MARTES 28 DE MARZO DE 2000
Foco de resistencia y conflictos, la normal rural fundada en 1974
La leyenda negra de Amilcingo
Claudia Herrera Beltrán /II Ť En la esquina de las calles Lerdo de Tejada y Emiliano Zapata, los amilcingos (habitantes de un pueblo al oriente de Morelos) conservan el cascarón de una camioneta de la Policía Judicial como si fuera monumento. Hace 12 años, cuatro agentes intentaron detener a un vecino y la gente, que "no acepta una humillación", apedreó el vehículo hasta que los captores pidieron perdón y huyeron.
En 1940, diez soldados encabezados por un coronel sonorense (Rosas Flores era su apellido) y que "debía muchas muertes" fueron linchados por los pobladores, cansados de que los militares quisieran suspender la feria local.
La leyenda negra de Amilcingo venía de atrás, aun antes del movimiento agrarista de Emiliano Zapata. Teódulo Flores, primo de Vinh Flores, un líder local asesinado a balazos y que después fue convertido en héroe por haber conseguido la construcción de una escuela normal rural, cree que su belicosidad se remonta a la Colonia, cuando indígenas nahuatlacas se rebelaron contra hacendados españoles y en castigo no recibieron ayuda para la construcción de una iglesia, lo que en estos días todavía sigue siendo un sueño.
La mala fama que los ha hecho temidos por muchos, entre otros sus vecinos del contiguo municipio de Jantetelco -de "broncos" no los bajan-, se confirmó hace relativamente poco: en 1974, cuando estuvieron a un paso de la insurrección y lograron que el gobierno federal autorizara la construcción de la Escuela Normal Rural Emiliano Zapata y de un internado femenil que en 26 años han formado a un centenar de maestras originarias de esta zona y a miles provenientes de Morelos, Puebla, Veracruz y Guerrero.
Los amilcingos califican el hecho como una hazaña, porque entonces se creía imposible fundar una normal rural. Cinco años antes Gustavo Díaz Ordaz había decretado la desaparición de 14 de 29 que funcionaban en el país. Pero el recuerdo de Pedro Izcabalceta, un anciano que participó en las movilizaciones, lo dice todo: "El presidente (Luis) Echeverría tuvo que ceder. No le quedó de otra con tantas marchas y corretizas que le pusimos a la gente de la SEP (que se oponía al proyecto)".
Sin embargo, 26 años después aquella escuela, reflejo del arraigo de las normales rurales en las poblaciones campesinas, está generando encono e incertidumbre en Amilcingo a causa de una controvertida decisión de las alumnas de expulsar a cuatro compañeras "traidoras" a la base estudiantil.
Desde su fundación, las amenazas de cierre de la normal no han cesado, pero tampoco la combatividad de las muchachas. La movilización de 1997 incluso les costó una golpiza de granaderos en la plaza central de Cuernavaca, cuando protestaban por la cancelación de la inscripción de alumnas de otros estados y la disminución de la matrícula.
Y en todo momento el pueblo ha dado su apoyo "incondicional" a las jóvenes, dice el ayudante municipal Plutarco Rosales.
Pero ahora es distinto. Una polémica decisión de la "base estudiantil" derivó en la salida de la tercera parte del alumnado.
El director del plantel, Arturo Miranda, relata que el 13 de febrero una asamblea de alumnas acordó desconocer por sorteo a cuatro compañeras, de entre varias decenas, que no quisieron participar en un paro de labores en demanda de la compostura de una bomba para el suministro de agua.
Esa determinación provocó el desconcierto de otras alumnas, lo que fue aprovechado por las autoridades educativas estatales que -según la versión de las estudiantes- "enviaron oficios a los padres de familia para explicar la difícil situación que vivía el plantel educativo y promover el abandono de las instalaciones". El resultado fue que ahora 83 jóvenes están en la Universidad Pedagógica Nacional de Cuautla y 220 en Amilcingo.
La secretaria de Organización de la asociación estudiantil, Carmen Benítez, acusa al gobierno estatal de "alentar el problema", con el propósito de reducir la matrícula y cumplir su anhelo de cerrar una escuela que "al gobierno no le conviene porque forma maestros combativos y no sometidos".
Pero la versión del director del plantel -ex combatiente en la guerrilla de Lucio Cabañas- y la de un grupo de alumnas expulsadas es que el "autogobierno estudiantil" que opera en la escuela ha generado problemas tan severos que -agrega Miranda- han sido "puente de plata para la desaparición de un centro educativo que costó vidas".
Lucha y desaparición
A medio kilómetro de la normal vive la maestra Eva. Está jubilada y es pastora de una iglesia evangélica, la única bien construida en un lugar donde apenas hay una pequeña capilla católica y sus feligreses tienen que recibir los sacramentos en el templo del contiguo pueblo de Huazulco.
