La Jornada martes 25 de abril de 2000

Teresa del Conde
Gunther Gerzso (1915-2000)

El 21, Viernes Santo, murió el maestro Gunther Gerzso después de librar una lucha lúcida con las complicaciones de pulmón que le sobrevinieron cuando parecía que, gracias a su energía, las había librado. El domingo de Pascua su esposa Gene, sus dos hijos, su nieto y su asistente propiciaron una sencilla ceremonia religiosa en la capilla donde se efectuó el velorio. René Solís, amigo muy cercano de Gerzso, fue invitado por la familia para tomar la palabra. Habló de amistad, un regalo de los dioses, lo hizo con tal sentimiento e inteligencia que los asistentes (sólo estábamos a quienes nos concierne deveras Gerzso) no pudimos contener las lágrimas, como tampoco Solís se vio capacitado para continuar hablando. A mí me sobrevino un recuerdo muy vívido: Gunther mostrando una pintura de Agustín Lazo (una mujer cosiendo en un valle) en la casa coyoacanense del editor. El dueño de la pintura es él, pero ambos admiraban ese cuadro que vi entonces por primera vez. Gerzso no vociferaba contra la Escuela Mexicana ni contra los Contemporáneos y confesaba admiración por la pintura de Siqueiros, tal vez porque su temperamento era el opuesto absoluto respecto del muralista nacido en Chihuahua. Discreto y -supuestamente solitario- Gunther era considerado de personalidad ''difícil". Tuvo dos entrañables amigos pintores, más o menos contemporáneos suyos, Luis García Guerrero, ya fallecido, y Ricardo Martínez.

Pero desde hace más de una década se interesó por conocer y tratar a artistas jóvenes. Hizo amistad con Ignacio Salazar, quien en cierto momento de su trayectoria acusa alguna influencia de Gerzso, misma que luego abandonó debido a su natural evolución. La hizo también con discípulos de éste, pero ese círculo en algún momento se deshizo. Jorge Robelo, Jorge Yáspik y José González Veites lo siguieron frecuentando hasta ahora y le tuvieron entrañable cariño. Los tres, a su modo, son afines en temperamento al maestro Gerzso y persiguen con obsesión sus respectivas y personales soluciones formales. Quien le resulta más deudor (no estoy hablando de influencias) es paradójicamente Yáspik que, como se sabe, es escultor. Gerzso también incursionó en la escultura, pero a través del diseño, pues fue predominantemente pintor y artista gráfico.

La última vez que lo vi en vida fue con motivo de la exposición de Gustavo Pérez en el Museo de Arte Moderno, el año pasado. Alto, vital, haciendo gala de su proverbial sentido del humor (negro a veces) hacía sus comentarios con aquella inconfundible voz que su hijo el arquitecto le heredó, así como el músico le heredó en forma impresionante la apariencia física. Estaba encantado con las piezas de Gustavo Pérez y habló sin tapujos del gusto que le producían. Un gusto que debe encontrarse emparentado con el que experimentó con los espirolitos de Jorge Robelo, con los cortes estrictos y estratégicos de Jorge Yáspik y con el manejo de espacios de José González Veites, que es un pintor abstracto muy concreto. También trató de cerca de Francisco Castro Leñero, con quien teóricamente no llegó a entenderse del todo, y a Irma Palacios. Fue cercanísimo de Francisco Toledo, pero éste no gusta de hablar de pintura, salvo rarísima vez.

Gerzso era un hombre muy culto, de múltiples lecturas. Cuando yo lo frecuenté de lo que hablábamos principalmente era de sicoanálisis, pues sus comentarios sobre arte podían ser en extremo peculiares e incluso provocar polémica. A mí me parecía, entonces, que no se tomaba muy en serio como artista, pero no sólo eso, tampoco tomaba muy en serio el arte en general. Decía: ''Si una señora tiene un sofá rojo y quiere un cuadro que entone, yo busco de darle gusto". ƑPor qué no habría de hacerlo?, yo no pensaba entonces en los largos años en que se dedicó a la escenografía teatral y en los también muy largos que dedicó al cine, cercano que fue de los Gelman y de otros productores.

De hecho la última película (hasta donde sé) en la que colaboró como director artístico fue la versión de John Euston sobre Under the Volcano, cuyo guión deriva de la novela de Malcom Lowry. Cuando trabajó en ella, accediendo a los deseos de Euston, hacía décadas y décadas que había dejado esos menesteres. El fijaba la fecha de su conversión a la pintura en 1963, en realidad era pintor desde mucho antes, pero no de tiempo completo, lo que sucedió entonces fue que, en parte gracias a Inés Amor, el INBA propició una gran retrospectiva con unas 90 obras en el Palacio de Bellas Artes. Le disgustaba sobremanera que se le considerara pintor abstracto, porque todo lo que él hacia (después de su etapa surrealista, marcada sobre todo por Tanguy) eran paisajes, ya fuere urbanos o, como sucedió en los años cincuenta, inspirados por sitios arqueológicos no sólo de México.

El Museo Carrillo Gil conserva ejemplares magníficos de sus cuadros posteriores a un viaje que hizo a Grecia (1953) y pareció marcarlo profundamente. De esa etapa me interesa un ''desnudo" femenino que, como sucede con cierta pieza de Beuys, entrega la feminidad a partir de muy escasos detalles. Otro cuadro posterior al que menciono es Cecilia, que llamó poderosamente la atención cuando se exhibió en una de las dos muestras que presentó en el Museo de Arte Moderno, posteriores a la de Bellas Artes. Se trata de una composición abstracta que es, a la vez, profundamente surrealista.

Nicolás Echevarría y el arquitecto Aldrete hicieron un documental excelente sobre este maestro, ojalá vuelva a ser transmitido para beneficio de quienes no lo vieron.

Hay varios libros hermosos sobre Gerzso: Octavio Paz, John Golding, Rita Eder, Dore Ashton (a quien quizá se debe el mejor ensayo de todos), Luis Cardoza y Aragón y decenas de escritores e historiadores del arte han escrito sobre él, o bien, le han hecho entrevistas. Recuerdo dos de Adriana Malvido que me parecieron especialmente pertinentes. Sin embargo, creo que el libro definitivo (abarcando la etapa teatral y cinematográfica) está todavía por hacerse, cuantimás que muchos tenemos poca idea de lo que estaba trabajando durante los últimos meses. Descanse en paz, maestro.