JUEVES 20 DE ABRIL DE 2000
* Carlos Marichal *
La deuda social se activa
Como han demostrado las recientes demostraciones multitudinarias en Washington en contra de las reuniones directivas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), ya no es posible ignorar las inmensas deudas sociales con todos los pueblos pobres de la tierra. No obstante, sigue habiendo algunos sordos influyentes que no han escuchado el mensaje. Para los abogados del neoliberalismo, como el señor Michael Moore, director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), la pobreza puede considerarse de generación espontánea y, por consiguiente, no es responsabilidad ni del Banco Mundial ni del OMC ni de los demás organismos multilaterales. De la misma forma se ha expresado Gordon Brown, ministro de Hacienda británico y moderador de la reunión del FMI, al afirmar que las protestas no han cambiado la agenda de problemas sobre la mesa de discusión.
De todas maneras, las protestas han tenido un enorme éxito no sólo en llamar la atención de las autoridades de los organismos internacionales sobre sus obligaciones sociales (que corren paralelas a sus tareas financieras), sino a cambiar los términos del debate. La razón del éxito es doble. Por una parte, las críticas han hecho ver con claridad que no son solamente las deudas bancarias de los países las que pueden contabilizarse. Las matemáticas financieras no son sólo económicas sino también pueden estimarse en términos sociales. En este caso, los países y pueblos más pobres no deben, sino que son los grandes acreedores. A ellos les deben los países ricos, la banca y los mercados de capitales globales una enorme deuda. En efecto, si no fuera por el estancamiento o retroceso de ingresos de los pobres, la destrucción de gran número de sindicatos, y el trabajo cotidiano mal pagado de miles de millones de obreros, empleados y campesinos, no se habría producido una acumulación tan extraordinaria de la riqueza de las empresas globalizadas y de los sectores más adinerados del Primer y Tercer Mundo en los últimos veinte años.
A raíz de las protestas y el esfuerzo de las organizaciones militantes, en particular de los ecologistas y de salud, comienza a plantearse la necesidad de elaborar cuentas claras y equilibradas. ƑCuánto deben las empresas transnacionales por los desastres ecológicos que han perpetrado en los países y regiones menos desarrolladas? Es perfectamente factible hacer estimaciones bastante precisas. Así lo manifiesta el Club de Acreedores de Deuda Ecológica, que presentará sus demandas ante el BM y el FMI en la próxima reunión cumbre a celebrarse en septiembre en Praga. De la misma manera, puede comenzar a contabilizarse una enorme deuda en materia de salud que se debe, en particular a los países africanos, que han sido los más marginados en los procesos recientes de globalización económica. Pero es también el caso de las comunidades indígenas en el México contemporáneo, donde la deuda social y de salud es ya enorme.
Un segundo triunfo de las manifestaciones ha sido poner sobre el tapete el carácter político de muchas decisiones que toman tanto los organismos multilaterales como las empresas y bancos globales de nuestros días. Ya resulta imposible afirmar que las estrategias o medidas financieras adoptadas son perfectamente neutras. No es el caso, pues implican necesariamente costos y beneficios económicos y sociales diferenciados. Y los ciudadanos pobres también tienen derecho --al igual que los banqueros-- a que se escuchen sus voces. Recuérdese en ese sentido que el FMI, al igual que el BM, son organismos sostenidos por los fondos a los que contribuyen virtualmente todos los países y pueblos del mundo en función de cuotas precisas. Las finanzas tienen que manejarse con eficiencia y profesionalismo técnico, pero ello no implica que sean neutras. Tienen consecuencias económicas y sociales muy complejas, que hay que tener presentes y que obligan a rescribir los balances contables del debe y el haber económico y social. Ello es resultado de una nueva conciencia social y del hecho de que la política se está globalizando tan rápidamente como la economía. Las consecuencias que tiene esto para el futuro son inmensas y aumentarán en la medida que se hagan cálculos cada vez más precisos en cada país de la enorme deuda social que se le debe a las clases sociales y sectores más pobres del globo.