La Jornada martes 28 de marzo de 2000

Luis Hernández Navarro
Horario de verano

Tan son unos rateros esos del gobierno que hasta una hora nos robaron", le dijo una inquilina de la ciudad de México en 1997, en plena campaña electoral, al candidato a diputado Gilberto López y Rivas. Y añadió: "Por eso voy a votar por ustedes".

El malestar por la imposición gubernamental del horario de verano no es exclusivo del Distrito Federal: sacude todas las regiones y estratos sociales del país. También la resistencia en su contra. En Chiapas muchas comunidades rurales hablan de la existencia de dos husos horarios: el de Dios y el del gobierno; por supuesto, se rigen por la hora de Dios. Los habitantes de Sonora toman como referencia el de su principal socio comercial: Arizona, en los Estados Unidos, donde no existe el horario de verano.

Al menos en Sinaloa, Baja California Sur, Zacatecas, Sonora, Nayarit, Chihuahua, Distrito Federal, Guerrero, Michoacán, Chiapas, Jalisco, Coahuila y Tlaxcala se ha dicho no al horario de verano. En otros estados el asunto está a discusión. El rechazo proviene tanto de los habitantes de esos estados como de los Congresos locales y sus gobernantes; lo mismo de empresarios que de padres de familia, de gente sin partido que de dirigentes del PRI, del PAN y del PRD. La vocación mandarinesca de los funcionarios de la Secretaría de Energía ha logrado hacer el milagro de unificar a casi todo mundo en su contra.

La decisión de implantar el horario de verano fue tomada por el Ejecutivo federal mediante decreto del 29 de diciembre de 1995, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 4 de enero de 1996. No participó en ella el Congreso de la Unión. Tampoco se consultó a la ciudadanía. Fue una acción unilateral y vertical del gobierno central, sin sustento jurídico en la Constitución, ajena al espíritu de una República Federal. Una medida que evidencia la voluntad de gobernar imperialmente promulgando edictos, ordenanzas y decretos, al margen de los consensos sociales.

Los supuestos beneficios del horario de verano son imperceptibles para la mayoría de la población. El aumento mensual de 0.8 por ciento de las tarifas eléctricas a los usuarios domésticos impide que el ciudadano común y corriente vea una ganancia en la medida. En cambio, la población escolar sufre sus efectos. En muchos centros educativos las clases comienzan a las 7 de la mañana y en otros a las 8. El adelanto de una hora significa que deben despertar y trasladarse a sus escuelas de madrugada, sin luz solar. Tampoco ha producido menores situaciones de riesgo y accidentes asociados a la oscuridad. Y, al sur del Trópico de Cáncer, el ahorro de energía es prácticamente inexistente.

Demagógicamente, las autoridades presentaron esta medida como parte del impulso a una "cultura del cuidado de la energía". Han dicho que con ella se aprovecha más la luz natural, se reduce el consumo de combustibles asociados a la generación de energía eléctrica que equivalen a ocho millones de barriles de petróleo al año, disminuyen los contaminantes en las zonas de generación de energía, se realizan más actividades sociales, económicas y familiares. Han presentado algunas cifras para demostrarlo.

Pero, con razón o sin ella, el sentido común y la desconfianza hacia las autoridades lo pone en duda. Durante años han manipulado lo mismo las cifras de los resultados electorales que los montos de inversión necesarios para modernizar el sector eléctrico. ƑPor qué no van a hacer lo mismo en esta ocasión? Aunque el horario cambie, el alumbrado público permanece encendido el mismo tiempo, las fábricas consumen la misma cantidad de energía para funcionar, las bombas que extraen agua para el riego agrícola usan la misma electricidad, los anuncios comerciales se mantienen prendidos durante la noche las mismas horas y los refrigeradores, televisores, planchas, y aparatos de aire acondicionado en los hogares siguen trabajando indistintamente de si el gobierno decreta que el día comienza una hora antes o una después.

La revuelta ciudadana en contra del horario de verano ha sido encarada con muy poco sentido común por parte de los funcionarios gubernamentales. El secretario de Energía, Luis Téllez, se sacó de la manga el acordeón que utilizaba para enfrentar las pruebas sobre la privatización eléctrica, y repitió el mismo argumento de siempre: "Sin horario de verano lo que se tendría que aplicar este año serían cortes programados a la industria, a los servicios y a los hogares...".

Ante el horario de verano el secretario Téllez ha dado una muestra más de su oficio político: ha logrado convertir un asunto administrativo en una disputa sobre los niveles de competencia de los estados y la Federación, en una demostración de cómo no se pueden tomar decisiones sobre la vida de la gente al margen de ella, y en una especie de referéndum anticipado sobre los comicios federales del 2 de julio próximo. Si las autoridades no le devuelvan a los ciudadanos la hora que les robaron que mejor comiencen de una vez a preparar sus maletas.