MIERCOLES 5 DE ABRIL DE 2000

Ť Siete escultores/ III* Ť

Ť Alberto Blanco Ť

La tradición mesoamericana

El valor de la escultura indígena

reside en que son sueños concretados.

Luis Cardoza y Aragón

Que las piedras vuelan... ya lo demostró Brancusi. Pero ya antes lo había probado Auguste Rodin con las manos aladas en pleno rapto de oración en su Catedral y con los amantes rendidos en La mano de Dios. Del mismo modo, pero a la vez y siempre de otro, Bernini lo había demostrado ya con El rapto de Proserpina y apenas unos cuantos años antes lo hizo Giambologna con otro rapto espectacular, El rapto de las Sabinas, por sólo citar otro par de ejemplos notables. ƑY qué diremos de esa obra maestra menos conocida de la escultura medieval que es El pozo de Moisés, tallada por el escultor francés Claus Sluter cerca de Dijon? ƑY qué no podríamos decir del trabajo impecable de todos aquellos anónimos escultores medievales que tallaron piezas tan excelsas como las de los reyes del portal de Chartres o como esa bellísima figura de una mujer representando a la sinagoga en la catedral de Estrasburgo o como las espeluznantes gárgolas de Notre Dame? ƑY qué decir de El Laooconte? ƑY qué decir, en fin, de las obras maestras talladas en piedra con impresionantes representaciones de Quetzalcóatl, como las que aparecen en Chichén Itzá, en Xochicalco o en Teotihuacan? Esculturas magistrales que más que serpientes emplumadas son verdaderamente piedras que vuelan.

El crítico Roger Fry afirmaba con frecuencia que ''las culturas mesoamericanas nos han dado más obras maestras de escultura pura que todas las civilizaciones de la Mesopotamia o que la mayoría de las civilizaciones de Europa". Pero, más allá de las consideraciones que acerca de semejante tradición pudiéramos hacer, me interesa destacar aquí un aspecto de la idea de Fry, que tiene que ver con eso que el llama la ''escultura pura". ƑQué es la ''escultura pura"?

Para referirse a los artistas que están comprometidos con ese difícil trabajo que Roger Fry llama ''escultura pura", se utiliza otra expresión que apunta en el mismo sentido: ''escultores-escultores".

En México siempre hubo -y continúa habiendo como puede verse en la presente exposición- artistas a los que cuadra a la perfección este calificativo. Sin duda uno de estos escultores-escultores es Jorge Yázpik. De él y de su ''escultura pura", así como de su inveterado amor por la piedra de origen volcánico, el crítico Damián Bayón escribió en 1992:

''Un día pudo pasar a la piedra. Entonces se le planteó el problema de cuál podría convenir mejor a su inspiración. Fue así como -mexicano al fin-, se topó con lo obvio: el tezontle gris, el más volcánico de los materiales en un país de volcanes. A la sensibilidad innata del escultor, la adopción de la roca emblemática le impuso dos voluntarias servidumbres. Primero: esa masa porosa se quiebra -inesperadamente- de manera irregular, mostrando su rugosidad interna. Segundo: el color mismo del elemento natural constituye una garantía de neutralidad, lejos de cualquier intempestivo cromatismo. Como buen artista Jorge Yázpik tuvo, entonces, conciencia clara de que esas aparentes limitaciones tendrían que ser -justamente- las que guiaran sus próximos pasos.''

De que Bayón tenía razón dan fe las esculturas que se pueden apreciar en esta muestra. Ciertamente la piedra porosa y gris habría de guiar los pasos de aquel escultor que empezó explorando el espacio con obras de papel moldeado en pequeña escala, pero que en el fondo aspiraba a una obra más perdurable. Es por ello que Teresa del Conde recuerda: ''Yázpik acuñó recientemente la siguiente frase: 'Si se maneja la piedra es que se está manejando lo eterno'. Y así es... en su caso la idea de perdurabilidad es la que priva". En palabras de González Gortázar: ''Hay en este trabajo un eco ancestral: la piedra está allí entera y nos narra sus eras."

