La Jornada jueves 30 de marzo de 2000

Jean Meyer
Rusia, año IX

La segunda república de Rusia está en su noveno año y sus ciudadanos acaban de elegir como nuevo presidente un hombre de 47 años, Vladimir Putin, totalmente desconocido hasta el verano pasado. En su última jugada maestra, Boris Yeltsin lo propulsó hacia la silla presidencial en dos movidas: primero lo nombró primer ministro, luego renunció el 31 de diciembre pasado y lo dejó como presidente interino. Ahora Putin es totalmente presidente puesto que ganó a la primera vuelta.

Hace tres siglos que Rusia es para Occidente un espejismo, un enigma o una amenaza. Espejismo cuando los filósofos del siglo XVIII alababan a la zarina, cuando los intelectuales del siglo XX eran fascinados por "esa luz que viene de oriente". Enigma en el siglo XIX: ƑRusia es europea o asiática, civilizada o bárbara? Amenaza cuando las tropas de Alejandro derrotan a Napoleón y entran en París, cuando el Ejército Rojo derrota a Hitler... e invade Afganistán.

Hoy en día Rusia sigue siendo un enigma para muchos y una amenaza para algunos. No se sabe bien a bien quién tiene realmente el mando, ni se sabe qué quiere Rusia. Los medios de información no informan: Rusia es noticia sólo cuando se puede hablar de la enfermedad de su presidente, de la mafia, de los escándalos de los "nuevos rusos"/nuevos ricos, del lavado de dinero y de las atrocidades cometidas en Chechenia. De la sociedad rusa, nosotros los lectores de una prensa rusa para nada despreciable y de unos sitios de Internet bastante buenos, logramos tener alguna idea, completada por viajes episódicos, pero no es fácil vencer la indiferencia de las redacciones.

Sin embargo, Rusia sigue siendo una nación cuya futura evolución puede ser decisiva para sus vecinos europeos y asiáticos y, por lo mismo, para el mundo. Analizar el régimen político ruso es indispensable, por más complicada que sea la tarea. Lo único que sabemos es que no sabemos y que los especialistas han sido incapaces de prever tanto la caída de la Unión Soviética como lo que ha pasado durante los nueve últimos años en la "nueva" Rusia. A un optimismo infundado ha sucedido un pesimismo exagerado: como no ha ocurrido el milagro de una democratización completa (Ƒqué es eso?) acompañada de una prosperidad generalizada, el mundo exterior prefiere olvidarse de Rusia.

La evolución de Rusia ha sido más compleja, más contradictoria, imprevisible. Rusia no es un "Estado de derecho" --tampoco México--, ni tiene una economía de mercado. Su desovietización no ha seguido el mismo ritmo, ni ha tenido los mismos resultados que en las ex democracias populares de Europa central. No es una razón para limitarse a ver en Rusia sólo el caos, el crimen y la corrupción. ƑCaos? No es el caso: los trenes funcionan (šojalá México tuviese trenes rusos!) y el correo también (prefiero no decir que de México a Nueva York una carta puede tardar dos meses, y dos meses también de París a México, y un mes del aeropuerto capitalino a Anzures).

Quien viaja a Rusia puede certificar que hay orden, que la autoridad es presente, los servicios asegurados, las escuelas bastante buenas, el agua (no es potable, como en México) siempre pre- sente, las ciudades limpias los sueldos y las pensiones por fin pagados (son miserables, especialmente las pensiones). En cuanto a la población rural, no ha cambiado su modo de vida: el sistema soviético, templado desde los años de Nikita Jruschov por una recampesinización, sigue vigente.

Moscú es un volcán de dinamismo y de actividad, pero muchas ciudades rusas de provincia, de manera mucho menos espectacular, muchas regiones también, están despertando. Hasta Piter (San Petersburgo) quiere dejar de ser la bella durmiente.

Dicho todo esto para requilibrar la visión que el lector podría tener de Rusia, no cabe duda que los problemas son enormes y que el nuevo presidente tendrá una tarea herculeana si quiere asumir efectivamente la dirección política y económica del país. Tendrá que construir un verdadero Estado central, sin exceso, tomando en cuenta las variaciones regionales de esta inmensa nación y la necesidad de respetar y completar la organización compleja de relaciones, captura y reparto de los recursos, organización en parte heredada de la Unión Soviética, pero también creada desde 1987. La tragedia de Chechenia merece otro artículo.