LUNES 27 DE MARZO DE 2000

Ť LA MUESTRA

Judy Berlin

Judy Berlin, primer largometraje de Eric Mendelsohn, quien el año pasado recibió el premio al mejor director en el Festival de cine independiente de Sundance, es el tipo de película arriesgada, de muy bajo presupuesto, fotografiada en blanco y negro, cuyo espacio ideal de exhibición sería el Foro Internacional de la Cineteca o el Festival de verano de la UNAM. Su inclusión en el programa de la Muestra es una buena sorpresa dada la calidad tan dispareja de lo hasta hoy presentado.

El director, antiguo asistente de vestuario en películas de Woody Allen, rescata en su primer trabajo algo del tono melancólico y del humorismo del director de Manhattan, pero su propuesta de una crónica sencilla y depurada de la vida del pueblo Babylone, en Long Island, Nueva York, guarda semejanzas mayores con el cine de Hal Hartley (Trust, 1991).

La acción transcurre en un barrio judío donde se entrecruzan las vidas de dos familias, los Gold, con el hijo David (Aaron Harnick), que sueña con ser realizador de cine, luego de regresar desilusionado de Hollywood, y prepara un documental sobre la gente de su pueblo, y los Berlin, con la hija Judy (Edie Falco), extrovertida aspirante a actriz, harta de trabajos de actuación amateur, quien sueña con huir hacia la costa oeste y triunfar en Hollywood. Mendelsohn describe el encuentro de estos dos personajes jóvenes, su laboriosa construcción afectiva, y, paralelamente, la relación entre el padre de David, un director de escuela a punto de abandonar a su esposa, y su colega, la profesora Sue (Barbara Berrie), madre de Judy.

Un personaje estupendo es Alice Gold, madre de David, que interpreta Madeline Kahn, actriz cómica favorita del director Mel Brooks (El Joven Frankenstein, Locura en el oeste, ambas de 1974). Su transfiguración dramática es aquí sorprendente, con un toque de ternura en su difícil aceptación del abandono conyugal y en la melancolía con que canta por una calle desierta: "Nunca más tendré dieciséis años, a menos que crezcan en los cerezos las manzanas". La actriz falleció recientemente.

En el ambiente sombrío de esta suburbia que semeja un pueblo de La dimensión desconocida, una mujer, Dolores (Bette Henritze), pierde paulatinamente la memoria, al tiempo que todos los habitantes viven la extraña oscuridad de un eclipse solar que no termina nunca. La fotografía en blanco y negro de Jeffrey Seckendorf captura con acierto los tonos irreales de esta larga noche ficticia, las insinuaciones del inminente despunte luminoso, y los reflejos de estas variaciones de luz y sombra sobre los rostros de los personajes. El director Mendelsohn, también guionista de la cinta, cumple cabalmente el objetivo expresado por el joven David Gold: realizar un documental sobre el pueblo de Babylone, sin un argumento, sin una trama, que simplemente sugiera la poesía del lugar. El director logra ésto y algo más: una galería de personajes vencidos y a la vez irreductibles, dispuestos, como la heroína del título, como Alice/Madeline Kahn, como David Gold, alter ego transparente del cineasta, a emprender de nuevo una aventura. La larga noche de un eclipse solar es, a la manera del terremoto en Vidas cruzadas (Altman,1993) o el diluvio de ranas en Magnolia (Anderson, 1999), el anuncio de tiempos más generosos.

Ť Carlos Bonfil Ť