La Jornada miércoles 29 de marzo de 2000

Arnoldo Kraus
Trasplantes: 1 + 1 no es dos

HAY UNA ANÉCDOTA que no ceso de repetir. Usualmente lo hago para mí pero en no pocas ocasiones he encontrado útil comentarla con otras personas. En 1976, cuando alumno de patología, en el Hospital General de la Secretaría de Salud (Ssa), nosocomio tradicionalmente ''pobre'', tanto por los pacientes que ahí acuden como por los recursos que recibe del gobierno y que no son suficientes para atender dignamente a los enfermos, escuché de un maestro la historia siguiente.

Después de haber adquirido un microscopio electrónico, que en esas épocas eran escasos y todo un lujo, el jefe de la Unidad de Patología comentó en una de las sesiones las ventajas que ofrecería el microscopio en los rubros diagnóstico e investigación. Un médico, preocupado por la realidad del hospital, increpó al patólogo y lo cuestionó: ''ƑNo considera usted que es un lujo excesivo haber comprado un microscopio electrónico cuando en ocasiones no hay gasas suficientes en los quirófanos?''. En un santiamén, el patólogo respondió con excelsa ironía: ''ƑNo piensa usted que es una exageración contar con universidades cuando en el país hay analfabetas?''.

Veinte años después aún encuentro difícil la respuesta, aunque he aprendido que en medicina, y sobre todo en bioética, uno más uno no es dos. El conocimiento debería ser parteaguas para evitar muertes por diarrea y para ofrecer órganos para quienes requieren, como única vía para no fenecer o vivir dignamente, el o los trasplantes necesarios. Debería ser también instrumento para educar y nutrir a todos y dotar de medicamentos a los enfermos que los requieran perennemente como vía para evitar el deterioro de los órganos, que al dejar de funcionar requieren uno nuevo. Pero no. La realidad y la injusticia son mucho más tangibles y visibles que la sabiduría médica. Por eso, insisto, en bioética, y sobre todo en el Tercer Mundo, uno más uno no es dos.

La reciente discusión, en relación a la propuesta de ley impulsada por la Ssa para agilizar los trasplantes, esquematiza las dicotomías previas y pone el dedo en una de las tantas llagas de la salud de los mexicanos. Y no es para menos: bien dicen quienes afirman que la bioética será la filosofía de este siglo. La iniciativa de la Ssa sobre la donación automática cuando fallece la persona, conocida a nivel internacional como ''consentimiento presunto'', implica la donación obligatoria de órganos y tejidos, a menos que la persona se haya manifestado en contra de ese procedimiento.

A pesar de que la idea de la Ssa es sana, pues pretende resolver los problemas de los más de cien mil receptores potenciales, diversos sectores de la sociedad se manifestaron en contra de la iniciativa. De hecho, el proyecto de reforma a la Ley General de Salud en materia de trasplantes será modificado, y seguirá siendo la familia quien decida donar o no los órganos del fallecido. La pregunta cimental, y que traduce muchas caras del acontecer mexicano, es Ƒpor qué motivos, una propuesta aparentemente sana encuentra oposición en la población? Los óbices no parecen ser gratuitos y pueden resumirse en dos apartados.

Primero, a nivel sentimental, intuitivo, la proposición generó una serie de ideas que podrían albergarse bajo el rubro desconfianza. Tal y como lo manifesté en estas páginas (marzo 10), la donación automática suscitó, en nuestro medio, muchas inquietudes pues, retomando incontables experiencias, los donadores serán primero los más pobres y los receptores quienes más tengan. Factores como ''aceleramiento'' de la muerte cerebral, probables manejos turbios por parte del Ministerio Público, desconocimiento de grandes porciones de la población del ''consentimiento presunto'', imposición de leyes, posible venta de órganos y otros rubros éticos generaron, asimismo, malestar en la comunidad. Baste recordar el reciente suceso en el Hospital Regional de Puerto Vallarta, en donde se consideró como únicos presuntos responsables del homicidio imprudencial de cinco personas, a los empleados del hospital y al repartidor de la empresa INFRA (recuérdese que la muerte fue porque se suministró bióxido de carbono en lugar de oxígeno). ƑFue justa la aplicación de la ley?

Segundo, a nivel profesional, la mayoría de quienes laboran en hospitales de gobierno coinciden en que no se cuenta con la infraestructura suficiente para absorber ''demasiados'' órganos ni con el dinero para que los pacientes costeen los medicamentos que evitarán el rechazo del trasplante.

La realidad es simple: el año pasado se efectuaron tan sólo mil trasplantes renales en el país.

No hay médico que se oponga a los trasplantes ni al progreso de la ciencia. Hay muchos que saben que las gasas, los antibióticos y las proteínas salvarían muchas vidas y prevendrían algunos transplantes. Y hay otros que cuestionan la emergencia de desdobles éticos vinculados con la donación automática.