VIERNES 7 DE ABRIL DE 2000
* Mis líos con Pro Vida *
* John Irving *
El tema del aborto está, saludablemente, en el candelero. Hoy se estrena en salas comerciales el filme Las reglas de la vida, que se manifiesta en favor del aborto y que recibió dos de los siete premios Oscar a los que estuvo nominada: Michael Cain fue reconocido como mejor actor de reparto y el escritor John Irving galardonado por el mejor guión, a su vez basado en su segunda novela más leída: Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra (The Cider House Rules), libro exquisito que circula en México bajo el sello de Tusquets. Es sabido, también, que el mismísimo Vaticano reaccionó contra la Academia de Hollywood por premiar filmes que abordan temas capitales para la humanidad. Ofrecemos a nuestros lectores un adelanto de Mis líos con el cine, nuevo libro de Irving, el capítulo 8, en el cual narra con ironía su encuentro, luego del estreno de la película Las reglas de la vida, con opositores al aborto. El volumen, que empezará a circular en breve, aborda la relación del autor con el séptimo arte. Sus novelas El mundo según Garp, Oración por Owen y ahora Príncipes de Maine... entre otras, han sido llevadas a la pantalla grande con singular éxito. Con ustedes, el señor John Irving.
Pensad en el movimiento actual del derecho a la vida. Le da pábulo algo más fuerte que la preocupación por los derechos de los no nacidos. (Quienes defienden ese movimiento muestran muy poco interés por los niños una vez que han nacido.) Lo que subyace en el mensaje del derecho a la vida forma parte del puritanismo sexual básico de Estados Unidos. Sus partidarios creen que eso que ellos perciben como promiscuidad debería recibir un castigo. Las chicas que quedan embarazadas deberían pagar el pato.
Esta manera de pensar es más invasora que muchas otras manifestaciones de invasión de la intimidad. ƑHay algo que requiera mayor intimidad que la decisión de tener o no tener un hijo? ƑNo debe primar el sentido común en semejante decisión? (Si no apruebas el aborto, no te sometas a él; si no quieres tener un hijo, aborta).
Dejemos que los médicos practiquen su profesión. Dejemos que los fanáticos religiosos practiquen su religión, pero que no intenten imponerla a los demás. La libertad religiosa debería tener dos vertientes: ser libres de practicar la religión que deseemos, pero también vernos libres de las imposiciones religiosas de otros.
Sin embargo, ahí radica la ironía en Estados Unidos, hoy: más de 25 años después de la decisión tomada sobre el caso Roe contra Wade, el mayor obstáculo con que se encuentra el aborto legal y sin riesgos no es la ley, sino la falta de profesionales que lo practiquen. Los médicos, una vez más. La edad promedio de los practicantes de abortos estadunidenses es de 65 años.
A lo largo y ancho de Estados Unidos, los estudiantes de medicina pocas veces obtienen experiencia clínica del aborto. Sólo 12 por ciento de los programas de obstetricia y ginecología para residentes (conocidos por la abreviatura OB-GYN) requieren formación para la práctica de abortos. Los médicos residentes dicen que están demasiado ocupados con las personas realmente enfermas (se refieren a su trabajo con los pacientes internados) para que les interese trabajar en las clínicas de pacientes externos, donde se realiza la mayoría de los abortos. (Sólo 10 por ciento de los abortos se practican en los hospitales). Las clínicas para pacientes externos fueron vitales en la época inmediatamente posterior al caso Roe contra Wade, pero hoy día sería mejor que el aborto dependiese de los médicos de cabecera. Más de la mitad de los abortos que se practican actualmente en Estados Unidos son abortos médicos, lo cual significa que no requieren cirugía. Eso es algo que a los fanáticos del movimiento ''provida" no les gusta que se les recuerde.
Decisión nunca sencilla
Muchos médicos residentes de los programas OB-GYN no quieren perder el tiempo con los procedimientos actuales para la práctica del aborto, que son demasiado sencillos, demasiado fáciles de aprender. A la doctora Judy Tyson, perteneciente al OB-GYN y practicante de abortos en el Centro Médico Dartmouth-Hitchcock, le gusta decir a sus alumnos que podría enseñar a un chimpacé el procedimiento quirúrgico habitual para practicar el aborto en menos de una hora. Sin embargo, en la mayoría de las facultades de medicina de Estados Unidos no se enseña ese procedimiento.
La buena noticia es que en hoy cada vez son más los estudiantes de medicina que se inclinan por ser médicos de cabecera. Si los directores de los programas OB-GYN se han mostrado reacios a proporcionar formación en la práctica del aborto, muchos estudiantes interesados por la medicina de cabecera piden esa formación. Sólo hay que pensar en las clínicas para mujeres, los centros de planificación familiar y los médicos de los que se sabe que practican abortos... han sido blanco, con demasiada facilidad, de los fanáticos del movimiento "pro-vida". Si una mujer desea hacer valer su derecho, quien está más capacitado para proporcionarle la intimidad esencial y la seguridad es su médico de cabecera.
Existe un influyente grupo de jóvenes denominado Estudiantes de Medicina en Favor de la Elección. En su base de datos constan más de 4 mil estudiantes de medicina y residentes. Cabe imaginar cómo mejoraría el acceso al aborto aunque sólo la mitad de esos estudiantes y residentes se convirtieran en practicantes de abortos. Incluso la cuarta parte sería una ayuda.
En cierta ocasión, una mujer que se declaraba perteneciente al movimiento ''pro-vida" se me acercó en una librería donde firmaba ejemplares de mi novena novela, Una mujer difícil. No quería mi autógrafo. Había ido a la librería con un objetivo particular, a saber, el de decirme que yo interpretaba mal a ''pro-vida''.
ųTan sólo queremos que la gente sea responsable de sus hijos ųme dijo, dándome una palmadita en la mano.
Le devolví la palmadita y le dije lo mismo que el doctor Larch dice en Príncipes de Maine....
ųSi espera usted que la gente sea responsable de sus hijos, tiene que concederles el derecho a decidir si quieren tener hijos o no.
Me di cuenta, por la expresión de sus ojos, que la firmeza de su creencia seguía incólume. Se apresuró a abandonar la librería, sin detenerse a mirar otro rostro humano... o algún libro.
El joven que estaba detrás de ella en la cola me dijo que se le había colado. Sin duda el ardor con que la mujer quería comunicarme su mensaje era incompatible con la idea de esperar su turno.
A mi modo de ver, no se trata de que la decisión de tener un hijo o sufrir un aborto no sea nunca complicada, sino más bien que es una decisión moralmente tan compleja (y a menudo conflictiva) como cualquier otra. Nunca es sencilla. Pero quienes desean legislar sobre esa decisión, lo que supone tomarla por otra persona, están muy equivocados.