LUNES 27 DE MARZO DE 2000
Ť Siete periodistas documentan el caso en un libro
Los asesinatos en Ciudad Júarez, por misoginia
Ť Denuncian desdén y omisiones de las autoridades judiciales
César Güemes Ť La cifra es de por sí inquietante: tan sólo en este mes han sido asesinadas cinco mujeres en Ciudad Juárez, más de 20 en lo que va del año, y casi 200 desde que en 1993 se comenzó a documentar el hecho de la maquinaria de matar, que funciona sin que nada ni nadie pueda detenerla en aquella entidad fronteriza.
Sin embargo, la cifra es fría y se convierte rápidamente en estadística, y de ahí al olvido hay menos de un paso. Para evitarlo, siete mujeres dedicadas a la comunicación se dieron a la tarea de indagar los casos de otras siete, víctimas éstas de ese ente ubicuo e invisible que asola la ciudad como si de una enfermedad incurable se tratara.
Las investigadoras Adriana Candia, Patricia Cabrera, Josefina Hernández, Isabel Velázquez, Rohry Benítez, Guadalupe de la Mora y Ramona Ortiz han conseguido un volumen que es ya indispensable para el seguimiento del caso y lo será más cuando se establezca la verdad apegada a cánones de justicia y de periodismo. El título del libro es claro en su propuesta: El silencio que la voz de todas quiebra. Mujeres y víctimas de Ciudad Juárez, publicado bajo el sello triple de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Casa Amiga y Ediciones del Azar.
De paso por la ciudad de México, es Guadalupe de la Mora quien habla de los motivos que llevaron a las siete investigadoras a indagar: "Empezamos a leer en la prensa lo que todo mundo lee de la nota roja. Conforme se fue incrementando la cifra de mujeres asesinadas consideramos que el problema rebasaba la magnitud de ese espacio y que se trataba de algo distinto. Cuando iniciamos la investigación, en el 97, ya iban ciento y tantas mujeres muertas, que era una cifra alarmante".
-ƑHabía en ese momento un dato preciso de los casos?
-No, ni siquiera. Las autoridades lo manifestaban así: ciento y tantas mujeres asesinadas. A nosotras nos asustó mucho no tanto el que las personas de la comunidad conocieran o no el dato, sino que las propias autoridades no tuvieran la cifra exacta. Era algo increíble. Las autoridades no se preocuparon en los inicios de los hechos y tampoco se preocupan hoy de lo que ocurre. Nosotras tuvimos acceso a un expediente que en cierto modo es la base del trabajo, integrado por la oficina de averiguaciones previas de la Subprocuraduría de Justicia del estado. Es un informe que se hizo para la opinión pública y resulta inverosímil la cantidad de errores que contiene.
-De qué orden son los errores, Ƒomisiones, ligereza judicial?
-No hay cifras, el lenguaje es impreciso y casi podemos hablar de burlas en cómo se describen los crímenes. Por una parte ocurre el hecho de los asesinatos y por otra hay elementos que lo agravan: la posición de las autoridades, los mismos policías o los reporteros; es un ambiente muy pesado el que se respira.
El compromiso es de ida y vuelta, como dice De la Mora: "Nosotras como mujeres comenzamos a analizar el asunto pero también a padecerlo".
-ƑSe inclinan por alguna hipótesis en particular, tal vez la de Ressler, que hablaba cuando vino a México de un escenario relacionado con la hechura de películas snuff?
-Realmente nuestra intención no es llegar a esclarecer los casos sino a exponerlos. Sin embargo, incluimos todas las hipótesis que se han manejado, incluyendo la de Ressler, la del investigador español José Antonio Parra Molina, la que habla de la banda de Los Rebeldes, la que señala como uno de los presuntos responsables al chofer de ruta llamado El Tolteca o la que habla de la autoría intelectual del Egipcio Shariff. Todas esas son líneas que la autoridad habrá de investigar. Sin embargo, nos parece increíble que haya al menos 180 muertes reconocidas por la ley y que la autoría de ellas recaiga en una sola persona e incluso en una banda de 10 integrantes. El caso es que la banda fue detenida, lo mismo que Shariff o el propio Tolteca, y los asesinatos se siguen perpetrando.
Esto es ya una enfermedad social, no una patología particular. La conclusión de Guadalupe de la Mora es drástica y concreta: "Estamos hablando de un ambiente en donde los asesinatos suceden porque pueden cometerse sin castigo y porque el clima de misoginia es tal que las mujeres en Ciudad Juárez han pasado a ser sencillamente desechables".