La Jornada domingo 26 de marzo de 2000

José Antonio Rojas Nieto
Guerras de cuotas y cifras petroleras

Sin duda, a partir del primer día de abril los productores OPEP y no-OPEP deberán incrementar su producción de crudo para evitar que una limitación artificial de la oferta genere un desequilibrio de precios, tal y como lo provocó -ante un descenso drástico del incremento trimestral y anual de la demanda-, una sobreoferta artificial de crudo a fines de 1997 y principios de 1998. Eso, como se sabe, condujo al más bajo nivel de precios mensuales reales de que se tenga memoria en casi 50 años. Así de agresivo fue el ataque al precio del crudo (de hecho de todas las materias primas) una vez que irrumpió la crisis asiática y, con ella, la tremenda desaceleración de la demanda que se empezó a registrar severamente desde los dos últimos trimestres de 1997. En cambio -que no se nos olvide- el ascenso que ha implicado la recuperación de la demanda, en nada iguala los altos niveles reales registrados de 1980 a 1985 ni -mucho menos- el de octubre de 1990 en ocasión de la guerra del Pérsico.

Pero la decisión sobre el volumen es altamente controvertida. Desde hace casi un mes hay una verdadera guerra de cuotas y de cifras en torno a varios aspectos del mercado petrolero actual: el nivel de la demanda real en los trimestres cuarto de 1999 y primero del 2000; la baja estacional del segundo del 2000 y la recuperación de los trimestres tercero y cuarto que siguen; el nivel de la oferta real en esos trimestres; la producción efectiva de la OPEP; el monto de petróleo que Irak lanzará al mercado; y, para sólo citar otro más de esos que mucho influyen en la decisión que se tomará mañana lunes, el nivel de los inventarios y las previsiones sobre su recuperación.

Claramente hay dos posiciones extremas. Una primera, encabezada por los grandes consumidores y algunos productores aparentemente arrepentidos de su cercanía a la OPEP, señala una recuperación de un millón de barriles en 1999 y de casi dos en el 2000, que confrontada con sus datos sobre producción e inventarios, concluye en la necesidad de un incremento en la producción no inferior a los tres millones de barriles al día en abril, de los cuales la OPEP debiera proporcionar no menos de dos o incluso más si se desea cubrir inventarios en este segundo trimestre del año. La segunda, surgida del corazón mismo de la OPEP, señala un incremento de la oferta de un millón y medio en el 2000 y, efectivamente, una baja de un millón en la producción OPEP en 1999 respecto a 1998, con lo que implícitamente se acepta que la OPEP debiera aumentar el millón que debe y un poco más de lo nuevo, para que los otros productores que también deben paguen y participen con un poco en el nuevo incremento; pero insisten en que se reconozca el descenso estacional de este segundo trimestre que, dadas todas las previsiones, se espera de un monto cercano a un millón y medio de barriles. De aquí que los del corazón de la OPEP concluyan en que el incremento no debe ser de tres en general y de dos para el caso de la OPEP, sino de sólo un millón en abril, y de un millón y medio aproximadamente en julio, cuidando, en todo caso, que la recuperación de los inventarios no desestabilice de nuevo el mercado, y que la marcha estacional determine los ajustes correspondientes.

En este contexto resulta torpe -por decir lo menos- que oficialmente se asegure ya que México debe recuperar en abril los pocos más de 300 mil barriles que dejó de producir luego de los tres acuerdos con Arabia Saudita y Venezuela. Hay que recordar, además, que en 1998 se había llegado a un nivel medio trimestral superior a un millón 800 mil barriles diarios como resultado de una política de violenta expansión de nuestras exportaciones a Estados Unidos lo que, indudablemente, coadyuvó a inundar y desestabilizar el mercado, y a desplomar el precio. Es fundamental y satisfactorio que los representantes de nuestro país estén mañana en Viena, y que se mantenga la decisión de coordinarse con la OPEP para reconocer el nivel más justo y razonable en que se debe incrementar la oferta en abril, pero también en julio y luego en septiembre. Lo que resulta lamentable es que se hagan prematuras declaraciones sobre un nivel de producción que, de concretarse, nos regresaría a las peores y más vergonzosas épocas en las que, en los hechos, se practicaban simultáneamente un crudo esquirolaje hacia la OPEP y una afrentosa cercanía a los intereses petroleros de Estados Unidos. Recordemos siempre que lo cortés no quita lo valiente, y que la astucia no está reñida con la prudencia.