Guillermo Almeyra
Los sindicatos en la mundialización (II)
En los países dependientes, en el pasado, muchas veces los sindicatos desempeñaron el papel de "partidos" cuando las organizaciones políticas obreras eran muy débiles o carecían de implantación de masas o eran grupos de propaganda o dogmáticos. Los principales programas políticos obreros salieron, hace medio siglo, de los mineros bolivianos (programa de Pulacayo) o de los sindicatos (ilegales) argentinos (programas de Huerta Grande y de La Falda). Y los sindicatos en Túnez, Nigeria, Sudáfrica, Argentina o Brasil (la CUT aplastó a la central charra y fue la base del Partido de los Trabajadores), o la Central Obrera Boliviana, fueron más que sindicatos (es decir, organismos gremiales para discutir las condiciones de venta de la fuerza de trabajo).
La mundialización, sin embargo, ha golpeado duramente la base de masas de los sindicatos y ha reducido su papel de mediadores, fomentando así un doble proceso. Por un lado, en efecto, una minoría de dirigentes y cuadros se politiza y tiende a hacer sindicatos "de ciudadanos", órganos de poder local y de construcción de doble poder (como en Ecuador y en parte en ciertos sectores del sindicalismo argentino). Por el otro, los aparatos se charrifican mientras el Estado pierde capacidad de mediación ante las empresas y el capital internacional. Y la gente, naturalmente, abandona lo que ve, con justicia, como la quinta rueda del carro.
Pero, simultáneamente, en los países industrializados los sindicatos luchan de espaldas contra la pared, pues enfrentan el grueso del capital y han perdido gran cantidad de afiliados por alinearse con él y con el Estado en la fase anterior. Eso provoca un reflejo necesario y útil de radicalismo, una mayor conciencia internacionalista, una renovación del espíritu militante.
Ejemplos claros son los metalúrgicos alemanes, los cambios en la CGT francesa, el desarrollo de una izquierda en la CGIL italiana y, por supuesto, los esfuerzos por la afiliación y la sindicalización en la AFL-CIO, que parece volver a los años 35-40, y el cambio de su papel en el sindicalismo continental, de agente del capital en el movimiento obrero a expresión del movimiento obrero en el país del capital (e, incluso, en algunas franjas, a eje de un partido obrero de base sindical, que no existe y que sería fundamental para abrir camino a la independencia de clase de los trabajadores, que hoy están obligados a votar por el mismo perro con distinto collar, demócrata o republicano).
Es muy lógico y loable, por lo tanto, que la Fundación Friedrich Ebert (dependiente de la socialdemocracia alemana) y la AFL-CIO busquen elevar la capacitación política y fomentar una visión de clase e independiente de la patronal y del Estado en los organismos sindicales latinoamericanos.
El problema comienza cuando se espera una transformación de lo que es intransformable, porque no serán las lecciones de vuelo las que harán volar a los cerdos. En palabras algo más aladas, los esfuerzos sólo rendirían los frutos deseados si se dirigiesen hacia quienes tienen ya un atisbo de independencia y comprenden la necesidad de conocer a su adversario capitalista para luchar contra él en esta situación particularmente difícil y la urgencia de combinar la sindicalización de masas con la lucha intransigente por la democratización y el pluralismo sindical y con la politización (en el sentido de comprensión del carácter político de los problemas, no del radicalismo verbal que es un obstáculo para la comprensión, la borrachera del impotente).
El sindicalismo mexicano debe mucho a los wooblies (IWW) de principios de este siglo que está acabando y debería mucho a sus aliados del norte si aprendiese a conocerlos, a trabajar con ellos. O sea, tanto con sus aliados "de base" como con sus aliados "interesados" (los dirigentes que quieren preservar las fuentes y las condiciones de trabajo en Estados Unidos preocupándose por los trabajadores mexicanos y por su resistencia a las empresas trasnacionales y que, por eso, tienen diferencias con el gobierno de Clinton, al cual apoyan en otras cosas).
La movilización de Seattle, como lo hará la de Washington, marcó la alianza en torno a un programa común de ciudadanos-productores-consumidores-ambientalistas. ƑPor qué no hacer una semejante pero de tipo internacional a escala de cada país y de todo el continente, excluyendo por supuesto a los agentes del capital y de los gobiernos neoliberales? ƑPor qué no abandonar, por una parte, el institucionalismo de algunos aparatos y, por la otra, el sectarismo de algunos aparatitos?