JUEVES 20 DE ABRIL DE 2000
* Olga Harmony *
La casa del incesto
Anaïs Nin es uno de esos personajes-leyenda cuya vida opacó su escritura apenas reconocida cuando la autora entraba en la vejez. Gracias a sus diarios, que abarcan lo largo de su vida, conocemos del amor incestuoso con su padre, el pianista cubano de origen catalán Joaquín Nin, de sus amoríos con destacados personajes de la época y su matrimonio con el banquero Hugo Guiller, quien permitió todos sus excesos, posiblemente por la serenidad que le daba su afición a las ciencias ocultas. A pesar del brillo de sus relaciones sociales con artistas e intelectuales de Europa y Estados Unidos, Anaïs Nin nunca pudo sobreponerse a los fantasmas de su pasado, ese padre incestuoso que abandonó a su familia, y la austeridad religiosa de su madre y su hermano Joaquín, que ella había rechazado ocasionando una ruptura que duró varios años, por lo que además de su diario estuvo siempre en psicoanálisis, llegando a ser asistente de su amante y maestro, Otto Rank, tanto en París como en Nueva York.
Su obra abreva de ese diario y muchos de sus textos se basan en gente que conoció y cuyas características consignó día a día, pero sobre todo en su propia experiencia, muchas veces fantasiosa e impregnada por sus neuróticos temores. La metáfora de la realidad biográfica y el psicoanálisis están presentes en su poesía y en sus novelas. De la importancia que daba a este último, como posibilidad de comprender el mundo exterior si se aclaran las confusiones interiores, plasmadas en forma literaria, da fe el proyecto que escribió en 1951 para obtener una beca Guggenheim que le fue negada, y que muestran su propuesta general, la descripción de la neurosis, en sus tres novelas publicadas y el dominio de la neurosis, que haría con libros posteriores para los que solicitó la beca.
Aunque su poema en prosa La casa del incesto no está contemplado entre las obras que la autora propone como metáfora psicoanalítica para solicitar la beca, en realidad contiene todos esos rasgos. Escrita en 1932 (Ƒo 1935?), la intención del ''Yo desdoblado" y el enmascaramiento ųmuy parecido a lo que ocurre en un sueñoų de los nombres verdaderos por otros, que no es difícil rastrear en su obvia metáfora, nos remiten al psicoanálisis. Así, el nombre que toma el personaje que encarna el primer Yo de la autora, Isa, nos remite a un canto de las islas Canarias. El padre toma el nombre emblemático de Lot y la madre es Sabina, que en sus acepción de rojo claro nos lleva al nombre de la madre verdadera, Rosa. Los otros personajes son ella misma como hermana y ella misma como hija. Tenemos entonces un poema autobiográfico en que el incesto carnal se consuma con el padre y los otros incestos con la madre y el hermano son una lucha por el poder.
Georgina Tabora se inspira en el poema en prosa y lo dramatiza. Por desgracia (y aquí voy a escribir una imperdonable y terrible blasfemia) la escritura de Anaïs Nin es a mi entender excesivamente ampulosa, poco propicia para llevarse a escena. Aunque el incesto ųya sea carnalmente consumado o, como los excesos freudianos que la autora propone, un deseo reprimidoų es posiblemente una de las formas más dolorosas y conflictivas del amor, en escena este texto que carece de crecimiento dramático y de tono se anula a sí mismo en cuanto a la necesaria teatralidad.
Desde luego, la propuesta de Georgina Tabora es muy digna y su interés por llevar a escena el texto traducido y adaptado por ella misma le confiere plena credibilidad. Lo mismo ocurre con la directora Hilda Valencia, en uno de los trabajos más logrados que se le conocen, aunque algunos subrayados ųcomo el de Lot crucificadoų puedan no ser muy afortunados. Lo mismo se puede decir del elenco, uno de los mejores que se puede tener reunidos en escena. La traductora y adaptadora, alma del proyecto, Georgina Tabora como Isis. Emma Dib que hace doble personaje, Sabina con el hermoso traje que le diseñó Carlos Roces y que acentúa su orgullosa presencia y, despojada de éste, la hija púber víctima de la salacidad paterna. Monserrat Ontiveros como la Hermana y Rodrigo Vázquez como el Hermano, en otra de las tres historias-desdoblamientos que configuran la obra. Y Lot, interpretado por Arturo Ríos, todos en una escenografía de piezas acrílicas diseñadas por Arturo Nava, que dan múltiples posibilidades acústicas y recuerdan el agua que recubre todo en el original.