LUNES 27 DE MARZO DE 2000

Ť Ocho mil personas se unieron a la celebración


Aún queda en la Impulsora la resaca de la fiesta de Sonorámico

Ernesto Márquez Ť Dicen que por la Impulsora, en el limítrofe entre Aragón y Ecatepec, todavía suena y resuena la gran fiesta que se celebró el martes, con motivo del 25 aniversario del sonido Sonorámico.

šQué gran cosa, señores! Mil 600 metros cuadrados de asfalto para el dancing callejero, los mejores tíbiris del barrio y la actuación estelar de una delegación de artistas venezolanos, invitados exclusivamente para animar a un público chingonérrimo que, apretadito hasta la asfixia, estaba compuesto por 8 mil personas.

Que gran emoción fue estar allí y presenciar un convivio que, como decíamos antes, inspira el ideal de la vecinería y acrecienta el orgullo por nacer en un barrio de la ciudad.

A la fiesta de la Impulsora, que se realiza cada año, justo cuando comienza la primavera, asiste gente de verdad, que chambea y lucha cotidianamente por la subsistencia haciendo de todo.

Son la juventud y los jubilados de la acera. Son los que viven la dura realidad y el desconcierto. Los que habitan en casas pequeñas, en cuartos imposibles, pero que sienten el deseo de comunicarse, de respirar, de rodearse de un paisaje que durante el resto del día se les ausenta.

Vienen, como en el Fandango de Marcial, de todas partes y de todos los rincones de la ciudad con un solo objetivo: bailar.

La estación radiofónica Sabrosita da cuenta de ello. "Aquí tenemos bailadores de la Aragón, Ecatepec, Iztapalapa, Tepito, Santo Domingo, Coyoacán, Agrícola Oriental, Peñón de los Baños, Martínez de la Torre, Doctores, Buenos Aires, Bondojito...

Con sus peculiares normas de organización en las que todos participan, comenzando por los vecinos, que sienten como suya la celebración y ayudan a que todo esté en su sitio, la fiesta de los sonorámicos arrancó a las siete en punto con la animación de Estereo Rumba 97, cuyos dj no dejaban de saludar al personal que iba llegando: "Saludamos a la bandota de la colonia Tránsito, también a la gente de Ciudad Lago que hoy nos visita, a las rucas de la Baticueva y al Bucles", se escuchaba decir a Raúl Perea, archiconocido sonidero.

"Aquí vemos llegar a la Chiquis con su novio Pinocho, a don Vicente y la banda de la Olivar del Conde, a los compas del sonido Kimbala, a los chavos de la Esquina del Movimiento y al Popochas", insistía el afamado dj de la Peñón, mientras se escuchaba y bailaba La cumbia de la serranía.

Los sonideros estaban situados a lo largo de la calle Hacienda San Agustín. Al fondo se había instalado una tarima en la que actuarían los artistas venezolanos. Las orillas de la calle lucían repletas de poderosas bocinas y puestos de refrescos. En el centro, un sistema lumínico proyectaba luces estroboscópicas y multicolores, cual discoteca de lujo. Niños, jóvenes y viejos bailaban al ritmo de las salsas, cumbias y sones cubanos, ahora programadas por el sonido La Conga.

Hay que decir que cada sonido tiene su música y su manera de animar. El que le copie o se asemeje a otro pierde en el gusto de este caprichoso público. Por eso, el novel Mr. Zuarth optó por no mandar saludos ("comerciales", les llamam) y remitirse a programar "la salsa de hoy", lo más fresco de Nueva York, Puerto Rico, Colombia y Venezuela. En su bautizo de fuego salió avante, aunque la pelea es dura, ya que la oferta de sonidos de barrio es muy grande. Se dice que tan sólo en Iztapalapa hay 3 mil.

Después de haber sonado Mr. Zuarth le tocó el turno a los del festejo, que abrieron fuego con šmúsica celta!, para después arremeter con metrallazos cumbiamberos.

Para esa hora (diez de la noche) el paso por la calle era imposible. La gente hacía círculos para que los bailadores más prominentes se lucieran. La llama de la candela brotaba a cada metro cuadrado. El desplante y la gracia para bailar en un sitio aparentemente inadecuado para hacerlo fue algo que nos llamó la atención. El estilo danzario de la gente del barrio es uno muy peculiar: una suerte de invento arrítmico, con giros acrobáticos y actitud desafiante. Asimismo, la forma de vestir es muy de ellos: lucen ropas ajustadas o muy holgadas, hay quien llega de traje o vestido de rockers, con camisas negras estampadas con la esfigie de algún heavymetalero. No desentona.

Cerca de la media noche se encendieron las luces de la tarima y apareció el grupo La Constelación, el que acompañó a Ray Pérez y Tania de Venezuela. Ray abrió fuego con Pa' Puerto Rico me voy, uno de los números más pegados en el sonido de la calle y en el que luce sus grandes dotes de pianista. Su cantante, Dimas José Pedroso, fue recibido con una gran ovación, pues la gente reconoció en su timbre al intérprete de muchos temas que han bailado en el asfalto. Tania, una cantante de la que hacía mucho no sabíamos nada, pero que recordábamos por trabajos como el realizado a dúo con Andy Montañez, fue presentada como la madrina de la fiesta. Después de solicitarle la clásica vuelta, los malosos de la colonia le gritaron todo tipo de piropos. El más suave: "šbiscochito!".

Tania entonó dos temas con La Constelación, Playas de mi tierra y su archiconocida La pena que yo siento, para despedirse con un tercero a capella y los "šmamacitaš" del público.

La revelación de la noche fue el Sexteto Juventud, una agrupación que ha madurado una forma de hacer musica, basada en el son montuno con ingredientes del crossover neoyorquino al estilo Joe Cuba. Lucen en este grupo el tresero, el Jimmy Hendrix de Venezuela, según Mejía-Chi; el bongocero y pailero, que es una máquina del ritmo, y el cantante, que posee buena dicción sonera y sentido para el montuno.

Ya casi para terminar, Manuel López Miguel, dueño de los caballitos, hizo entrega de un pergamino de reconocimiento a los artistas invitados rubricando su aplaudido discurso con: "La música es el alma del pueblo. Un pueblo sin música es un pueblo sin alma".

Eran las tres de la mañana cuando decidimos retirarnos. Dicen que la fiesta aún sigue y que por la frontera de la Aragón y Ecatepec se escuchan los sones de los sonideros.