Angeles González Gamio
La pausa que refresca
Los próximos días serán de descanso. Para los creyentes, de recogimiento y oración, y para los demás, de relajamiento y solaz. Es buena época para disfrutar los múltiples gozos que ofrece la ciudad de México y que pocas veces podemos aprovechar por el ajetreo de la vida cotidiana.
ƑQue les parece comenzar el día en el hermoso patio enjardinado del Hotel Cortés, almorzando con un abundante bufete? Al estar admirando su arquitectura barroca, mientras se deleita con el último cafecito, vale la pena recordar que este sitio se construyó con el propósito de que fuese una hospedería para alojar a los frailes agustinos que pasaban por la capital provenientes de España, en camino a las provincias adonde iban destinados o que venían temporalmente a celebrar capítulos. Increíblemente continúa con el mismo uso de hostal; en la bella fachada ricamente labrada no hay que dejar de apreciar la escultura del santo patrono, con la inscripción: "Santo Tomas de Villanueva. Año de 1780", fecha de construcción del inmueble.
De allí -admirando el follaje colorido de la Alameda- hay que caminar unos pasos a la galana plaza de la Santa Veracruz, en donde se encuentra el Museo Franz Mayer y el de La Estampa, ambos con buenas exposiciones. El primero con El arte en la charrería, que reúne más de 300 piezas realizadas por artesanos de distintas partes del país, que incluyen sarapes de Saltillo, rebozos, trajes de charro y charra, espuelas y, desde luego, soberbias sillas de montar piteadas y decoradas con adornos en plata finamente trabajada. Indispensable darse una vuelta por el patio y solazarse con la fuente con azulejos dieciochescos.
En el vecino Museo de la Estampa es interesante ver la obra de Manuel Manilla, magnífico grabador que trabajó en el taller de Antonio Vanegas Arroyo en 1882 ilustrando impresos populares; se dice que le enseñó algunas técnicas a Guadalupe Posada y se ha comprobado que grabados que se atribuían a éste son de Manilla. Allí también se exhibe Estampas póstumas de Paul Cezanne.
Y continuamos plácidamente nuestro paseo para llegar a la avenida 5 de Mayo. Aquí es interesante fijarse en las construcciones que ha hecho el Banco de México recientemente, como el Edificio Condesa, en la esquina del callejón de ese nombre, que se remodeló tras el temblor de 1985 y otros que se encuentran unos pasos adelante. Diseños todos del arquitecto José Luis Benlliure, tienen el mérito de integrarse armónicamente con los edificios de épocas pasadas que los rodean.
Esto es fundamental para la recuperación del Centro Histórico, pues además de restaurar los múltiples inmuebles valiosos es necesario remodelar los espantajos que agreden el paisaje urbano.
Al llegar al Zócalo se van a sorprender con una plataforma en un extremo que luce grandes esculturas de Juan Soriano, la mayoría bellísimas; el efecto es impactante, pues el marco que las rodea es majestuoso. Resulta muy agradable que se puedan tocar, eso es parte del disfrute de ese tipo de arte.
Ya estando aquí hay que cruzar a Palacio Nacional convertido -temporalmente, esperamos que de verdad así sea- en sala de exposiciones. Se acaba de inaugurar la muestra Los siglos de oro en los virreinatos de América (1550-1700).
Sobresalen los biombos magníficos que muestran la ciudad virreinal, paisajes, personajes y sucesos. Otro atractivo es la gran maqueta de la Catedral Metropolitana, que permite conocerla a detalle y poder apreciar mejor la de a de veras, que ya se libró de casi todos los fierros que la apoyaban en el interior. Las obras que integran la exposición provienen de 52 instituciones y colecciones privadas de diez países de Europa y América.
También deleitan los enconchados -pinturas al óleo sobre un soporte de madera con incrustaciones de concha nácar- con originales imágenes tanto de la vida religiosa como de la civil en la Nueva España. De enorme interés resultan las piezas dedicadas a la conquista de México, realizadas en 1698 y que a partir de 1700 formaron parte de la colección del Real Alcázar de Madrid. En ellas se recrea el recibimiento que brindó el emperador Moctezuma a Hernán Cortés, las danzas sobre canoas con las que lo agasajaron y la magnificencia de la arquitectura azteca.
Aún hay muchísimo más que ver, pero ya es hora de comer y nos espera uno de los restaurantes de más tradición de la capital: Prendes, en 16 de septiembre número 10, que tiene exquisiteces propias de la temporada como romeritos con tortitas de camarón, escamoles, filete de robalo en salsa verde o a la veracruzana, cangrejo moro y los domingos paella de mariscos; el remate, dulce de zapote negro, tarta de mamey o gelatina de rompope si quiere algo ligero.
Correo electrónico:
[email protected]