La Jornada domingo 2 de abril de 2000

José Agustín Ortiz Pinchetti
Para conjurar el craaac político

La confrontación entre el PRI y la oposición el 2 de julio puede convertirse en un plebiscito "a la chilena" del Sistema Presidencial-Monárquico. El triunfo opositor sería un šno!, el triunfo del PRI un šsí! y un nuevo plazo de 6 años o más. Si el no es difícil, el al PRI no será tan fácil. Debería (para que la gente le crea) ganar y/o por lo menos una ventaja de diez por ciento y conquistar la mayoría de ambas cámaras, y que las trampas fueran menores, casi imperceptibles. A 90 días de las elecciones parece haber empate técnico entre el y el no.

Si los electores se inclinan por el no, podría haber una grave crisis económica, social y cultural. Si dicen sí, pero el triunfo del PRI no es creíble, y si esto se asocia al desgaste político y social que vivimos, no sólo podría haber una crisis sino hasta una ruptura. En 1988 y en el 94 se creyó que podría haber un "choque de trenes" entre los contendientes. Las cosas continuaron deteriorándose, pero el PRI no perdió.

No hay ningún seguro en contra de colapsos políticos. Un no al PRI o un mal dado podrían hacer efectivas las fantasías de los catastrofistas. Eso no conviene a nadie. ƑCómo podría conjurar el craaac político?

1.Medidas preventivas antes de las elecciones: a) "serenar la contienda". Los candidatos y sus partidos podrían firmar un acuerdo ante el IFE que elimine el uso de la diatriba, el ataque personal y el lenguaje obsceno. Quizá se pudieran moderar las ofensivas publicitarias de las campañas sustituyendo mensajes propagandísticos por un número mayor de tiempo dedicado a propuestas. Debates de calidad como los que han sostenido Manuel López Obrador, Santiago Creel y Silva Herzog en el Distrito Federal pueden ser un buen modelo; b) Habría que identificar los "mínimos" en que todos coinciden y reducirlos a un documento claro, sencillo. Semejante a los "20 compromisos por la democracia", promovidos en 1993 por Demetrio Sodi y firmados por miles de personas y por todos los candidatos presidenciales (Cuauhtémoc Cárdenas, Luis Donaldo Colosio, Diego Fernández de Cevallos, Jorge González Torres, Cecilia Soto y Ernesto Zedillo).

Gabriel Said los describió como "un grupo de compromisos para el avance democrático que resultaban aceptables a todos".

c) Habría que reforzar la vigilancia de la equidad y limpieza en las elecciones. Se supone que como los procesos electorales en este sexenio han sido de mejor calidad que en los anteriores, la posibilidad de fraude y/o inducción indebida del voto han desaparecido. Esto es una ilusión, el IFE no puede garantizar por sí solo las condiciones democráticas de la elección. Tiene que contar con los partidos y con la voluntad del gobierno federal y de los gobiernos locales y de miles y miles de observadores nacionales y extranjeros en toda la República, sobre todo en las regiones en que la representación de opositores sea débil.

2.Acciones poselectorales. Si, como es de esperar, el resultado es muy apretado entre el y el no, quien resulte ganador (sea opositor o el PRI) tendrá un margen muy estrecho de capacidad de gobierno. Deberá hacer una alianza con sus contrincantes.

En 1994, después de las elecciones, Jorge Carpizo intentó promover una reforma electoral antes de que terminara el sexenio. El PRI y los opositores rechazaron la iniciativa que hubiera ahorrado nada menos que dos años de negociaciones laberínticas. Tenemos que aprender esa lección.

3. He insistido mucho en otro aspecto sin encontrar eco: un acuerdo de reconciliación. El que significaría al menos: a) una ley de transición; b) un nuevo sistema de exigibilidad de rendición de cuentas y de control gubernamental que sea ejercido por un órgano de Estado ciudadanizado siguiendo el modelo del IFE; c) una amnistía completa para los delitos políticos tanto de opositores como de servidores públicos en delitos que no impliquen atentados contra la economía nacional, traición a la patria ni complicidad con el narcotráfico o ataques a personas físicas; d) una amnistía fiscal gradual y proporcional (particularmente favorable para los pequeños y medianos causantes) que no pueda significar en ninguna forma la descapitalización del gobierno.

La idea de la amnistía y la reconciliación parecen postulados románticos. Todo lo contrario, se trata de ideas pragmáticas. Sólo en esta forma se podrían reducir las resistencias exasperadas en gran parte de la "nomenclatura" que se opondría por cualquier medio, no sólo a un gobierno vindicativo emanado de la oposición, sino a cualquier avance decisivo en la larga marcha a la democracia.