Bernardo Bátiz Vázquez
Justicia por televisión
La Procuraduría de Justicia, los tribunales, los jueces, según el criterio de quienes manejan la televisión privada, debieran ser sustituidos por los ágiles reporteros, las guapas comentaristas y los bien maquillados y "simpáticos" conductores de programas, quienes son los que toman declaraciones, investigan, interpretan pruebas y luego dictan sentencias que se pretenden inatacables y contra las que no procede ni el juicio de amparo tan siquiera, aun cuando lo patrocinara el maestro Burgoa.
Cualquier estudiante de derecho (carrera que pronto será anacrónica) sabe que la declaración de un testigo vertida fuera del proceso no tiene valor alguno, puesto que no existe la inmediatez que debe haber entre el declarante y el juez, y porque es una declaración en la que los abogados de las partes y el Ministerio Público no pueden repreguntar ni solicitar precisiones o aclaraciones de quien rinde su testimonio.
Sin embargo, para los nuevos "juristas-comunicadores", lo que declaró Luis Gabriel Valencia López, alias El Flama, ante un notario y frente a las cámaras de televisión en Puebla tiene plena validez, a pesar de que se preparó en secreto desde el sábado pasado y sin conocimiento de los interesados, y a pesar de las otras cuatro o cinco declaraciones anteriores, ante la procuraduría primero y frente al juez después, entre ellas el careo con el principal acusado, Mario Bezares, ante quien sostuvo con singular vehemencia y por varias horas las afirmaciones iniciales que ahora niega.
Cualquier estudiante de derecho, cualquier escribiente de juzgado, cualquier abogado por inexperto que sea, sabe que es el juez de los autos, el juez instructor, el que ve y escucha a los testigos y acusados, el que percibe sus reacciones al declarar y el que tiene todos los elementos que la acusación y la defensa acumulan; es él quien puede primero valorar las pruebas, entrelazarlas y evaluar su conjunto para después resolver tras un análisis cuidadoso y con base en sus estudios y experiencias acumulados.
Pero no, los expertos comunicadores, los dueños del espacio por el que corren las ondas sonoras y luminosas de la televisión, se han convertido hoy en sustitutos de los tribunales, en una verdadera revolución penal, cuyas novedades han deslumbrado hasta a algunos juristas de bien ganado prestigio.
Pero consideraciones y comentarios al margen, quien merece un reconocimiento público, por su seriedad, profesionalismo, y también por su valor civil, es el procurador Samuel del Villar, quien ha sabido y podido actuar en cumplimiento de su deber, por encima de consignas, amenazas y presiones. El procurador del Distrito Federal, contra un sistema poderoso, no acostumbrado a que se le contradiga, ha sabido levantar la bandera del derecho y de la independencia de que debe gozar el Ministerio Público.
No sabemos en qué vayan a parar los procesos que hoy atraen la atención pública, el de los acusados en el caso de Francisco Stanley y del ex regente Espinosa Villarreal, pero sí es indispensable dejar que los procedimientos establecidos por la ley sigan sus pasos: que los abogados de acusados y acusadores hagan su trabajo y, al final, sean los jueces, no la televisión, quienes dicten el veredicto.
Finalmente, unas preguntas que exigen respuesta: Ƒquién pagó al notario ante el que declaró el testigo? ƑCómo entró a la prisión? ƑCualquier preso puede dar una conferencia de prensa desde el reclusorio?