VIERNES 21 DE ABRIL DE 2000
* Varias organizaciones de EU buscan promover la solidaridad internacional
Starbucks se rinde ante activistas; comprará café en comercio justo
* Analistas y observadores evalúan el impacto de las protestas de Seattle y Washington
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 20 de abril * La semana pasada, una de las empresas más conocidas de Estados Unidos se rindió ante una agrupación de activistas que ayudó a organizar la resistencia contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) esta semana. No fue la primera ni al parecer será la última poderosa firma que debió reconocer el poder inesperado de un nuevo movimiento popular que anuncia su presencia en este país.
Tres días antes de que organizaciones de activistas lanzaran una campaña nacional para boicotear su producto, la cadena más grande y conocida de cafés en este país, Starbucks Coffee Company, les informó que aceptará la demanda principal y empezará a ofrecer café comprado por las vías de ''comercio justo'' y pagará un ''precio justo'' a productores independientes de café en el Tercer Mundo.
Starbucks, que opera 2 mil cafés en todo el país y que tuvo un ingreso anual de 1.7 mil millones de dólares el año pasado, aceptó las demandas después de observar las consecuencias de las campañas lanzadas contra otras empresas, como la que ha obligado a seis de las 10 principales compañías de madera de este país a suspender la venta de maderas de bosques antiguos, y que causa que firmas tan conocidas y poderosas como Nike y The Gap gasten millones de dólares para defender sus imágenes empresariales frente a campañas que las acusan de explotación de mano de obra en el Tercer Mundo.
Mientras los analistas y observadores empiezan a evaluar el impacto de las protestas en Washington, vale recordar que las manifestaciones y ''festivales de protesta'' que comenzaron en Seattle y ahora en la capital estadunidense no son actos aislados. Más bien son expresiones públicas de lo que ha sido el desarrollo de ese movimiento aun sin nombre, que ha logrado sorprender tanto a la cúpula empresarial como a la política de este país. Los activistas que acudieron sólo representan las filas de combate callejero de un movimiento mucho más amplio y profundo.
Nadie disputa que las acciones de protesta de este fin de semana tuvieron un impacto. La Movilización por la Justicia Global o ''A16'' obligó a las autoridades a clausurar gran parte de la capital para poder mantener abiertos el BM y el FMI.
Además, fueron los activistas --y no el FMI, el BM y todos los ministros de Finanzas-- los que se convirtieron en la nota principal de todos los medios nacionales (sin excepción) de este país (periódicos, noticieros nacionales de televisión y radio). ''Fue imposible no ser afectado por eso'', admitió el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn.
Un día después de concluir las actividades, varios comentaristas, tanto conservadores como liberales y hasta de izquierda, empiezan a evaluar lo ocurrido y algunos dudan que estas manifestaciones tendrán un impacto de largo plazo. ''Mañana, el BM y el FMI continuarán debatiendo las mismas propuestas que debatían antes de estas manifestaciones'', comentó un analista, eco de opiniones de varios más en las últimas 24 horas. Se señala que los activistas no lograron ''clausurar'' las reuniones, que no cuentan con propuestas ''serias'' que ofrecer, y que a fin de cuentas son ''chavos'' que hacen lo que ''uno hace a los 17'', rebelarse y divertirse con su ''idealismo'' poco pragmático. La conclusión: tuvieron su día, y mañana todo regresará a lo mismo.
Pero algunas de las empresas más conocidas y poderosas del país no comparten este análisis. Tampoco la policía: la de Los Angeles, Filadelfia, Nueva York y Chicago están lo suficiente preocupadas como para haber enviado representantes a Washington para observar las tácticas y hazañas de los activistas.
Los políticos también entienden que estas inquietudes que se expresan en las protestas no se desvanecerán. Saben que los promotores del modelo económico de la globalización del mercado libre a través del libre comercio han sido derrotados en el campo de batalla de la opinión pública.
Una encuesta Harris publicada en el número más reciente de la revista de negocios Business Week reveló que sólo el 10 por ciento de los encuestados se considera simpatizante del ''libre comercio'', mientras 51 por ciento dice favorecer el ''comercio justo''. Tres cuartas partes dicen que las prioridades son prevenir la competencia injusta, la degradación ambiental y la pérdida de empleo.
La lucha por demandas básicas
Aunque un sector de este muy diverso movimiento se considera proteccionista, una amplia gama de activistas y organizadores dice favorecer una nueva solidaridad internacional en torno a demandas básicas de trabajo digno, defensa del medio ambiente, derechos humanos y una globalización que beneficie a las mayorías y no sólo a los intereses empresariales y de las cúpulas del poder.
La encuesta de Business Week revela que la mayoría de la opinión pública favorece la globalización, pero está en desacuerdo con las políticas para llevarla a cabo.
Por lo tanto, esto no representa una rebelión de los hijos privilegiados de la clase media, como algunos insisten en caracterizarla. Estos jóvenes, y decenas de organizaciones sociales que forman esta resistencia se perciben como parte de un movimiento global contra el neoliberalismo.
Así, entre los participantes de estas acciones se encontraban más de 100 activistas de decenas de países de todo el mundo. Este es un rechazo explícito de ser globalifóbicos, más bien, insisten en una globalización de la justicia y la dignidad. Este movimiento es, por lo tanto, una respuesta moral y de furia y festejo.
Esto es precisamente lo que preocupa a las autoridades, el potencial de un internacionalismo popular en oposición al Consenso de Washington, que aparece en el país supuestamente más beneficiado por el actual modelo de globalización.
Los principales promotores de la globalización, desde el presidente Bill Clinton al ex director del FMI Michel Camdessus, han advertido que el creciente desencanto popular en varias partes del mundo podría amenazar desde el Consenso de Washington a las políticas económicas de mercado libre a nivel global. ''Tenemos que poner una cara humana a los mercados globales'', dijo Clinton el año pasado.
Pero lo que ninguno de los integrantes de las cúpulas del poder político y económico de este país se había imaginado es que las protestas contra estas políticas económicas en las calles tan conocidas en tantas partes del Tercer Mundo, brotarían de pronto en las calles de Estados Unidos, y precisamente donde nació el famoso ''consenso''.