MIERCOLES 5 DE ABRIL DE 2000
Ť Presentan el estudio Tortura y desplazamiento forzado en Oaxaca
En Loxicha, represión desde antes de 96
José Antonio Román Ť La violencia que tradicionalmente han sufrido las comunidades indígenas de la región de los Loxichas, en el sur del estado de Oaxaca, se ha convertido desde la aparición del Ejército Popular Revolucionario (EPR), en 1996, en una "guerra de baja intensidad", producto de las operaciones contrainsurgentes, afirma el estudio Tortura y desplazamiento forzado en Oaxaca.
Dicha investigación, destinada fundamentalmente a los 87 indígenas presos desde hace más de tres años y sus familiares, acusados por su presunta pertenencia al grupo armado, señala que el personal médico al servicio del gobierno en las llamadas "instituciones correccionales" es -cuando menos- cómplice de la tortura por omisión, por ocultamiento o por negligencia.
El documento fue presentado ayer por Ricardo Loewe Reiss y Javier Enríquez Sam, miembros del equipo de salud. Señalaron que aun cuando las comunidades indígenas loxichas han sufrido una violencia sistemática, la presunta aparición de organizaciones armadas ha agravado esta situación, al grado de que hoy se puede hablar de una "guerra de baja intensidad", similar a las que se viven en algunas regiones de Chiapas, aunque no se tenga la misma difusión en los medios informativos.
"La represión existe desde mucho antes de 1996, y continúa a pesar de no existir presencia alguna de guerrilleros en la zona", dice el informe, el cual forma parte del Programa de Atención Integral a Sobrevivientes de Tortura, coordinado por la Acción de Cristianos para la abolición de la Tortura, AC.
De acuerdo con el estudio, referente a la población cuya edad oscila, principalmente, entre los 20 y 44 años, con un grado de escolaridad medio que cuentan con primaria y secundaria incompleta, los métodos físicos de tortura más empleados son los siguientes: los golpes, toques eléctricos, amarrar y privación de alimentos, con porcentajes de 33, 16, 17 y 15, respectivamente. En la mayoría de los casos se trata de una combinación de varios métodos.
En relación con los métodos psicológicos están principalmente la amenaza de muerte, con 54.7 por ciento; el vendaje de ojos, 21.4, y los malos tratos 11.9, así como las desapariciones, 7.1 por ciento. Las secuelas, que van desde el dolor de cabeza, dolor estomacal, cicatrices y excoriaciones, tienen un tiempo de persistencia que ha alcanzado, en muchos casos, hasta tres años.
Respecto de los familiares de las víctimas de la tortura, se registraron los grupos más grandes en las edades que van de los 5 a los 14 años de edad (41.83) y de 15 a 54 años (44.61), mientras que hay una relación de uno a uno en cuanto al sexo masculino y femenino.
La salud de los familiares también se encontró sumamente deteriorado, lo cual es reflejo de su situación económico-social. Las mujeres han tenido que incorporarse al trabajo de lleno, obligándose a cumplir con una cuádruple jornada -trabajo doméstico, roles de padre y madre, trabajo de venta de productos y lucha por sus presos políticos- a costa de un desgaste importante en su salud; son las principales protagonistas de esta lucha que ya lleva más de tres años en plantón frente al palacio de gobierno del estado de Oaxaca, sin resultado alguno.
Incluso, muchas de las familias han abandonado sus tierras y se han desplazao al lugar en donde se encuentran sus presos, enfrentando grandes cambios en su nueva situación de vida. Así, se puede concluir que la cárcel no sólo afecta a quienes están acusados de presunta vinculación con grupos armados, sino también a sus familias, esencialmente a las mujeres y a los niños.