ASTILLERO Ť Julio Hernández López
El punto fino del caso de Oscar Espinosa Villarreal es el referido al tiempo político, a los tiempos electorales.
Habrá quienes consideren que el inicio de un procedimiento judicial contra el actual secretario de Turismo se dio a destiempo, dejando crecer en los ciudadanos del país entero la percepción de que ni siquiera un gobierno como el iniciado por Cuauhtémoc Cárdenas, y continuado por Rosario Robles, había podido intentar el castigo de un personaje al que se ha asociado largamente con actos de corrupción pero al que, hasta ahora, no se le había podido instaurar un proceso en contra.
Otros, por el contrario, supondrán que este es justamente el mejor de los tiempos posibles, pues la exhibición pública de uno de los expedientes oscuros del ex regente habrá de subir los ya de por sí altos bonos del partido del sol azteca en la capital del país, e incluso convertirse en un instrumento de presión, o de defensa, según se quiera ver, ante el riesgo de que el sistema priísta pretendiera desconocer la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, a causa de la controversia respecto del tiempo de residencia en la capital del país que tiene el tabasqueño.
A destiempo según unos, y muy a tiempo según otros, a quien no debe caber duda de que este es un momento justo y necesario es a Espinosa Villarreal: tantas y tan insistentes son las versiones que le adjudican gigantescos actos de corrupción que, como se dijo líneas atrás, resulta verdaderamente justo y necesario que el siempre sonriente mexiquense pase cuando menos por la prueba judicial correspondiente a sólo uno de los cargos que se le suelen hacer, acaso de poca monta comparado con los demás que se le adjudican.
La valoración del tiempo en el que se ha producido, en la cámara de diputados, esta solicitud de apertura del juicio de procedencia contra el secretario de Turismo, pasa también por el papel de la propia procuraduría capitalina de justicia, jefaturada por Samuel del Villar.
Uno de los casos de mayor escándalo de cuantos le ha tocado atender, el del asesinato de Paco Stanley, ha llevado a la procuraduría capitalina al enfrentamiento directo con el presidente de la comisión de los derechos humanos en el Distrito Federal, Luis de la Barreda, a propósito de los cargos hechos contra Paola Durante.
Los puntos débiles que pudiese tener la investigación hecha por Del Villar sobre este asunto, han sido explotados con especial dedicación por medios y personajes que han intentado con perseverancia minar la labor de Samuel. Pero, sin duda, la imagen de la procuraduría ha sido lastimada a partir de los enredos relacionados con la citada señora Durante y con el presunto testigo de las maquinaciones relacionadas con el asesinato del animador de televisión, Juan Gabriel Valencia.
Sin embargo, y en contrapartida de quienes le adjudican intenciones electorales a la decisión anunciada ayer de actuar contra Oscar Espinosa, también es cierto que justamente en estos momentos la procuraduría de Del Villar ha dado muestras inequívocas de actuar con los ojos puestos en las evidencias y los códigos, y no en las implicaciones o las derivaciones políticas de casos delicadísimos en los que ha llegado a tener la posibilidad de inducir sospechas dañinas para el sistema dominante o, cuando menos, de ser omiso o escurridizo para dejar que funcionarios de corte priísta cargasen solos con ciertas responsabilidades. Recuérdese que Del Villar ha manejado con absoluta pulcritud las partes que le han correspondido en los quemantes casos de, por ejemplo, el asesinato o suicidio de quien fue oficial mayor de la PGR, Juan Manuel Izábal, y del atentado en el Hotel Imperial contra Cuauhtémoc Herrera y Raquenel Villanueva.
Pero, más allá de esas necesarias puntualizaciones, de tiempos y destiempos, es saludable para todos, comenzando por él mismo, que Espinosa Villarreal sea puesto en el camino del enjuiciamiento de algunos de sus actos. Durante largos años Oscar ha sido pieza esencial de engranajes que han producido corrupción (Nafinsa, grupo financiero Havre, finanzas de la campaña presidencial de Ernesto Zedillo y la jefatura del gobierno capitalino). Pero, hasta ahora, todo había quedado en los mismos terrenos retóricos que ayer con prosa inflamada pronunció el propio Oscar, al quejarse de linchamientos políticos y del uso politizado de la maquinaria judicial en su contra.
No está de más advertir los riesgos que el acumulamiento de asuntos le está creando al sistema PRI-gobierno, justamente en los muy preocupantes (angustiantes, a veces) momentos que vive ese binomio ante las dificultades de crecimiento político de su candidato a la presidencia. Al escándalo del Fobaproa (en el que Dolores Padierna sigue activa, a pesar de presiones y hasta amenazas) deben sumarse tanto el caso Espinosa Villarreal que acaba de iniciarse, como el de las famosas cajas que Andrés Manuel López Obrador dio a conocer años atrás con los comprobantes de los gastos de la campaña de Roberto Madrazo en 1994, y que ahora han sido recordadas por Arturo Núñez, quien en días pasados aseguró en Villahermosa que el contenido de esas cajas era absolutamente cierto, y que por ello de inmediato Roberto Madrazo buscó el apoyo de su correligionario Núñez, quien ayudó en aquella ocasión a salvarle la vida política a quien ahora lo trata de exterminar mediante el uso desbocado del erario para apoyar a Manuel Andrade para que sea el próximo candidato a gobernador.
Astillas: A propósito de las irregularidades de las que se acusa a Espinosa, conviene recordar que el contralor de su administración fue el panista Héctor Valenzuela... Y, ya que se dice que parte de esos dineros perdidos se dedicaron, o se dijo que se dedicaron, a pagar embutes a periodistas y columnistas, bueno será conocer la relación de esos beneficiados (varios de ellos conversos al antioscarismo en cuanto dejaron de cobrar en el DDF), y conocer también lo que a su interés convenga de quienes coordinaron la oficina de prensa de Espinosa, como Alberto Santoscoy, Roberto Femat, Alfredo Cortina y Amado Treviño... Tres diputados locales de Zacatecas renunciaron ayer al PRI en una tardía protesta por la designación de Genaro Borrego y José Bonilla como candidatos priístas a senadores por aquella entidad. Según José Manuel Ríos Núñez, Maribel Villalpando Haro, y Rafael Candelas Salinas, hubo una gran falta de democracia en la postulación del ex director del IMSS y del líder de pequeños productores. Por ello, decidieron renunciar al PRI y quedar como legisladores independientes. Candelas fue uno de los hombres más cercanos a Ricardo Monreal cuando buscaban la candidatura priísta a gobernador para éste. Cuando se produjo el llamado monrealazo, Candelas prefirió seguir en el PRI. Ahora, a la distancia, da un paso hacia el núcleo político original... Habrá que estar atentos a las postulaciones priístas a diputados federales de mayoría, luego de la convocatoria que se ha dado a conocer... Cuauhtémoc Cárdenas pagó y cobró por la congruencia política ayer en el Tec de Monterrey. Si hubiese asumido las actitudes camaleónicas de Vicente Fox, de decir frente a cada cual lo que quiere oír, posiblemente hubiese tenido aplausos continuados. Sin embargo, ya que defendió la importancia de la UNAM, de las luchas por la gratuidad de la enseñanza, y se pronunció contra el uso de la fuerza hacia los universitarios, y por la libertad política, recibió rechiflas en uno de los principales centros de la educación privada. Sin embargo, esos mismos jóvenes de elite reconocieron la valía de la congruencia implacable de Cárdenas y al final le aplaudieron sin regateo.
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