José Cueli
Ese trincherazo de El Pana
El alma del torear moderno, tan recio y suave al mismo tiempo, lleno de serena melancolía, esa esencia tan inconfundiblemente suya, quedó sellada por El Pana en la corrida celebrada en la Plaza México la tarde de ayer. Rodolfo Rodríguez El Pana ya viejo con el toreo que por tendencia de escuela y temperamento ofrecía el paisaje de su tierra natal Tlaxcala, fiel verdad de evocación, buscaba siempre el rasgo que mejor lo destacara en el leve detalle que, con exactitud, matizaba y le permitía ir más allá de las formas.
Pugnaba en él un subjetivismo inquieto por prestarle cierta vibración lírica. Y es que traducía en su quehacer torero no sólo lo que los ojos veían y vieron sino también lo que su espíritu sentía. Manteniendo su toreo una realidad inmutable al deletrear ese pase, un trincherazo que cambió no sólo por el modo de verlo, sino especialmente por el modo de sentirlo, el toreo. Lo que traducía su muleta fueron los paisajes interiores, lo que llevaba dentro, lo inasible. Su toreo circular en el trincherazo, remató en un caminar hacia dentro de la jurisdicción del toro, canto rimado de nota circular en que se recreó hacia dentro en busca del origen inencontrable.
Es el toreo de los toreros con duende. Fue, es, el toreo de Rafael de Paula, Curro Romero, pero diferente, con otro sentimiento más seco, más sobrio, más frenético, más de lamento interminable, más mexicano, como sus pases de pecho y ese par de Calafia, queja prolongadísima que la afición de la México también le aceptó, armonizándose con el torero en el inacabable olé mexicano.
Es el toreo de El Pana de caracteres inconfundibles, en el que lo accesorio remacha lo típico. Esas verónicas y lances de fantasía pura que le presentaron una nota singular. Claro es que no hay un poder capaz de desviar de un modo definitivo el cauce por el que discurren las impresiones y emociones particulares. Cada uno tiene su cauce particular para percibir lo bello de una faena y lo que se oculta detrás de los lances.
Para los enterados, este toreo produce la admiración y el aplauso lo mismo de las mayorías que del selecto grupo de aficionados en el mundo los cabales.
El Pana, rezagado en función de su mismo carácter al no ser fábrica de pases -derechazos-, cuenta con el atractivo de su arte emotivo por verdadero que seduce a todos. šEse trincherazo!... y los toros de Los Ebanos que traían su no sé qué.