La maestra Eva es la única sobreviviente de aquel grupo que encabezó las movilizaciones para la fundación de la normal rural. En 1973, era profesora de la primaria Emiliano Zapata, y junto con Vinh Flores, Nabor Barrera y Benedicto Rosales organizó a los campesinos para demandar la construcción de tres escuelas, entre ellas la normal rural, y la autonomía municipal de Temoac.
Fue en esos años cuando comenzó a afianzarse el liderazgo de Vinh Flores, hasta convertirse en una leyenda que figura al lado de Zapata y el Che Guevara en los murales de la normal rural.
Después de varias marchas a Cuautla, Cuernavaca y el Distrito Federal; de "corretear" a autoridades del gobierno, y de estar en la frontera de la rebelión, los pobladores finalmente edificaron su normal.
A ésta le siguieron dos centros de bachillerato tecnológico y la fundación del municipio de Temoac, en protesta porque los caciques del municipio de Zacualpan -al que pertenecían antes los amilcingos- se negaban a rotar la responsabilidad del ayuntamiento entre todos los pueblos.
Al poco tiempo, Rosales fue baleado en la plaza. En 1976, Vinh Flores y su tío Enrique aparecieron muertos en la frontera con Puebla, y tres años después, Barrera. En todos los casos no hubo investigaciones, sólo la sospecha de que los entonces gobernadores de Morelos, Felipe Rivera Crespero y Armando León Bejarano, "los mandaron matar".
La dictadura estudiantil
Localizado a unos pasos de la frontera con Puebla, Amilcingo -antaño ranchito del vecino pueblo de Huazulco- ha padecido el olvido de muchos gobiernos. Sus 5 mil habitantes, aun con manifestaciones de descontento, no han podido conseguir que todas sus calles estén pavimentadas ni un camino seguro para llegar a los cultivos de La Nopalera, que son su fuente de subsistencia.
En los últimos años, lo que ha salvado de la miseria a esos campesinos temporaleros son algunas fábricas caseras de dulces y la reventa de maíz, que compran a sus vecinos, lo cuecen y luego lo ofrecen al menudeo en las calles de Cuautla.
Esa es la razón por la cual la normal rural es la prenda de oro de un sitio en el que las mujeres han pasado a ser, como la maestra Eva, lideresas y principales impulsoras del progreso.
Liborio Aragón, campesino de 69 años y fundador de la única banda de música de Amilcingo, sabe lo importante que ha sido la normal: "Antes de su construcción estábamos en la oscuridad: la gente atrasada, sus casitas eran de zacate y las muchachas nomás se dedicaban campo".
Por eso, la forma como las alumnas decidieron la "expulsión" de sus compañeras no ha gustado mucho ni a los trabajadores del centro educativo, en su mayoría ancianos que contribuyeron de diversas formas a la fundación del colegio y en recompensa obtuvieron un empleo. Uno de ellos es el propio primo de Vinh Flores, que trabaja como jardinero; desconcertado manifiesta: "Parece que las muchachas no razonan".
Igual que las organizaciones estudiantiles de las otras 16 normales rurales, la de las amilcingas ha sido poderosa desde su fundación. Eso, en opinión del director de la escuela, ha sido bueno: "Lo saludo con simpatía, siempre y cuando se evite la anarquía.
"Mire, he sufrido cárcel, persecución y tortura por mi lucha contra las injusticias; participé en los movimientos guerrilleros de los años 70 y no reniego de mi pasado. Pero en lo que no estoy de acuerdo es que en la escuela haya una dictadura estudiantil que sacrifique lo académico por lo político."
Miranda define la vida de la escuela: "Es un autogobierno no legalizado. En el momento en que he querido remover de área a algún académico que le simpatiza al comité estudiantil, las muchachas se me han venido encima. Pero si una maestra o un trabajador no tiene palancas con ellas, las muchachas se van duro en su contra".
El responsable del plantel, que en varias ocasiones ha intentado negociar una solución con las alumnas (desterradas y no), se declara convencido de que esos problemas le dan argumentos a los opositores del normalismo rural para cerrar esa escuela, "y están provocando la desconfianza y el encono del pueblo que tanto luchó por esta normal".
Pero no todos piensan así. El tío Peter, como cariñosamente le llaman las amilcingas a Pedro Izcabalceta, un hombre de 60 años que limpia el comedor del internado, cree que las alumnas tienen razón, porque "el gobierno ha manejado gente para dividir a las muchachas y desaparecer la escuela".
El tío Peter está convencido que, como los habitantes de El Mexe, Hidalgo (que hace poco más de un mes estuvieron a punto de linchar a más de 60 granaderos que agredieron a estudiantes), los de Amilcingo van a hacer lo mismo.
"El pueblo parece desorganizado, pero cuando haya un problema se va a unir, y así como la escuela se peleó con sangre, con sangre se va a cerrar."