La Jornada domingo 2 de abril de 2000

Guillermo Almeyra
Los sindicatos en la mundialización (I)

El debilitamiento de los Estados en la política redistributiva y la obtención de consenso ha llevado también al debilitamiento de todos los instrumentos paraestatales de mediación y, entre éstos (iglesias y partidos, por ejemplo), de los sindicatos. Estos son el equivalente de la OPEP en el campo de la mano de obra, elementos que, en vez del petróleo, tratan de reglamentar la oferta, el precio y las condiciones de empleo de la mercancía fuerza de trabajo. Por lo tanto, tropiezan con el mercado que quiere desregular todo, con el poder de las grandes empresas transnacionales, que es muy superior al del Estado, y con la práctica desaparición del margen de maniobra que había para instrumentos que mediaban entre la presión de la base y el aparato estatal para que éste, a su vez, mediase ante las empresas utilizando presiones políticas.

Los dirigentes sindicales, a resultas de esto, se dividen en dos grandes categorías: los que se subordinan a la política de los gobiernos y la siguen ciegamente, cualquiera sea ella (los de la mayoría de la CGIL italiana, los ''gordos'' de la CGT argentina y cuanto charro exista en cualquier país) y, por el otro lado, los que tratan de mantener alguna distancia de los gobiernos aunque no estén contra el sistema (UGT española, CGT francesa, ''combativos'' argentinos, CUT brasileña) intentando renegociar un espacio con las empresas, cuya lógica e intereses reconocen y a las que hacen planes incluso de racionalización del mercado. No es difícil entender entonces por qué caen a pico la afiliación sindical y el prestigio no sólo de los sindicalistas sino también de los sindicatos, y por qué pululan pequeños sindicatos ''independientes'' o ''autónomos'' (muchas veces corporativos, de categoría, otras revolucionarios o especies de mezcla entre partidos y organismos gremiales -Cobas italianos-, los grupos que siguen al ''Perro'' Santillán en Argentina, etcétera)

Mientras los charros y los ''charros de repuesto'' luchan sobre todo por mantener sus privilegios y su poder menguante, los reales problemas de los trabajadores (empleo, retroceso en las condiciones de trabajo y en las conquistas, como las 8 horas, el régimen de represión en las empresas, etcétera) permanecen en la oscuridad. Porque los charros son sirvientes de las políticas de los gobiernos y, por lo tanto, no tienen interés en sindicalizar a masas crecientes que están fuera de toda organización gremial ni en preparar cuadros para la disputa con la patronal (a la que apoyan, de la que dependen) mientras que los neocharros buscan un espacio propio como garantes sociales de gobiernos que hacen la política del capital financiero.

El sindicalismo de Brasil (la CUT, Central Unitaria de los Trabajadores, unida al Partido de los Trabajadores) nació de la creación de grandes sindicatos de masas, democráticos y anticapitalistas, contra la dictadura militar y también de la alianza con los intelectuales, cristianos o socialistas, formados en 1968 y en la lucha contra los militares. Ese sindicalismo aplastó a los charros locales (los ''pelegos'') fomentados primero por el Estado varguista y utilizados después por los militares, y cambió los aparatos de control de ese populismo estatal (eso llevó a la transformación del DIEESE, Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos). La involución política de una CUT cada vez más moderada fue ulteriormente compensada por una radicalización en el PT y en los intelectuales que actúan en y sobre el medio intelectual. El Instituto de Investigación Económica y Social (IRES, de Francia) nació por su lado de las esperanzas en un cambio socialista producidas por la victoria de François Mitterrand y de la necesidad de éste y del Partido Socialista de financiar, mediante el Estado, un aparato intelectual que la central ''socialista'' Force Ouvrière no le daba. El nacionalismo francés, por otra parte, explica el estudio de los efectos dañinos... de las inversiones estadunidenses en Francia. En países, en cambio, donde la mayoría de los trabajadores no están sindicalizados (y por eso crecen las maquilas) y además ni siquiera tienen un empleo formal y donde las direcciones sindicales mayoritarias son meros rodajes del aparato político gubernamental, que está subordinado a las transnacionales, Ƒes posible siquiera el mínimo margen de independencia crítica de que gozan los ejemplos antes citados? ƑPor qué los gobiernos y los charros deberían financiar estudios adversos a sus amos? ƑPara dar trabajo a sociólogos? ƑPor masoquismo?

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