectos de desarrollo en los que estarían interesadas empresas europeas. Pero a ello se agrega el marcado interés que tienen los habitantes de la comunidad europea en impulsar programas de tipo ecológico, hidráulico y de desarrollo rural en el Tercer Mundo.
Si alguien tiene experiencia en fomentar el crédito agrícola para pequeños productores y comunidades rurales son los europeos, lo cual puede ofrecer muchas lecciones de interés para el desvalido sector agrario mexicano. A su vez, es sabido que la comunidad europea es extraordinariamente exigente en materia de normas ecológicas, por lo que su influencia solamente puede ser benéfica en el largo plazo.
Naturalmente, existirán numerosas protestas en contra del acuerdo con Europa, con críticas en contra del burocratismo y de los reglamentos. Pero ello responde fundamentalmente a los deseos de los tecnócratas neoliberales de evitar una gestión responsable y cuidadosa de las empresas en materias sociales, ecológicas e inclusive políticas. Por el momento, a nivel mundial, no hay mejor modelo social, económico y político que el que ofrece la comunidad europea. Hay que aprovechar las nuevas oportunidades que brindan los acuerdos políticos y económicos en marcha.