JUEVES 6 DE ABRIL DE 2000

* La cantante, en vivo y de carne y hueso, se enseñoreó en Bellas Artes


Ute Lemper, intensidad interpretativa y más de cien minutos en el paraíso

* Cada una de sus frases enalteció sensibilidades femeninas y desbarató sentires masculinos

* Por vez primera en México, desvirtuó afanes chabacanos por llamarla a toda costa diva

Pablo Espinosa * Ute Lemper en concierto. Las penumbras del escenario del Palacio de Bellas Artes se iluminan, primero, con acordes de piano que corona una flotante, dorada cabellera y se dirige hacia el fondo de la escena. Desde la oscuridad, en medio de una isla de misterios develados, canta la dueña de esa nube de hilos de trigo. Ute Lemper inicia entonces con una despedida: adiós Berlín. Su canto lleva hasta el fondo de la hoguera.

 

Por la libertad y la diferencia

 

En 1927, narra el rumbo de su recital con piano la señora Lemper, Kurt Weill asentó en Berlín un teatro antidramático porque el drama es un veneno para la inteligencia. Viva el cambio, dice Lemper, el teatro que es cabaret, whisky, muchachos y muchachas. Entona, Joe, aquella canción de los viejos tiempos. Ante la petición de Ute, solícito el pianista (Bruno Fontaine) hilvana notas kurtvailianas, que se elongan en el canto de ella, quien arrastra alemanísima las erres como sólo la prosodia de su lengua idiosincrática puede hacer caricias de un rugido. Erre con erre rugido.

Pasa luego, sinuosa y curvilínea, a los efluvios vocales del idioma francés. Las vocales de Rimbaud, su barco ebrio en rotundo estado de dorada lucidez.

La siguiente pieza, ubica Lemper, fue escrita por Kurt Weill en 1928.

Al fragmento de la Opera de tres centavos sigue el ascenso y la caída de la ciudad de Mahagony, para seguir a Weill hacia su exilio en Francia, con otra entonación pluvial sobre las baldosas parisienses (il pleut sur la rue/ comme il pleur dans mon coeur) que luego hallarían su eco exacto en los frentes de la Resistencia.

El canto de Ute Lemper: columpia sostenuti, hace vibrar vocales con reverberaciones de placer. A manera de puente de intermezzo, una humorística chanson que no es sino el recitado velocísimo de una lista de los nombres de cincuenta compositores rusos cincuenta. Vals del minuto. Nuevo retorno a Berlín, siempre Berlín, a la República de Weimar y el viaje luego a Broadway, la Alabama Song con guiños a Jim Morrison. Melopeas directas a la partes blandas, a los intersticios prominentes de las almas.

Sátiras políticas, humor social. Crítica, enarbolamiento de las ideas. Políticos corruptos, injusticias. Muy contemporáneo todo este repertorio, bromea Ute en sus recitativi. Sexo, aborto, homosexualidad, posiciones políticas diferentes. Viva la libertad, la diferencia. Eso celebra el canto de Ute.

Avanza el recital y avanza Ute Lemper en su teatralidad agigantada. Ahora es Lola. The call me naughty Lola, canta, y abre las delgadas piernas en compás, sentada en una silla, una boa de telas rojas apretando su garganta. Cof, cof, bromea, ironiza. Ich bin ein Vamp!, canta y busca entre las butacas un poco de sangre mexicana, que extrae del cuello de un afortunado de primera fila, šAh, Lola, la flaca, Lola con su pianola! Ich bin Lola. El falsete, el rulo final, el cairel dorado que se tiende sobre el puente de su nariz, sus párpados semipesados, hacen suspirar. El canto de Ute es tan prodigiosamente intenso que hace que uno si es hombre, se derrita, y una, si es mujer, florezca entera.

Esto es que Ute hace curvilíneo el canto, inexorable la lentitud de sus respiraciones vocales, y una corriente eléctrica deliciosamente terrenal recorre la epidermis toda, los poros se vuelven volcanes, la piel se pone chinita. Y uno se derrite, entrecierra la mirada, vuela en pedacitos.

 

Fraseo que es manantial de encantos

 

Canta Ute a Marlene Dietrich, a la Piaf, hace teatro con tan sólo una voz, un cuerpo, una conciencia, y el mundo se edifica poderoso en recital. Dos horas con Ute en vivo y en carne y hueso, privilegio. Musicalidad magisterial, dominio absoluto de la escena, humor generoso, saludable, la técnica vocal de la señora Lemper no tiene parangón sobre la Tierra. Es manantial de encantos su fraseo, la forma en que respira cada frase desbarata sensibilidades masculinas, enaltece dignidades femeninas, es la suya una voz que acaricia, cura, salva, eleva.

Lemper en Bellas Artes, el mayor capítulo del decimosexto Festival del Centro Histórico,merced al profesionalismo de la empresaria cultural Orly Beigel. Lemper por primera vez en la historia mexicana, desbaratando los afanes chabacanos de los media, afanes gringos, acomplejados, de llamarla a toda costa ''diva". Ni madres, Ute no es diva. Es una señora hermosa de voz, de cuerpo, de espíritu, una mujer de convicciones y certezas, capaz de burlarse de la aristocracia seudoculta que pobló el butaquerío bellasartiano nuevamente y recibió, sin darse ni siquiera cuenta (la ignorancia es también atributo de los ricos) que Ute Lemper se burló de ellos a lo lindo: les cantó sus miserias varias veces, les embarró, les vomitó su snobismo (ella tiene para ellos un epíteto perfecto: snobys) su actitud seudoculta, su presencia sólo porque los boletos cuestan caros. Pero eso tampoco importa, porque el canto de Ute Lemper no destruye, enaltece.

Dos horas con la voz de Lemper en alemán, en inglés, en sensualérrimo francés, con piano y a capella. Dos horas con Ute. Más de cien minutos en el paraíso.