Sí, la piedra está allí, aquí... y sí, es cierto que una escultura en piedra como las de Yázpik nos narra su historia, nos cuenta de sus eras... pero, al mismo tiempo, no podemos dejar de sentir que esta piedra nos canta del instante. Nos canta en este instante. Nos hace soñar en este instante. Tal vez a esto se refería Cardoza y Aragón al decir que ''el valor de la escultura indígena, sobre todo aquella de las culturas más primitivas, reside en que son sueños concretados."

Creo que no es exagerado decir que el valor de buena parte de la mejor escultura que se hace hoy día en México, también radica en que ''son sueños concretados". Se puede sentir con mucha fuerza, por ejemplo, en las piedras de Yázpik. Pero no nada más en estas piezas. Se puede sentir en las obras de otros escultores contemporáneos que trabajan en el país y que están comprometidos en la práctica de este arduo oficio. Se puede sentir en las piedras de Perla Krauze, por dar sólo un notable ejemplo, donde el material denso, duro, pesado, es capaz de cobrar, gracias a la alquimia del arte, una ligereza que parece transformar su naturaleza.

ƑDesde dónde viene esta necesidad delirante en nosotros de tallar piedras hasta darles forma? ƑPor qué queremos manifestar lo que sentimos, lo que creemos, lo que pensamos, puliendo un material tan duro como la piedra? ƑEs una casualidad que las piedras talladas y un anhelo de eternidad estén tan íntimamente ligados en nuestros monumentos y ofrendas a los muertos? ƑPor qué inscribir, esgrafiar, modificar o destacar ésta o aquella roca hasta darles la categoría de maravillas, de obras de arte? ƑQué nos hacen sentir las piedras que no podemos sentir en ninguna otra parte? ƑTendrá que ver, acaso, con el hecho de que en lo más ''profundo" en nosotros, sosteniendo todo nuestro cuerpo, existe algo parecido a las rocas: los huesos?

Un fragmento de cornamenta de reno finamente tallado y que fue hallado en la cueva de Le Mas d'Azil, enclavada en esa zona que el hombre prehistórico habitó en el sureste de Francia, y en la cual se encuentran también cuevas tan importantes como las de Ardèche y Chauvet, nos podría ofrecer, quizá, algunas claves para responder a estas y otras preguntas. Esta pequeña talla nos muestra una creación sorprendente que apunta ya a esta voluntad de trascendencia que se halla implícita en la escultura, y en el trabajo con los huesos y las rocas. En esta pieza se pueden observar tres cabezas de caballos: la primera, es la cabeza de un potrillo; la segunda es la cabeza grande y fuerte, de grandes ojos abiertos, de un garañón; la tercera cabeza es de un caballo muerto. Vida, muerte y renacimiento. Se trata de una de las más antiguas esculturas de las que tengamos noticia, pues se remonta al periodo conocido como magdaleniense (hace cerca de 20 mil años).

Aunque los hallazgos constantes en el campo de la arqueología modifican de día en día nuestras concepciones acerca de nuestro pasado remoto, y es difícil pensar en dar respuestas definitivas, una cosa sí queda clara: esta gana de cifrar en el hueso y en la dura roca nuestras visiones, intuiciones y concepciones más entrañables, nos acompaña desde hace muchísimo tiempo. Las primeras piezas de escultura en piedra son creaciones de hombres que nada ignoraban de las dificultades de la talla de las piedras y cuyas obras manifiestan de forma conmovedora el sentimiento de una dificultad vencida.

Otro tanto podríamos decir de un escultor como Jorge Yázpik, cuyas imponentes piezas en piedra pueden ser vistas y admiradas en esta exposición: se trata de un artista que nada ignora de la dificultad de la talla de las piedras y cuyas obras manifiestan conmovedoramente el sentimiento de esa dificultad vencida, así como un invulnerable anhelo de eternidad.

* Continuación del ensayo que el autor preparó, ex profeso, para la muestra Escultura, primavera 2000 que se exhibe en el camellón de Reforma y Gandhi