CIUDAD PERDIDA Ť Miguel Angel Velázquez
Ť El debate, reducido a show de tv
Ť Los que arriesgan y los que juegan
El martes próximo, los seis candidatos a la Presidencia de la República tratarán de explicar a los electores del país, en el mejor de los casos, su idea de México, y para muchos de los que allí, en el debate, se presenten, el asunto será un verdadero reto.
El escenario o el formato del encuentro, como usted sabe, está previsto para que ninguno pueda ir a fondo en sus propuestas, y todo quedará en un show de televisión, donde morbo-mata-idea.
En la reunión ninguno de los seis promete dar la sorpresa. Ninguno parece tener las armas guardadas para lograr la atención del auditorio con una propuesta diferente o con un ataque demoledor, pero todos querrán arrancar votos y más votos al contrincante.
Así, las cosas irán sin mayor tropiezo. Veremos, por ejemplo, a un vendedor de refrescos, no a un campesino, no a un agricultor, sino al burdo comerciante de Coca-Cola, en un esfuerzo supremo por engañar a quien lo vea y lo escuche, con el disfraz de presidente.
En la simulación y la provocación, Vicente Fox seguramente tratará de insultar a sus oponentes de una u otra forma para evitar tener que lanzar ideas profundas que desenmascaren su verdadero propósito de llegar a la Presidencia.
Total, si pierde la contienda --cuestión casi segura si al elector no le gana la desesperación y reflexiona-- ya tiene un lugar ganado en la televisión donde, por ejemplo, podría sustituir al cómico Adal Ramones.
Francisco Labastida llegará a la cita con la seguridad de quien tiene tras de sí el gran aparato del Estado, pero para el candidato del PRI no habrá mañana. Todo se reducirá al marco del día 25. La imagen del que podría ser presidente de la República deberá ser clara y contundente.
Esa será la respuesta y eso, la seriedad, el aplomo y la propuesta, si es que tiene alguna desde la cual pudiera establecerse un cambio y una ruptura con el neoliberalismo, deberá quedar planteada allí, en ningún otro lugar. Francisco Labastida por eso escucha el sonar de la última oportunidad, nada más.
Lejos en las encuestas de estar en posición de triunfo se encuentra Cuauhtémoc Cárdenas --aún paga haber gobernado a la ciudad de México sin grandes acciones, pero con honestidad-- quien enfrentará la mayor de las batallas.
De cualquier forma, Cárdenas podría aprovechar la ocasión para pedir al electorado otra oportunidad.
Para nadie es desconocida la lucha del ex jefe de Gobierno de la ciudad por imponer la justicia y la honestidad. Su experiencia como jefe de Gobierno en el Distrito Federal, e incluso los errores cometidos, prometen un cambio sustancial, pero Cárdenas deberá hacerlo explícito, deberá establecer el compromiso que la gente quiere para respaldarlo, y allí puede estar la diferencia.
Porfirio Muñoz Ledo, por mucho el mejor orador de los candidatos, se presentará con la tranquilidad del que no arriesga nada. Además entiende su papel en este juego y seguramente sus propuestas y ataques --sabe combinar las dos cosas-- producirán el escozor de la raspadura, nada más.
De cualquier forma Muñoz Ledo puede ganar el debate o el encuentro o el show o lo que sea, pero nada más. Nada cambiará para nadie si triunfa y eso, él que es magnífico analista, lo tiene claro, por eso va por todo, aunque ese todo no sea nada.
Pleno en sus contradicciones, Víctor Manuel Camacho Solís es un barco sin destino, las jugarretas de su ambición han desbordado su mejor activo político: la confianza que alguna vez le depositó la gente.
Manuel Camacho sobrevivirá a esta campaña. Todo lo que pueda sumar será en su beneficio, aunque seguramente será poco. Está lejos de la jugada, ausente del combate político y lejos de la posibilidad de meterse de lleno en la contienda.
Gilberto Rincón Gallardo aparece en esta contienda como otro eslabón de la mentira. Hombre conocedor de las izquierdas de México, don Gilberto, ligado a Jorge Alcocer en la Secretaría de Gobernación y ahora en el equipo de Labastida, recuerda por momentos aquellas viejas historias del Partido Popular Socialista encadenado al Revolucionario Institucional para hacer creer a quien así lo quisiera en una democracia inexistente.
Nada de lo que pudiera decir tendría significado, simple y llanamente hará el trabajo encomendado, nada más. De cualquier forma en su labor tendrá que apoyar, cuando menos para hacer la finta, un cambio de formas de gobernar en total desacuerdo, por ejemplo, con el Partido Acción Nacional y el Revolucionario Institucional.
En fin, de todo esto lo mejor será ver, cuando menos en la capital, a la espléndida periodista Mayté Noriega, que si bien no tendrá espacios para demostrar todo su profesionalismo, sí resulta el punto de seriedad y honestidad periodística, tan necesarios para un acto de tal responsabilidad.