La Jornada miércoles 5 de abril de 2000

Sergio Cabrera Morales
Hombres trabajando por la crisis

Los riesgos de la crisis de fin de sexenio, dicen los voceros gubernamentales, están superados. Tal afirmación se sustenta en el hecho de que dicha crisis se ha adelantado y sus efectos se manifiestan en dos hechos: los supuestos "éxitos" macroeconómicos y el mayor empobrecimiento de la mayoría de las capas de la población. Sin embargo, el gobierno federal parece hacer caso omiso de esta circunstancia y se encuentra trabajando horas extras para profundizar tan nefasta situación.

El gobierno del doctor Zedillo está haciendo tanto ruido con la lista de "éxitos" de 1999 con el objetivo de evitar reflexionar de manera histórica y en perspectiva del futuro inmediato sobre los retos fundamentales de la economía mexicana; pero lo menos que se puede decir es que todos esos "avances" son insuficientes no sólo frente a las promesas de la campaña priísta del 94, sino también por lo cada vez más alejados de las necesidades inmediatas de la sociedad mexicana. Existen algunas acciones de gobierno que la burocracia económica del país las tiene como éxitos, pero a costa de que se manifiesten de manera negativa para un proyecto de recuperación social y fortalecimiento de la democracia. Acciones como el "ataque frontal a la inflación" son precisamente de las estrategias que resultan exitosas para la burocracia y perniciosa para la sociedad tanto en el campo del crecimiento económico como de la inversión, el ahorro y el consumo. Otras acciones que quieren imponer como ejemplo a seguir las autoridades federales, igualmente del campo monetario, son como la referente a la consistencia del peso frente al dólar, lo que sin duda se está convirtiendo en otro más de los elementos que profundizarán la crisis por la que pasa el país, pero que por el momento resulta benéfico para el reducido grupo de globalofílicos. Frágil sobrevaluación en complicidad con fuertes ingresos de divisas al volátil mercado financiero, que traerá, más temprano que tarde, un revés, no para los diseñadores de las políticas económicas, sino para las capas empobrecidas de los mexicanos. Pero algo que resulta del todo escandaloso es el hecho que se presente como un gran "éxito" la reducción del déficit fiscal, de 1.25 que se tenía prevista a 1.15, igual, ni más ni menos, que en el sexenio pasado, cuando el incremento de la pobreza en este sexenio se ha llevado el campeonato por efecto de acumulación de restricciones.

En cuanto al crecimiento, se hace alarde del incremento del PIB en 1999, sin siquiera detenerse a mirar qué representa este hecho; el cual, parece ser, está suponiendo una fuente inagotable de desequilibrios sociales, económicos, laborales, sectoriales, un largo rosario de etcéteras.

Sin embargo, existen algunos aspectos que al parecer han sido dejados de lado en el cúmulo de "éxitos" y que son el núcleo de rezagos que merecen la atención inmediata. Aspectos como la fuerte contracción del mercado laboral, donde a la escasa generación de empleos se suma la masiva incorporación al mercado laboral de jóvenes en edad de trabajar. Otro de los grandes rezagos y retrocesos se pone de manifiesto en los deteriorados niveles salariales de la mayoría de las capas de trabajadores, donde la pérdida del poder adquisitivo de cualquier salario no significa otra cosa que el reverso de los supuestos éxitos macroeconómicos que tanta algarabía causan al gobierno del doctor en Economía. Otro de los auténticos focos rojos es la deuda que ha contraído el gobierno y que pagará la sociedad empobrecida, tanto para el blindaje económico y financiero de fin de sexenio, como por el robo en despoblado que significa el Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB), el tristemente célebre Fobaproa. Sin embargo, quizá el más peligroso para la sociedad en su conjunto es el grado y magnitud de empobrecimiento de la sociedad y por ello mismo la altamente peligrosa distribución inequitativa del ingreso.

A pesar de ello, la incorporación paulatina del "equipo" de Zedillo a la campaña de Labastida está preparando la profundización del modelo económico impuesto, lo que indudablemente supondrá de principio mayores sacrificios de la sociedad y de mayor empobrecimiento porque de esto seguirán dependiendo los éxitos macroeconómicos efímeros, los cuales contribuirán a acentuar esa crisis. Por ello el lema de campaña del candidato del PRI continuará siendo: todo el poder a la gente... que lo tiene.