Octavio Rodríguez Araujo
Dos diálogos y una posibilidad

JUEVES 13 DE ABRIL DE 2000

Dos diálogos y una posibilidad

 

* Octavio Rodríguez Araujo *

Una vez más se abre la puerta al diálogo en la Universidad Nacional. Rectoría ha adoptado una doble estrategia: por un lado su convocatoria al diálogo de toda la comunidad universitaria (académicos, administrativos y estudiantes) en torno de la propuesta del rector aceptada por el Consejo Universitario el 6 de enero pasado y, por otro lado y casi al mismo tiempo, la propuesta, también del rector, de que el CGH y una nueva comisión de la autoridad máxima de la UNAM retomen tanto la propuesta mencionada como los puntos del pliego petitorio del movimiento estudiantil. Esta diferenciación obedece sin duda a una sola intención: que la fuerza de la razón prevalezca sobre la razón de la fuerza.

El contexto de la propuesta del diálogo del rector explica lo que quiero decir: de una parte, el CGH ha seguido una táctica inaceptable por el grueso de los universitarios, me refiero a las medidas de violencia que en los últimos días han distinguido sus actividades principales (golpear e insultar a estudiantes, profesores y autoridades, incluso cuando éstas han querido dialogar con los cegeacheros), y de otra parte, la tentación represiva que se ha estado expresando en un documento público, aparentemente surgido de la Coordinación de la Investigación Científica, en el que se solicita a los gobiernos federal y de la ciudad de México que intervengan en la UNAM "para garantizar la integridad física de los universitarios y de sus instalaciones, hasta que la universidad instrumente su propio sistema de seguridad".

De los dos diálogos en curso, el importante políticamente hablando es el que pueda darse entre el CGH y rectoría, pues es el único medio civilizado, racional y no represivo que puede conducir a la solución del conflicto y al verdadero Congreso Universitario que los universitarios queremos.

Si este diálogo no se lleva a cabo, las relaciones de causalidad pueden conducir a salidas peligrosas para el futuro de la casa de estudios, pues es evidente que sin intentos de entendimiento y de negociación el CGH seguiría en la lógica de la confrontación incluso violenta (con la grave consecuencia de aislarse cada vez más de quienes dice o quiere representar) y que con esta lógica se abonaría la tendencia fascistoide de muchas personas que tanto en la universidad como en el país preferirían la pérdida de libertades a manos de la policía o el ejército que correr el riesgo de ser vejados verbal o físicamente por "los plebeyos" a los que aludiera La Pita en entrevista con este diario.

La razón y la inteligencia son los principales elementos que deben privar en la UNAM y no retos como el que se dio en Arquitectura el 5 de abril: "šcuenten cuántos son y nosotros contamos cuántos somos!", ni patadas a estudiantes en el suelo, como si se tratara de luchas entre pandillas; pero tampoco deben ser atendidas (por las autoridades universitarias) solicitudes al gobierno para que la policía o el ejército se hagan cargo del transcurrir de la vida universitaria.

Los extremos de un lado y del otro, este tipo de extremos (pues es obvio que no me refiero a los ideológicos, que siempre deberán tener cabida en las universidades públicas y autónomas), no conducen a soluciones. Sólo el diálogo puede llevar a éstas. El mismo Mosh, desde la cárcel, le decía a La Jornada (6/04/00) que no había que esperar a la liberación de todos los estudiantes para que se diera una negociación entre rectoría y el CGH, y añadió enfáticamente: "šQueremos diálogo ya!", y que el rector "regrese al diálogo". Es lo que se está intentando y cada una de las partes del conflicto debe poner la mejor voluntad para lograrlo.

El otro diálogo, el de las mesas propuestas por el rector y los directores de la UNAM, no tiene el mismo peso que el que debe darse entre el CGH y rectoría. Que asistan a él los que quieran, que lo usen los participantes para calentar motores para el esperado Congreso Universitario, que sirva para ir elaborando ponencias.

A nadie daña este diálogo ni ningún debate; por lo mismo no debe ser bloqueado por el CGH ni por la derecha que no está acostumbrada a dialogar siquiera con sus hijos. No confundamos ambos diálogos. Uno es el diálogo entre todos los universitarios que quieran participar, el otro entre el CGH y rectoría (que no participa formalmente en el primero).

Ambos diálogos corren en paralelo, por lo tanto no se excluyen ni merecen oposición de nadie que sea racional y quiera no sólo solución al conflicto, sino también reformas a la todavía máxima casa de estudios del país. *