Olga Harmony
Excalibur

JUEVES 13 DE ABRIL DE 2000

 


* Olga Harmony *

Excalibur

No siempre las adaptaciones para teatro de textos no dramáticos (y por favor que se entienda, en este mundo de confusiones, que me estoy refiriendo con dramático a una obra escrita para llevarse a escena, sea del género que sea, que es lo correcto y adecuado aunque a algunos les parezca muy técnico) resultan ser felices. Está este Excalibur, uno de los espléndidos cuentos que José de la Colina escribiera en su volumen Ven, caballo gris y que después quedara recogido, casi antológicamente por la Universidad Veracruzana en otro volumen, La tumba india. De la Colina, en un par de páginas, logra darnos el mundo externo e interior y poblado de fantasías de un adolescente débil mental y enamorado. La capacidad de síntesis, el nombre mismo del cuento que se refiere a la espada de Arturo y que muestra la apropiación imaginaria de este pobre muchachito, émulo si se quiere del Quijote, del papel de caballero andante, resultan ejemplares. Desarrollar lo así anudado es debilitar la historia.

Gabriel Figueroa Pacheco y sus colaboradores expanden el cuento buscando la raíz de los problemas del adolescente, aquí llamado Luis y no limitado en su inteligencia, sino simplemente en huidas imaginarias de su realidad y, por tanto, desatento y lábil, un mal estudiante. La raíz de su situación es un padre dominante que lo somete, desde la infancia, a crueles castigos por la más leve falta y una madre poco amorosa, capaz de olvidarlo encerrado en un ropero. La interpretación psicologista es muy rudimentaria y se contradice en muchos momentos. Por ejemplo cuando Luis, un muchachito de 16 años, lee con la torpeza de un párvulo, lo que nos devuelve a la idea de un alumno de lento aprendizaje. Así, la angustiosa cárcel que sus limitaciones imponen al protagonista original, se convierte en la convencional idea de que la culpa es de los padres (y de los padres de los padres) con que se afronta melodramáticamente el tema de las dificultades adolescentes.

El abaratado cuento de José de la Colina nos es narrado con los recursos multimedia en que se mezclan teatro y videograbación. Este ''concepto interactivo" se debe al propio Figueroa y a Mauricio Nieto López y Jesús Iberri Rosales, que forman el grupo Trans-disciplinaria Escénica que intenta explorar diferentes formas de comunicarse con el espectador. Ignoro si lo consiguen, porque muy aparte de las fallas temáticas y aun dramatúrgicas de la propuesta ųque llegan a cansar por la reiteración de castigos e imposiciones que sufre Luis desde muy pequeñoų conlleva los riesgos de toda experimentación. En el sentido interactivo es un espectáculo muy bien hecho y con momentos muy interesantes, aunque no deje de haber alguna falla en la nitidez de la proyección. Pero, como suele ocurrir en este tipo de escenificaciones, una vez pasado el disfrute de los logros técnicos y una vez que el espectador integra ambos medios ųteatro y videoų como un todo, se empiezan a observar las carencias, sobre todo en lo que a actuaciones se refiere.

Hace más de 40 años, el Teatro Negro de Praga nos trajo un espectáculo vaudevillesco en el que actores de carne y hueso alternaban con proyecciones cinematográficas en el que los mismos actores pasaban del escenario a la pantalla y viceversa. Lo vimos como una curiosidad muy divertida. En la actualidad, gracias al video, la chispeante novedad se ha convertido en una propuesta artística multimedia. Y hemos visto a algún grupo catalán y a algún grupo canadiense, por citar los más recientes, y no logramos ųpor lo menos no lo logro yoų la plena sensación de estar ante un hecho artístico con nuevos derroteros, con una integración tal de lenguajes que den por resultado otro, que no sea el teatral ni el de video.

Es posible esto que digo se deba a un tono generacional y que las multimedia lleguen a ser, en verdad, el arte escénico del futuro inmediato. De ser así, yo aconsejaría a este interesante grupo que no se limitara al encanto del prodigio técnico y basara sus propuestas en una dramaturgia sólida y sin concesiones y que junto a cámaras y computadoras conjuntaran a un buen equipo de actores o a un director que les impidiera ųpondría de ejemplo a Marta Resnikoff como la Maestra, pero se puede extender a casi todo el elencoų esos modos actorales tan poco convincentes.