JUEVES 23 DE MARZO DE 2000
ƑDe qué se trata...?
* Sergio Zermeño *
Las protestas sobre los muros de rectoría escritas con sangre de familiares de estudiantes presos; las golpizas de grupos porriles contra miembros del Consejo General de Huelga en preparatorias y CCH presagiando el horror de los años setenta; penosas cruces que deambulan de la Bolsa a la ONU y de nuevo al campus; cegehacheros manifestándose por los pasillos de las facultades para interrumpir las clases; una mayoría estudiantil con distinta apariencia que no los confronta y baja la vista o la desvía para no ofenderlos más, para no hacer escarnio de su derrota; tomas simbólicas y fugaces de instalaciones que terminan con el levantamiento de nuevas actas de peligrosidad social en un proceso que comienza a provocar más bien lástima social; un ambiente agrio en el que la palabra congreso suena a insulto en medio de la indiferencia; el silencio, el dejar hacer, el dejar pudrir de las autoridades; un sistema judicial que por primera vez hace como que es independiente de las órdenes presidenciales y entra y sale con presos del campus sin que el rector se entere. ƑDe qué se trata todo esto...?
Diez meses de huelga y quién sabe cuántos más de esta incertidumbre. ƑValdrá la pena mantener este ambiente universitario con el argumento de que si salen los estu-diantes presos la UNAM podría verse nuevamente paralizada? Es obvio que nadie que conozca mínimamente la vida universitaria tiene temor de semejante posibilidad. El CGH podría, ya liberado, tomar estas o aquellas oficinas administrativas, quizá la rectoría por unas horas; pero es obvio que el escenario cambiaría radicalmente. Por lo demás, también es obvio que no se estaría dejando salir a una banda de delincuentes: muy difícilmente se les puede achacar a esos jóvenes la comisión de delitos, y menos aún se les puede acusar de ser peligrosos socialmente; son sin duda peligrosos neoliberalmente, por andar pidiendo la gratuidad de un servicio destinado en ese modelo a su elitización y privatización relativa. Los otros, a los que se les encontró con tres botellitas mal mechadas y que los medios amplificaron como bombas molotov, francamente dan lástima, y es una socarronería de nuestra parte pensar que eso es peligroso: el único peligro es que les puedan explotar en las manos, como sucedió con los petardos en un CCH (pero esos heridos ni siquiera fueron procesados porque es obvio que aquí la ley funciona cuando quiere y como quiere la política que funcione). Sin embargo, con los presos y la represión que se ha ejercido, ahora sí estamos produciendo agentes de peligro, como lo atestiguan los morteros encontrados cerca de instalaciones militares (esta vez una niña ya perdió un brazo).
Insistir en este ambiente de podredumbre universitaria, manteniendo a los estudiantes en prisión, puede servir a otros fines, sin duda electorales y de ambición de poder. Pensar que este ambiente es sostenible hasta que pasen las elecciones y entonces venga la liberación y el congreso, es atentar sin escrúpulos contra nuestra institución. La li-beración debe hacerse ya, el CGH debe diluirse en el estudiantado general de la UNAM para evitar que se convierta en un grupo arrinconado y derrotado. Sus demandas seguirán siendo légitimas y redimensionadas como principios para llevar adelante el congreso (gratuidad, calidad de la educación, ampliación de la matrícula, elevación del subsidio educativo). Los programas de los candidatos a los altos puestos políticos de nuestro país deben comprometerse con estos principios que el CGH logró imprimir en la opinión pública como programa mínimo de la sociedad civil ante las injusticias neoliberales. *