JUEVES 6 DE ABRIL DE 2000

* Hilda Valencia estrena montaje en El Granero


La casa del incesto refleja las pasiones y miedos de Anaïs Nin

* Georgina Tábora adaptó el poema homónimo de la escritora

Carlos Paul * El mundo interior lleno de espejos y reflejos de Anaïs Nin, su lucha con sus fantasmas, la problemática de sus relaciones incestuosas y posesivas, y la necesidad de la libertad son las situaciones que aborda La casa del incesto, obra inspirada en el poema homónimo de Nin, adaptado por Georgina Tábora, con dirección escénica de Hilda Valencia.

Anaïs, luego de mantener relaciones incestuosas con su padre, y como forma de encarar la vida y enfrentarse a sí misma logró trascender una serie de barreras para finalmente acceder a una liberación personal en todos los sentidos. Fue una gran experimentadora en carne propia y en su poema La casa del incesto plasma de manera artística todo lo que le provocó ese mundo que ella vivió y padeció, comenta Arturo Ríos, quien con Monserrat Ontiveros, Emma Dib, Rodrigo Vázquez y la misma Tábora, integran el elenco.

La obra de Anaïs es un estudio de la naturaleza humana, del amor, del dolor y de un problema ontológico del ser en el sentido del somos o tenemos, queremos o queremos poseer, señala la directora.

Esas particularidades son las que llamaron su atención. El reto fue ponerlas en escena, porque por un lado esta la concepción de Tábora como autora y por otro el del grupo de actores con los que, añade Valencia, ''el trabajo ha sido muy creativo, pero también doloroso. Tocamos puntos que no sólo tiene que ver con el incesto carnal, sino con lo que significa el amar y cómo lo hacemos. Se habla de cómo mutilamos, fragmentamos o poseemos al otro, que muchas veces es por una necesidad de reafirmar nuestra identidad. Sin embargo, en ese proceso olvidamos al otro y nos encerramos en un laberinto sin salida".

Parte esencial del montaje es la ''orquestación sonora". Aquellos sonidos originales que ''tienen que ver con lo prohibido y con el inconsciente, como son los suspiros, los gemidos, la tos, el bostezo; son voces que tienen una presencia que a veces negamos, porque no son socialmente aceptadas". En ese sentido, para Valencia el reto es explorar desde el sonido, el cuerpo y la intimidad, los pensamientos y los sentimientos de los personajes.

El trabajo con los espacios interiores de los actores y los personajes se conjuga Ana•s Nin, escritora que luch— contra sus fantasmas y por su libertad con la escenografía y la iluminación de Arturo Nava, quien propone una pasarela de metal que rodea los cuatro lados del escenario, ''ya que los actores están presentes todo el tiempo".

Para esa orquestación sonora, además del metal, se utilizan grandes hojas de acrílico transparente que se ubican en medio del escenario y ''permiten tener dos o tres opciones de sonoridad". Asimismo hay una serie de micrófonos escondidos que crean una resonancia, con el propósito de que el espectador, en cualquiera de los cuatro lados, capte los sonidos.

La idea, asevera Nava, ''es tener un espacio único para las historias que se desarrollan y, al mismo tiempo, que sea flexible para la presencia de cada personaje".

 

Más allá de la práctica carnal

 

La adaptación, señala Tábora, ''es fiel al poema, el cual se desdobla en distintas voces a partir de la voz de la poeta. Estas se corporizan en diferentes identidades que llevadas a escena asumen el carácter de personajes. Es un texto, explica, que presenta tres aspectos: el psicológico, el físico involuntario y el físico voluntario, y conforman una especie de estudio del amor, del dolor, del sufrimiento, que finalmente se encaminan hacia la búsqueda de la integración, el conocimiento y la libertad".

La anécdota tiene como sustento la relación incestuosa entre dos hermanos (él y ella), entre el padre y la hija y la madre y la hija. Sin embargo, apunta la actriz Emma Dib, el incesto aquí hay que entenderlo no como práctica carnal entre dos parientes, sino ''como la posesión y la imposibilidad de salir de sí mismos", y en esta puesta todos los personajes enfrentados a sus miedos tienen, de alguna manera, la posibilidad de elegir si permanecen o no, en el sitio donde están. Por eso, las tres historias tienen desenlaces distintos.

(La casa del incesto es una adaptación de Georgina Tábora y el montaje es dirigido por Hilda Valencia. El estreno será mañana, a las 20:30 horas, en el teatro El Granero, atrás del Auditorio Nacional.)