JUEVES 20 DE ABRIL DE 2000
* Jean Meyer *
Siete meses, siete años
En Pskov, en otra pequeña ciudad, en Siberia, la gente entierra a sus hijos, paracaidistas o granaderos caídos en unas emboscadas mortíferas en Chechenia. Llora a sus muertos, celebrados como héroes, defensores de la patria. Sigue pensando que la guerra es tan justa como inevitable, pero ha perdido fe en las promesas de los generales: la guerra no ha terminado antes de la primavera y crece la angustia frente a la perspectiva de una "pequeña guerra" de guerrilla sin fin. Crece también el deseo de venganza contra los rebeldes chechenos y la irritación contra la "incompetencia" de los generales. Entienden bien a los rusos: no tienen la menor duda en cuanto a la justicia de la guerra; su hostilidad contra los rebeldes no sólo no ha disminuido, sino que crece con las pérdidas de las fuerzas rusas; pero crece también la preocupación.
Aproximadamente 75% de los rusos apoya la guerra sin restricción mental; 65% piensa que va para largo, sino es que para siempre. Quieren la victoria, una victoria total, sin concesiones al enemigo, pero la quieren pronta y sin más bajas. Eso es imposible y lo saben. Algunos sueñan con deportar a todos los chechenoa, como lo hizo Stalin, y con dispersarlos en las inmensidades vacías del Norte, de Siberia, del extremo oriente.
Es obvio que el presidente Putin no puede lograr la paz en los primeros cien días de su mandato. ƑLa conseguirá en los próximos cuatro años? šQuién sabe! Si el ejército no pudo liquidar a los guerrilleros durante el invierno, es poco probable que lo logre durante el verano, cuando la vegetación esconde a los partisanos. Tras la gran guerra de frentes, la guerra masiva para tomar las ciudades y ocupar todo el territorio, ha empezado la "pequeña guerra" de partisanos invencibles. Como esos invencibles tampoco pueden vencer, la cosa va a durar. Los expertos prevén que la guerrilla afectará de manera permanente a todo el centro sur de Chechenia, desde la frontera meridional con Georgia hasta la ciudad de Grozny (lo que queda de ella).
En esa zona sobrevive 65% de la población que queda en Chechenia (Ƒ300 mil personas?), tan afectada por los robos, la violencia, las exacciones de ciertos elementos rusos ųno la tropa en general, mucho menos los jóvenes conscriptos, sino los temidos voluntariosų que ya es un vivero que los rebeldes pueden reclutar fácilmente. Cada día que pasa, con su contingente de atentados, emboscadas, represalias, agrava la situación de la población, ya que los rusos no pueden dejar de pensar que cada civil esconde un posible partisano. Por lo mismo, el apoyo que los rusos podían esperar encontrar en esa población disminuye en forma paralela. Es la clásica guerra etnopolítica de guerrilla, la que los franceses ganaron militarmente y perdieron políticamente en Argelia. En ese tipo de guerra, el poder central, colonial o no, con toda su inmensa fuerza material, no ha podido triunfar nunca de manera definitiva. Es poco probable que el ejército ruso tenga más suerte que sus colegas.
ƑAceptará el nuevo presidente ese diagnóstico y, en consecuencia, buscará un compromiso político con los dirigentes de la lucha armada? En el inmediato eso queda excluido. Ni la sociedad rusa, ni Vladimir Vladimirovich están preparados. Los dos bandos aceptan la perspectiva de una larga guerra. Los jefes de guerra chechena, con la excepción del presidente nominal Aslan Masjadov, están dispuestos a pelear hasta el último rebelde y, la verdad, es difícil imaginar una negociación con ese tipo de gente.
Para ganarse al pueblo checheno, cuya tercera parte se amontona en campamentos de refugiados, el gobierno ruso debería poder restablecer una vida normal, reconstruir la república que controla. Pero la guerrilla no va a permitir ninguna normalidad y así se arma el círculo vicioso. Además, suponiendo que el gobierno encuentre los recursos paca pagar la guerra y la reconstrucción, Ƒestará de acuerdo el pueblo ruso en que necesita cruelmente que mejore su situación material?
Lo más trágico es que Rusia debe defender su soberanía en el Cáucaso y, a la vez, avanzar sobre el camino de la democracia. La URSS pudo, a duras penas, acabar con las guerrillas bálticas, bielorusa, ucraniana y chechena; pudo hacerlo porque se encontraba en el apogeo de su etapa totalitaria y, sin embargo, la guerra duró más de diez años.
La Rusia democrática debe encontrar una solución antes de las próximas elecciones presidenciales, es lo único que puede uno predecir. El nuevo presidente debe resolver esa contradicción. No va a ser fácil.