ARIZMENDI, EL RETO DE "COMPLEMENTAR"

La espera de casi cinco meses para conocer el nombre del sucesor del obispo Samuel Ruiz García en la diócesis de San Cristóbal de las Casas terminó el viernes pasado con el nombramiento de Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de Tapachula. El nombramiento de Arizmendi significó un respiro ante las especulaciones surgidas tras el inesperado traslado a Saltillo, Coahuila, del coadjutor, Raúl Vera, quien se esperaba fuese el sucesor automático al momento en que Samuel Ruiz cumplió 75 años y presentó su renuncia.

La designación de Arizmendi, un obispo que -si bien es considerado de tendencia conservadora- conoce los conflictos de la entidad y ha sido solidario con la diócesis de San Cristóbal ante los acosos y agresiones del poder local y de los paramilitares, conjuró la posibilidad de que la jerarquía eclesiástica aprovechara el momento de la sucesión para promover el nombramiento de una persona más cercana al llamado club de Roma, lo que significaría revertir o desmantelar el trabajo y las redes comunitarias establecidas con los fieles -mayoritariamente indígenas- de una diócesis a la que el llamado Tatic convirtió en Iglesia de los pobres.

Al aceptar el cargo, el obispo Felipe Arizmendi prometió "complementar" el trabajo de don Samuel, lo que fue entendido por los más cautos como una distancia del compromiso de continuidad. De cualquier modo, la tendencia del sucesor no tardará en apreciarse a cabalidad en los próximos meses en la forma como enfrente los retos que representa dirigir esa diócesis chiapaneca.

La misma, en efecto, está desde hace rato en la mira del gobierno y de la oligarquía chiapanecos, que han visto afectados sus intereses por el amplio trabajo de concientización entre los pobres emprendido desde la diócesis. Igualmente, ha sido vista con hostilidad por el gobierno federal, que rechazó el papel de mediación de Samuel Ruiz en el conflicto con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, e incluso lo acusó de ser parcial.

Al mismo tiempo, representa un apoyo para los observadores internacionales que han tenido en esa curia un importante respaldo para sus labores de vigilancia y denuncia de los atropellos contra las comunidades indígenas, cometidos por las corporaciones policiales, el Ejército y los paramilitares.

No obstante, queda por ver si la normalización de esa conflictiva diócesis se impone a la adecuación de sus nuevos prelados a las exigencias sociales, culturales y políticas de su grey.