JUEVES 13 DE ABRIL DE 2000
La mano pachona
* Soledad Loaeza *
En el modelo de la mano invisible que Adan Smith diseñó para explicar el funcionamiento autorregulado de las fuerzas del mercado, al Estado le toca únicamente crear o mantener las condiciones apropiadas para que ese proceso transcurra sin dificultades: salvaguardar los derechos de propiedad y preservar el orden social. El intervencionismo estatal, en cambio, se desarrolló a partir de la constatación de que la mano invisible no bastaba para garantizar la eficiencia del mercado; pero además, a medida que las sociedades ganaron en complejidad y los intereses económicos y políticos se diversificaron también fue necesario reconocer que el Estado no podía ser sólo policía. Incluso el mantenimiento del orden social y la salvaguarda del capital y de los derechos del individuo requerían que desempeñara funciones económicas, por ejemplo, de planeación, de producción o de distribución. En los años treinta del siglo XX, John Maynard Keynes propuso un modelo de intervención económica del Estado cuyo propósito no era destruir el capitalismo, sino salvarlo, remediando los profundos males que lo aquejaban. Keynes era miembro del partido liberal inglés, mientras que el partido laborista lo miraba con enorme desconfianza.
Sin embargo, en los tiempos que corren no hay lugar a matices; poco importan las diferencias entre liberales y socialistas, o entre liberales y conservadores antiestatistas. Lo importante es la caricatura simplificadora. Así, para la derecha en ascenso la denuncia del autoritarismo ha corrido pareja con un altisonante discurso de repudio a cualquier forma de intervencionismo estatal, que le parece tan horroroso como la mano pachona que nos persigue como el demonio para sumirnos en el Gulag de sus más descabelladas fantasías. No obstante, olvida que gracias a esa mano pachona se formó en México una clase empresarial privilegiada con subsidios y proteccionismo, y protegida de las demandas obreras por el sindicalismo oficial y la represión. La mismísima mano pachona ayudó a la Iglesia católica a oponerse a la influencia protestante; y uno de los efectos más saludables de la educación laica obligatoria fue que limitó el control de la Iglesia sobre los hábitos y las costumbres sociales. Para hablar de asuntos distintos a la industria o los derechos laborales y los servicios de salud, y su efecto, por ejemplo, sobre el descenso de la tasa de mortalidad, también puede atribuirse a la mano pachona la promoción del arte, de la cinematografía y de la televisión de calidad. La mano pachona también jugó durante décadas un papel de arbitraje político que nos ahorró las penosas experiencias golpistas, las dictaduras militares o el estallamiento de los antagonismos sociales que devastaron a otros países latinoamericanos.
Es cierto que el intervencionismo estatal ha causado males y problemas en México, pero no tanto porque sea malo en sí mismo, sino porque no ha ido suficientemente lejos o porque ha estado mal orientado. El buen funcionamiento de un régimen democrático y liberal demanda la existencia de reglas explícitas, normas que en el pasado eran sustituidas por la arbitrariedad de la autoridad y que hoy son peligrosos vacíos. El intervencionismo estatal nunca fue imparcial, sobre todo después de los años cincuenta favoreció crecientemente a las clases medias y altas; y en más de un caso fue mucho peor que un policía, sobre todo cuando se trataba de poner fin a la disidencia política o a los "enemigos de la nación." La derecha haría bien en recordar que la mano pachona mantuvo a raya la influencia de los comunistas y otros radicales, entre los trabajadores, por ejemplo.
No sería justo reprocharle a Vicente Fox y amigos sus prejuicios. Cada familia ideológica tiene los propios porque, como las ideas, son factores de definición que contribuyen a la integración de las identidades políticas. Tan es así, que los prejuicios de la derecha encuentran una imagen especular en la izquierda que se le opone. Por ejemplo, si la primera cree que el empresario es el nuevo Prometeo y todo priísta un criminal por el simple hecho de serlo, la segunda sigue creyendo que todo empresario es enemigo del pueblo y todo priísta un criminal por el hecho de serlo. De estas premisas se derivan conclusiones que pueden tener efectos políticos concretos, a pesar de que se fundan en la subjetividad de las pasiones partidistas. El desafortunado procurador panista Antonio Lozano Gracia llegó al gabinete convencido de que los priístas eran todos asesinos; para él ése era un hecho incontrovertible, y lo único que tenía que hacer era reunir las pruebas para llevarlos a la cárcel, de ser posible en masse. Su prejuicio lo llevó a pagar --que ahora no sabemos si es mejor que pegar, como se hacía en el pasado-- para hacer hablar a los testigos, y a los brazos de La Paca que nos humilló a todos con su brujería, pero sobre todo a los abogados que tenían que haber encontrado la verdad y que sólo nos entregaron las esquirlas de su prejuicio. *