VIERNES 24 DE MARZO DE 2000
* El disco La mata del son emula la experiencia de Buena Vista Social Club
Rafael Ríos, un loco... pero bohemio
Ernesto Márquez * Hay empeños que parecen imposibles. ƑQuién se atreve a grabar a viejos músicos soneros semirretirados, interpretando canciones de un joven compositor del que poco se sabe, y después de eso, invertir parte del patrimonio familiar?
Sólo un loco. Porque en estos tiempos en que todo se reza en el altar del marketing y se juega a lo seguro, nadie en su sano juicio haría lo que ha hecho Rafael Ríos: producir un disco de son.
Rafa ciertamente es un loco. Pero es un loco bohemio al que le gustan el vacilón y la buena música caribeña. Por eso, un buen día, mientras departía con algunos amigos ųsoneros ellosų, les comentó su intención de hacer un equipo de soneros mexicanos y grabar un disco con temas inéditos, que reflejara el carácter del músico nacional y las nuevas rutas del son.
En sus andanzas nocturnas por bares y congales, Ríos se dedicó a invitar a cuanto veterano músico-sonero se encontraba en su camino. Muchos no le creyeron, otros le dieron largas y los menos le decían, efectivamente, que estaba loco. Sin embargo, Rafael Ríos logró bordear todos los valladares y producir uno de los álbumenes de sones, guarachas y boleros más importantes que se haya realizado en México: La mata del son.
Fue una producción dura, montada con dinero propio y mantenida desde el gusto, el empecinado gusto por el son. Muchos intentaron persuadirlo: "vas a perder tu dinero, esa madre no vende", le decían. Pero Rafa, que nunca pensó en la rentabilidad del proyecto sino en el gusto que se daría y les daría a los demás, se lanzó de lleno a cumplir el cometido. Pidió prestada la Casa del Lago y allí se efectuó la grabación de 20 temas, de los cuales quedaron 10.
Rafa Ríos no se considera un disquero. Este hombre es un bohemio, que aplica a la música el mismo criterio que a los libros: ''Si no hay un editor que se interese en la poesía de alguien al que considero valioso ųEusebio Ruvalcaba, por ejemploų, me lanzo yo". Un día de estos se va a quedar en la ruina, pero como él dice: "ya lo bailado nadie me lo quita''.
La idea de Rafael Ríos coincide con la que le dio vida al Buena Vista Social Club, por todos conocida: rescatar del olvido a tantos y tan buenos músicos, para mostrarlos a las nuevas generaciones en toda su grandeza.
Así fue como llegó gente de probada calidad sonera, como el maestro Luis Martínez, pianista y arreglista de casi todos los temas; el también pianista Pepe Bustos; los cantantes Emilio Domínguez (único mexicano que grabó con la Sonora Matancera), Chico Andrade y Paquito Ocampo; el tresero Francisco González Zarrabal, mejor conocido como El Zurdo; el contrabajista Gaudencio Soto; los trompetistas Ruperto Suárez y Miguel Angel Flores, El Faquir; Israel Gallegos en el timbal, y en el bongó Pepe Vallejo hijo.
Otro mérito del maese Ríos fue el haber dado con un compositor como Memo Zapata, quien contaba con una obra ajustada al proyecto. De entrada, el novel creador Zapata puso en mano de Lusito Martínez su obra y con el arreglo de éste y el trabajo de todos, resultaron sones con todos los sabores y todas las notas posibles. Sones con la frescura de un tumbao de cheveridad. Boleros con algo de melancolía y guarachas jicamosas. Canciones, en fin, que invitan a bailar y a soñar.
El disco, en resumen, tiende un puente generacional. Un puente preciso de sonidos, de genes comunes, establecidos por la cadencia de los sones, guarachas y boleros, que aquí brotan con mucha savia tropical, tan sentidas y a veces literarias como las vidas de los intérpretes.
Que a Rafael no le quiten lo loco y a nosotros lo bailado.