Luis Linares Zapata
El oscurantismo del PAN
El PAN ha quedado seccionado en dos compartimentos de penosa interrelación. En uno de ellos corren desbocados los integrantes del grupo formado por los amigos de Fox tratando de vender un producto moldeable para el mercado electoral; y, en el otro, se agolpan, temerosos y desconcertados, los más conspicuos miembros de la nomenclatura partidista de viejo cuño. Miran, con recelo inocultable, a los recién llegados que, sin embargo, les han acercado simpatías y apoyos nunca antes despertados por ellos entre la población. Han elegido, para su refugio temporal y mientras se deslindan resultados, las curules disponibles del Congreso, fundamentalmente las cómodas candidaturas plurinominales.
Los del primer compartimento tratan, echando mano a todas sus habilidades mercadológicas, de situar a su abanderado en la avanzada de la competencia. Y, en cierta forma, lo han conseguido, pero les falta el postrer empujón para ganarse la voluntad y el voto de aquéllos que no concuerdan con sus tradiciones y experiencias de mando o a los que no les parecen adecuados tanto los desplantes escénicos de Fox como sus alocados y hasta contradictorios planteamientos. Los militantes panistas, por su parte, se arremolinan alrededor de sus fetiches, principalmente de Fernández de Cevallos; citan, con afanes eficientistas, sus faenas concertadoras con el poder que tantos rendimientos les produjeron, y recuerdan, con melancolía, los días en que el ideario de sus fundadores les daban algunas respuestas adecuadas para enfrentar los avatares del presente, pero, sobre todo, esperan que los dislates de sus correligionarios, que por ahora gobiernan en algunos estados y ciudades de la República, pasen desapercibidos y la ciudadanía no les cobre las múltiples facturas que han ido acumulando.
El respaldo, que no han podido encontrar y siguen buscando los publicistas de Fox en estos días cruciales y de definiciones es el que provendría de lo que ellos llaman voto útil. Muy a pesar de la alharaca que han armado por todo el país y en todos los foros donde este personaje tiene micrófono a la mano, un segmento determinante del electorado no responde a su llamado. Tal segmento se forma por votantes sin compromisos partidarios definidos, pero de talante opositor al régimen imperante; y, otro, más vasto aún, que se inclina por respaldar a Cárdenas. Esta multitud ha cerrado sus oídos, hasta ahora, a la gritería desatada por una ficticia, inconveniente e imposible alianza. Algunos, sin embargo, han secundado la idea del voto útil, claro está, a favor de Fox: asesores de calidad cierta, socios de su pasado en los negocios, académicos alejados del accionar popular, perredistas de reciente conversión y gran rango de ambiciones como Monreal, obispos exquisitos, columnistas interesados y demás compañeros de viaje. Todos ellos anteponen la imperiosa necesidad de sacar al PRI del gobierno al transparente juego de partidos para unirse en torno a Fox y sus huestes panistas de reconstrucción espiritual. A últimas fechas incluso han lanzado la idea de un gobierno de transición para aliviar los recelos de la ciudadanía hacia las propuestas esquemáticas, chatas e intransigentes del PAN y sus adalides.
En medio de esta batalla se acumulan evidencias de las posturas sectarias y preocupantes de amplios grupos del panismo, sobre todo de aquéllos que han logrado posiciones de gobierno. La intentona de elevar el así llamado "derecho a la vida", tan pregonado por agrupaciones familiares al PAN como Provida, a un rango constitucional en el estado de Nuevo León, casi logra su impositivo cometido de no ser por la corajuda, inteligente y masiva reacción contraria de la ciudadanía. Las luchas por los derechos humanos hubieran recibido un rudo golpe y la sociedad política hubiera retrocedido siglos en su lucha por la independencia de criterios y el respeto a la pluralidad. El oscurantismo de corte religioso se hubiera entronizado así en todo su esplendor.
En adición a este desafortunado proceso desatado por los legisladores del PAN en Nuevo León, el caso de Paulina, la niña violada en Baja California y forzada a no abortar, es ejemplar de la intolerancia con valores y creencias diversas, el desacato de las autoridades de ese partido a la ley, la intransigencia hasta criminal de los obcecados seguidores del "derecho a la vida", y la insensibilidad de los funcionarios estatales panistas. No pueden prevalecer las objeciones de conciencia, formuladas como excusa, para torcer la ley. Las muy particulares concepciones religiosas o los valores personales del director del hospital y del mismo procurador de ese estado no juegan mientras sean responsables de instituciones oficiales que deben acatar, sin remilgos ni tardanzas, las órdenes de autoridad competente. Menos aún aceptarlas como razones para que el gobernador y su secretario de Salud desoigan las recomendaciones de la Comisión de Derechos Humanos. Estos botones de muestra iluminan los peligros de unirse, desde la izquierda y la oposición no comprometida, a una candidatura bien apoyada y condicionada por la más recalcitrante derecha ideologizada y retardataria.