La Jornada lunes 24 de abril de 2000

CLASE POLITICA Ť Miguel Angel Rivera

Los pronósticos son coincidentes: los candidatos presidenciales que marcarán la pauta del debate de mañana serán los de los partidos "chicos": Manuel Camacho Solís, del PSD; Porfirio Muñoz Ledo, del PARM, y Gilberto Rincón Gallardo, de Democracia Social.

Cada uno de ellos tiene razones de sobra para intentar, por lo menos, descalificar a cada uno de los llamados "grandes". Si se hablara en términos deportivos, se diría que cada uno de ellos podría encargarse de "marcar", respectivamente, a Francisco Labastida Ochoa, del PRI; a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, de la coalición encabezada por PRD y PT: y a Vicente Fox Quesada, de la alianza PAN-PVEM.

Ninguno de los candidatos de partidos "chicos" tiene posibilidad real de conquistar la Presidencia. Lo importante para ellos es lograr la supervivencia de sus partidos y para lograrlo una condición sería la de convertirse en un moderno David y derrumbar a un "gigante".

Por el formato de este primer encuentro, realmente no habrá un verdadero debate. Se supone que, por lo mismo, los candidatos, deberán aprovechar su tiempo para presentar una imagen de gobernante con capacidad para llevar a México a un mejor estadio de desarrollo. Pero también podría darse el caso de que alguno de los aspirantes optara por aprovechar su tiempo en intentar destrozar a uno de los "grandes".

De uno por uno

Manuel Camacho Solís estaba considerado hace poco más de 6 años como uno de los precandidatos con más posibilidades de sustituir a su amigo Carlos Salinas de Gortari y cuando no sucedió así entró en un proceso de disgusto que lo llevó a convertirse en uno de los principales postulantes de la idea de que el avance del país depende de la derrota de su ex partido, el PRI.

La lógica indica que, por lo mismo, su principal contendiente es Francisco Labastida Ochoa, quien logró lo que Camacho no pudo conseguir un sexenio atrás: convertirse en candidato del partido en el gobierno.

Porfirio Muñoz Ledo surgió también en las filas oficiales del PRI. Fue precandidato del tricolor hace ya 25 años. Luego entró en un proceso de alejamiento paulatino que culminó en 1987, cuando la Corriente Democrática, de la que formaba parte al lado de Cuauhtémoc Cárdenas y otros personajes, no logró impedir que se postulara a Carlos Salinas. Sin embargo, aunque comparte la tesis de que el desarrollo democrático de nuestro país pasa por el derrocamiento del PRI, ahora su principal contendiente es su antiguo aliado Cuauhtémoc Cárdenas, quien siempre le bloqueó la posibilidad de convertirse en candidato presidencial de las organizaciones de centro-izquierda.

Gilberto Rincón Gallardo, reconocido por propios y extraños como un hombre congruente con sus ideas de izquierda, tiene que marcar diferencias con la derecha. Para este experimentado luchador, no basta sólo con quitar el poder al PRI, sino que es necesario asegurarse que prevalezca un sistema más vinculado a las causas populares.

Por ello, Rincón Gallardo representa la más grave amenaza para el panista Vicente Fox Quesada, que representa a la derecha, a pesar de que éste ha querido marcar distancias y presentarse como hombre de centro-izquierda. Esto ya se apreció cuando la campaña presidencial mexicana se trasladó a terreno de Chile y el dirigente de DS destruyó la imagen triunfal que se había construido Fox.

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